Capítulo 6

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—¿Cómo sabe que es ella, Garret? —preguntó el hombre que aún apretaba mis brazos detrás de mi espalda.

—Quítale la capa y lo descubrirás por ti mismo, imbécil —le contestó bruscamente el hombre que a cada momento apretaba con más fuerza mi barbilla y ni siquiera me perdía de vista; como si su mirada pudiera evitar que saliera corriendo.

Mi destrozado ánimo sólo me dio para escupirle en la cara y pisar el pie del otro, que soltó un alarido antes de dejarme libre. Aproveché la oportunidad y di media vuelta para rápidamente salir corriendo quitando al adolorido hombre de un empujón. Todavía tenía la sensación de que aquellas sucias manos presionaban salvajemente mi barbilla.

Entonces alguien jaló de mi capa, amarrada por el cordel a mi cuello, provocando que soltara un grito ahogado y cayera al piso.

—¿A dónde crees que vas, jovencita? ¿Sabes cuánto dan de recompensa por entregarte viva? —dijo el tal Garret con un tono que más que nada era amenazador.

Me limité a fulminarlo con la mirada.

Quizás mi identidad me había salvado la vida en aquel instante, pero no había nada que pudiera salvarme de lo que parecía avecinarse y mucho menos mis fuerzas, que en aquel momento me hacían desfallecer ¡¿Por qué no había acompañado a Mina?! Quizás si hubiera sido así, no tendría los problemas que tenía ahora.

—¡Amárrenla! —ordenó Garret a sus compañeros.

Miré desorientada a mí alrededor, tirada en el piso como estaba; mis fuerzas ya no me servían de nada.

Los cuatro hombres se acercaron a mí. Uno de ellos cojeando. Obedecieron a Garret y amarraron fuertemente mis dos manos y mis tobillos a una rama gigantesca que habían cortado de un árbol y entre tres, ya que uno de ellos no caminaba bien, la cargaron conmigo colgando de ella. Tremendo esfuerzo el que tenía que hacer para que aquello no me doliera ¡Iba de cabeza como si fueran a asarme! ¡Qué forma de tratar a una princesa!

Antes de quedar inconsciente pude ver que la luna a penas iba a la mitad de su trayecto. A intervalos en el camino mis ojos se entreabrían. Pero mi cabeza no se volteaba como le ordenaba y mis inútiles fuerzas no eran suficientes para forcejear, así que me limitaba a mirar. Mi rostro estaba vergonzosamente descubierto, al igual que mi vestido blanco y la marca plateada alrededor de mi brazo.

—Entraremos por atrás del templo —había escuchado que decía uno de ellos.

—¿Qué hacemos si alguien nos ve con ella? —preguntó otro.

—Es hermosa... —murmuró uno con descaro.

Entonces me quitaron la capa y la pusieron de manera que cubría mi vestido y mi rostro. Mi vista quedó privada, por lo que dejé que mis miembros se destensaran. El dolor en mis muñecas y en mis tobillos era tal, que las lágrimas resbalaron por mi rostro. Pero no dije nada. Quién sabe qué sería de mí, pero era mejor esto que tener que ver a mi tribu después del fracaso. Recordé que los únicos que sabían de esta extraña misión era la diosa Diana... Mis padres pensaban que había salido en mi rito de iniciación...

Quizás no hubiese sido tan malo ver los rostros de mi familia cargados de decepción...

¡No, no! ¡Antes muerta! Y mi deseo había estado a punto de cumplirse ¡La luna anterior estuve pronta a la muerte! Pero no ¿Verdad? El ħαδο había decidido que hoy sería mi última luna. Comenzaba a convencerme de que se burlaba de mí... ¡Ya ni los dioses respetaban mis deseos!

El frío se volvió más fuerte y por la forma en la que inclinaban la rama, supe que íbamos cuesta arriba.

Cerré mis ojos con fuerza, deseando quedar inconsciente y librarme por un momento del dolor, pero mi cuerpo parecía hacer lo contrario a lo pedido. A cada momento el dolor se intensificaba. Y el tiempo ~que lo controlaba el dios Ċrση~ parecía eterno. Pronto mis lágrimas se secaron y mi ánimo me dio paz por un largo rato. Si tan sólo pudiera ver la luna...

⌘Cαżαdοrα εrrαητε⌘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora