Capítulo 5

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Caminé entre los árboles mirando atentamente a mí alrededor. Sentía la vida; desde los animales más pequeños escondidos en el suelo hasta los que estaban en los árboles. No necesitaba uno grande para alimentarme. Sería demasiado para mí. No lo aprovecharía todo.

Entonces recordé y regresé con Mina para hacerle una última pregunta.

—¡Lo siento! —me disculpé— Olvidé preguntarte ¿Comes lo mismo que nosotros?

Miré a mí alrededor, pero no había rastro de Mina ¡Pero qué extraño!

Sacudí la cabeza y continué con mi búsqueda. Concentré mi energía. Cerré mis ojos.

Las presencias se aparecían ante mí como siluetas plateadas, ya que mi energía era plateada como mi marca. Había una ardilla sobre el árbol a mi lado, escondida en su madriguera, mientras que bajo éste, se escondía un zorro cuidando de sus crías. Mi futuro alimento sobrevolaba la tupida población arbórea.

Tensé el arco, mi flecha era energía pura de mi ser. La podía ver a pesar de tener los ojos cerrados, pues la silueta de ésta se dibujaba en el arco; la punta nacía del puente.

Paré mi marcha y observé a mi presa con atención, apuntando en su dirección; ésta parecía tan tranquila, ajena al temprano arrebato de su vida.

Metí aire a mis pulmones, juntando la fuerza suficiente en ambos brazos y solté la flecha, que salió disparada directamente al blanco. El ave cayó desplomada entre los arbustos.

"Nunca dejes que te invada el futuro ni el pasado. El pasado es arrepentimiento y el futuro es remordimiento. Si piensas sobre la vida de tu presa, dejarás que el sentimiento le gane a la razón, al igual que si piensas en las consecuencias de tus actos en la vida de la presa. Tu pensamiento debe estar en el presente, tu presente, donde sabes que aquel cuerpo te presta sus servicios, donde sabes que es necesario para ti"  siempre decía mi maestro, el hombre que me había enseñado el arte de la caza.

Guardé el arco en la aljaba y abrí los ojos.

Mi respiración era agitada. Tomé aire tres veces antes de caminar lentamente hacia el arbusto donde había caído el ave.

—Λδ ανιηē —murmuré para mí misma tomándola de las delgadas patitas. Su cuerpecito inerte se balanceó suavemente, pero ya no había ni rastro de la flecha.

¡Esto me costaría una noche entera de descanso!

—¿Flechas de plata? —preguntó Mina trepada en un árbol cercano— ¿Y visión áurica?

Asentí lentamente.

—No debí habértelo permitido, cazadora. Es peligroso. Deberías usarlo para casos en los que las flechas de plata sean tu último recurso —dijo con una cierta preocupación en la voz.

—Tienes razón —coincidí.

Aunque ya era muy tarde para arrepentirme.

—Será mejor que descansemos aquí. Prendamos una fogata para calentar tu comida —propuso.

La miré extrañada.

—¿No tenemos un punto de encuentro con mi nuevo protector? ¿No tenemos que ir a tu tribu? —pregunté.

Mina rió.

—Lo teníamos. Ahora lo prioritario es que te recuperes, cazadora. Yo iré por el protector y lo guiaré hasta aquí, pero tendrás que prometerme que no te moverás ¿Entendido?

—Esperaré cuanto sea necesario.

Mina bajó del árbol; me pregunté cómo era que mi visión no la había marcado sobre éste.

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