DIECINUEVE

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Behemoth entro a la iglesia detrás de Laila con paso calmado, tratando de mantener la compostura pero sentía como todos eso objetivos y esa aura divina le perturbaban el juicio.

No era la primera vez que entraba en una iglesia, había tenido más contacto con las cosas divinas de lo que le gustaría y a pesar de que había aprendido a sobrellevarlo sin quebrantarse, no podía acostumbrarse a estar cerca de las cosas que pueden causar su destrucción.

Podía sentir de nuevo el dolor de las heridas que llevaban años en su piel, era como si estar en contacto con todo eso reavivara la desagradable experiencia en la que se había visto sometido. Pero aún más que el dolor de las propias heridas, lo que lo desgarraba internamente era la manera en la habian sucedido las cosas.

Pero tenía que ser fuerte y no dejar que cosas que habían pasado hacia ya unos cuantos años le afectarán después de tanto tiempo. Caminaba con los puños apretados y la postura más recta de la que había llevado alguna vez mientras caminaba hacia Zhatfiel y el párroco.

— ¿ Te encuentras bien?— le preguntó Laila que se encontraba caminando a su lado, en sus ojos el pelinegro pudo ver que ella estaba un tanto alarmada por su actitud, aúnque tratara de ocultarla. Sin embargo esta  pregunta lo tomó por sorpresa sacándolo de sus pensamientos y concentración para no dejar que los recuerdos le llenarán la mente.

Él se quedó sin palabras y solo asintió, el pelinegro pensó que ella quizás le seguirá insistiendo pero se quedó callada y su respiración se empezó a acelerar. Llevó sus manos a su cabeza y la tomaba con fuerza. Behemoth sorprendido intentó acercarse a mientras aferraba una de sus manos en los bancos de madera.

Fue cuando la pelirroja calló al piso entre quejidos, Behemoth quería acercase a ella para ver que ocurría. Pero Zhatfiel llegó corriendo desde el fondo con una  copa entre sus manos que en un intento de apartarlo del camino y la rapidez con la que se acercaba volcó el líquido sobre su bícep.

Behemoth cerro los ojos con fuerza y contuvo un gemido de dolor, conocía esa sensación, ese ardor. El sentir que su piel se va a incendiar y que se va a desintegrar en miles de pedazos. Lo que Zhatfiel llevaba en aquella copa era agua bendita.

Behemoth empezó a respirar profundamente y al abrir sus ojos, el rubio sacudida a la pelirroja que se encontraba se rodillas en el piso y con la mirada pérdida en algún punto del espacio.

Tomó asiento en uno de los bancos de madera y levantó la manga de su camisa para poder ver la herida, estaba roja y podía jurar que estaba palpitando al mismo ritmo que su corazón.

Escuchó en su mente las palabras : " Eres un monstruo" volvió a cerrar los ojos con fuerza.

Lo único que lo mantenía en la realidad era la forma en que Zhatfiel llamaba con desesperación a Laila, hasta que esta despertó de su ensueño.

Behemoth escuchó lo conversación a medias. En ese momento solo podía pensar en el dolor, tan fuerte, tan intenso, tan desgarrador que lo sentía hasta en los huesos. Hasta el momento en el que escucho a Zhatfiel decir que era mejor que él y Laila salieran de la iglesia. Behemoth no esperó a Laila, solo salió sin más.

Al salir el sol brillante lo deslumbró, así que se colocó sus lentes de sol y se recostó de la pared de ladrillos de un restaurante en frente de la iglesia. La recuerdos llegaron a su mente.

Un pequeño Behemoth corría hasta llegar a una habitación, no llevaba camisa y tenía el pantalón de jean negro descolorido roto a la altura de la rodilla, estaba sucio y sudado. Cerró la puerta con cerrojo y respiraba aceleradamente, caminó con desgano hasta el espejo y se miró el pecho desnudo, lleno de marcas de cruces, heridas que se encontraban a flor de piel.

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