TREINTA Y SEIS.

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Behemoth se había despedido a regañadientes de Laila, por tener que cumplir con algunos compromisos, pero mientras iba manejando lejos de ella, se sentía mucho mejor de lo que había imaginado.

Jamás le había confiado a nadie lo que había vivido, lo difícil que había sido su niñez y lo horrible que se había sentido por ser el causante de la locura de su madre. También estaba sorprendido de haber sido capaz de confesarle lo que sentía por ella.

Cuando habían discutido en la mañana se había sentido realmente indefenso y vulnerable, pero para su sorpresa su madre había notado su incomodidad.

— Hijo ¿ Estás bien? — le preguntó con dulzura, aunque solo preguntaba por meta cortesía porque ya conocía la respuesta.

— Si, estoy bien, solo pensando en algunas cosas nada más — le había contestado él con rapidez.

Con la intención de dejar el tema pasar, normalmente afrontaba sus sentimientos a solas o simplemente los ignoraba, pero ya no era capaz de ignorar el poder que ejercia Laila sobre él y el no saber cómo parar lo estaba matando.

— Mmmm, ya. Pues, si me permiten darte un consejo— le dijo despacio, esperando no incomodarlo, siempre esperando su reacción.

Al ver que él no se negó, ni dijo nada en lo absoluto continúo.

— A veces no tienes que pensar tanto las cosas, solo hacerlas si sientes en tu corazón que es lo correcto y si te equivocas, te vuelves a levantar con la cabeza en alto. No eres un perdedor o un debilucho por fallar— le peino el cabello con los dedos— en algunas ocasiones es necesario ser vulnerable.— le sonrió.

Behemoth no estaba seguro de si su madre podía leer mentes y en realidad sabía lo que estaba pasando o si simplemente fue un consejo al azar que siempre le quiso dar a su hijo.

De cualquier forma sirvió para llenarlo de ánimo y salir en busca de ella, contarle lo que más lo atormentaba de su pasado.

Para su suerte y a pesar de su miedo, ella había reaccionado de la mejor manera posible, lo había escuchado y lo más importante lo había entendido. No lo juzgo ni lo recriminó como había imaginado que haría.

Se había abierto un mundo de posibilidades para él ahora y no quería desperdiciar el tiempo.

Debía de llegar lo antes posible a su "reunión" con Evan.

Lo había citado de manera muy  misteriosa a las 2 am.

Sabía que su conversación debía tratarse de la desaparición de Laila. De cierto modo el castaño le causaba un poco de pena a Behemoth.

Él realmente quería a ella  y lo más importante para él al igual que para Behemoth, aunque no lo pareciera él quería su bienestar.

Aún así era conciente de que no podía decirle nada acerca de la ubicación de Laila, por más pena que le causara ese chico.

Behemoth sabía que lo había arruinado varias veces en el pasado, pero hacerlo ahora sería ponerla en peligro y jamás se atrevería a hacer algo así.

El camino hasta la costa del sur era un poco largo y le recordaba los paseos que hacía con su padre los fines de semana.

Cuando el sol brillaba en lo alto y los niños jugan en la orilla del mar, con la nariz llena de bloqueador solar y los pies hundidos en la arena.

Behemoth suspiró mientras se detenía en frente de una vieja casita de madera abandonada dónde solían vender helados a las acaloradas personas que rondaban la playa.

Era muy temprano aún y la playa estaba desolada, el ruido de las olas era como una arrolladora canción de cuna para Behemoth a quien le fue fácil visualizar a Evan, se encontraba sentado a la orilla de la playa con los pies descalzos y las piernas del pantalón enrrolladas hasta las rodillas.

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