TREINTA Y UNO

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A laila le había costado recobrar el sueño esa noche, cuando se había despertado de su desmayo eran las 3 Am, aún quedaban alguna estrellas brillantes en el cielo.

Ella salió al balcón a admirar el cielo y el bosque a penas era  iluminado por la luna y las estrellas, la brisa fría le recorrió la columna vertebral y le enfrió las mejillas.

Llenó sus pulmones con el aire fresco de la naturaleza, no podia dejar de sentir culpa por Jeff, sentir que ella era la única responsable del terrible destino que le había tocado.

Después de todo había tenido razón Jeff la había cuidado siempre, era un verdadero ángel como lo había sentido el primer día en que lo vió.

Y nadie podría quitarle de la cabeza que él había dado su vida por ella.

Laila movió la silla que su padre había llevado hasta su habitación y la colocó en el balcón, apagó la luz y se sentó en ella a admirar el paisaje.

No supo cuando se había quedado dormida pero si sabía que ahora sufría de un horrible y severo dolor de espalda.

Se había despertado al oír la puerta abrirse.

—¿ Hija mía, Dormiste aquí? — le preguntó atónito y un poco preocupado Dis.

— Así parece — le sonrió.

Laila se había dado cuenta en poco tiempo que no podía permanecer molesta con su padre, en realidad podía sentir su preocupación por ella y eso le causaba ternura.

— Lamento mucho despertarte, cariño, pero vine a traerte eso— levanto las cosas que traía en la mano .

Dis estaba vestido con un pantalón de pijama de rayas rojas y verdes, junto con una camisa de algodón verde. Tenía el cabello negro un poco despeinado, se veía más joven y tan impropio en él que causaba un poco de gracia.

— Es ropa que tu madre dejó aquí, no sé si sea de tu gusto. Puedo comprarte algo luego, si lo prefieres.— suspiró— También algunos productos de aseo, pensé que te gustaría, darte un baño o algo.

Laila le volvió a sonreír.

— Gracias, es perfecto.

Después de darse un baño y lavarse el cabello, laila se sentía mejor. Se había colocado la ropa que le había llevado su padre.

Un vestido de tirantes de color azul cielo que resaltaba sus ojos, le llevaba hasta el inicio de las rodillas.

El vestido olía a ella y usarlo la hacia sentir más cerca de su madre de lo que se había sentido nunca.

Al regresar a la habitación, su padre también le había dejado unas sandalias bajas a juego que a decir verdad no eran su estilo, pero las usaría de todas formas.

Antes de salir de la habitación el teléfono de laila vibró en cima de la mesita de noche blanca, donde lo había dejado antes de entrar en el baño.

Ella se acercó para mirarlo, tenía un montón de llamadas de sus padres, de Evan e incluso algunas de Behemoth y Zhatfiel.

Se mordió el labio inferior.

Se sentía realmente mal, por preocuparlos a todos de esa manera, pero su Dis había sido claro con respecto a que no podía decirle a nadie en donde estaba.

Aún así quería llamar a Evan, decirle que estaba bien y pedirle disculpas por no haber llegado a su cita de la noche anterior.

Laila bajó hasta la sala, en donde su padre, recién cambiado con un traje nuevo de color gris, se encontraba sentado en la mesa, junto con Behemoth que aún usaba la ropa del día anterior que aún así lucía impecable.

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