TREINTA Y CINCO

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Eran las 2:00 am del lunes el cielo azul oscuro empezaba a  aclararse lentamente mientras que la brisa fría hacia bailar las platas. En medio de la silenciosa noche Evan se encontraba sentado en el piso con las piernas cruzadas en medio de la oscuridad y entre el enorme lío que era su habitación en ese momento.

No había sido capaz de dormir desde hace unos días y todo por pensar en ella, en Laila.

Su cabeza estaba a punto de explotar, sabía la perfección que debía hacer ahora, pero su mente era un completo enredo.

En medio se la oscuridad que lo envolvía tomó su teléfono entre una montaña de ropa.

Marcó un número con rapidez y esperó a que la persona del otro lado de la línea atendiera a su llamada.

— Tenemos que vernos, no puedo seguir esperando.

(...)

Laila se habia quedado recostada sobre el mueble de la sala luego de que Behemoth se hubiera ido.

Se había sentido como una verdadera estúpida al verlo marchar.

Su padre había llegado unas cuantas horas más tarde, al encontrarla en esa posición y al percatarse de que ella no había tocado su desayuno le pregunto si se sentía bien.

Ella le había contado lo que había sucedido, la conversación con Behemoth y luego su huida.

A lo que su padre le había dicho que al menos lo había intentado, que había tenido la mejor Intensión al Intentar disculparse con él.

Dis soltó un suspiro.

— Es valiente reconocer que te equivocaste, aún más pedir disculpas sinceras. Estoy seguro de que tocaste una fibra sensible en él y por eso se ha ido de esa manera, no te sientas derrotada por ello. — le dijo con suavidad.

Asi que ahora que el cielo se había oscurecido y el día estaba a punto de llegar a su fin. Se encontraba en su habitación recostada sobre su cama Intentando ser un poco más optimista.

— Como desearía tener conmigo mamá— dijo a la fotógrafia.

La había tomado de la sala en donde se encontraban los tres, su madre, su padre y ella, los últimos momentos felices que tuviera como una familia feliz.

Dejó la fotógrafia en la mesita de noche, recostandose de lado para poder observala.

— Te voy a encontrar.— prometió.

Laila se sentía preparada para dejarse llevar por el sueño cuando oyó un ruido proveniente de la parte baja de su balcón.

Se quedó en silencio un momento, pensando en que quizás se tratase de alguno de los animalitos del bosque.

Pero junto antes de que lo dejara estar, volvió a escuchar ese sonido.

Laila se levantó lentamente y se acercó al balcón, aún no quería llamar a su padre, podría no ser nada, quería asegurarse primero de que se trataba antes de hacer algún escándalo innecesario.

Era muy poco probable que algún ladrón intentara adentrarse en la casa, nadie conocía la ubicación de esa casa.

Laila salió  al balcón, el aire fresco le golpeó el rostro poniéndole la piel de gallina.  Cuando de repentinamente una pequeña piedra golpeó su mejilla.

Auch, pensó.

— Lo siento— murmuró alguien desde abajo.

Laila bajó rápidamente la mirada con la mano posada en su mejilla.

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