CATORCE

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Laila no había ido al día siguiente al consultorio de Jeff como había prometido, pensó que no era necesario pues, hablar con Evan y que las cosas volvieran a la normalidad le había quitado todas la preocupaciones.

Decidió que ignoraria lo sucedido, después de todo la mejor solución de los seres humanos era ignorar todo lo que no puede cambiar y seguir como si eso realmente no existiera.

Esto te permite vivir feliz dentro de tu burbuja hasta que la realidad tome la forma de un chinche y explote las paredes de tu estabilidad.

Laila, como todos esperaba que eso no sucediera y realmente se había confiado, estaba pasándola tan bien con Evan la última semana, que se había olvidado, que no siempre porque ignores algo significa que mágicamente dejará de existir.

La pelirroja y su mejor amigo se encontraban en la fila para comparar las entradas del cine, que a decir verdad la espera se había hecho larga, pues ese día se estreba una película que había sido un boom total desde que lanzaron su tráiler.

Estaban riendo y esperando, mientras la cola avanzaba lentamente.

— En serio no logro entender la fascinación por venir a ver la película a la sala de cine, cuando podemos comprarla y verla en casa — le dijo ella mientras hacía un puchero, a Laila no le emocionaban mucho la espera y mucho menos la multitud de personas que la rodeaban gracias al estreno, sobretodo porque ellos también iban a ese mismo filme.

— Pues, te diré mí pequeño saltamontes. No es sólo el hecho de que vamos a ser unos de los primeros privilegiados en ver la película, no, es también el hecho de oler el aroma de las palomitas recién hecha con mantequilla derretida. Todo eso hace que sea especial. — le explicó con ilusión a lo que Laila rodó los ojos.

— Podríamos comprarla y hacer las palomitas en el microondas y si quieres le ponemos mantequilla— le dijo ella encogiéndose de hombros, se había puesto una chaqueta de jean, una bufanda y un lindo gorro tejido. Ya había empezado a hacer frío y lo menos que quería era pescar un resfriado.

— No es lo mismo— se quejó su mejor amigo cruzando se brazos a lo que Laila soltó una carcajada, volteando el rostro.

La fachada del cine era abientado como un viejo teatro, con sus luces amarillas que enmarcan el nombre y la cartelera con las películas del día, unas puertas grandes y giratorias de vidrio y antes de ellas se encontraba la taquilla de ventas.

Las luces de todo el establecimiento eran tan brillantes que hacia que todo  lo demás a su alrededor se viera tan oscuro como un callejón abandonado.

Al girar la mirada, Laila distinguió algo que al principio le pareció una sombra borrosa y oscura, pero al parpadear rápidamente y  acostumbrar su visión a la escasa iluminación que había más allá de establecimiento pudo darse cuenta de que era una persona, una persona que los miraba a ellos desde la esquina del cine y se sobresaltó al darse cuenta de que reconocía levemente a ese sujeto o al menos eso me pareció.

Laila lo miró directamente intentando adaptar más su vista a la oscuridad que lo rodeaba para poder ver si realmente era el mismo chico que había visto la noche que había soñado con Dis o sólo era una mera casualidad y ella estaba empezando a ponerse paranoica, pero mientras ponía toda su concentración en detallar a aquel chico misterioso Evan llamó su atención.

— Oye, Laila — le dijo mientras le tocaba el hombro— ¿Está todo bien?.

— ¿Eh? ...— le preguntó desconcertada y luego reaccionó, volteó para verlo a la cara y sonreírle descuidadamente — Si, si.— le contestó con rapidez, para luego volver su mirada a la esquina del cine que se hallaba ahora desierta.

PECCATUMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora