Behemoth se sentía horrible por decirle la verdad a Laila de esa forma. No tenía porque haberle dicho, y lo sabía, aún no era el momento indicado para que ella supiera la verdad, sin embargo él explotó y le contó la verdad como excusa, para no aceptar que se estaba quemando por dentro por el simple hecho de saber que ese esperpento de su mejor amigo iba a salir con ella.
Porque ese humano si podía salir con ella con normalidad, con naturalidad, pero él no. Behemoth se dió cuenta en cuanto las palabras salieron de su boca que la había roto, que la había vuelto pedazos con una sola oración. Verla templar y llorar, escuchar que aún así ella le pedía piedad, deseando que todo aquello fuera una cruel mentira.
Ya no había manera de solucionar lo que había roto, no podía recoger los pedazos y mucho menos había manera alguna de regresar el tiempo y contenerse. Se comportó como un idiota, como un niño que no sabía manejar sus emociones y eso era, un completo y gran estúpido.
Ella los había echado a él y a Zhatfiel de su casa y al salir se había quedado observando la fachada de la casa. Era la segunda vez que él causaba una crisis en Laila, no podía entender porque había nacido para hacer pedazos todo lo que tocaba, todo lo que empezaba a querer.
Behemoth tenía 11 años cuando todo pasó, recordaba haber estado jugando en su cuarto escondido debajo de la cama que su madre le había dado, con su carro de juguete que le había regalado su padre en su cumpleaños número 7.
El padre de Behemoth, Azazel, era un hombre alto de manos delgadas y angulosas facciones, poseía el cabello de un marrón oscuro y ojos grises tan oscuros que podrían pasar por azules.
Hacía ya dos semanas desde que su padre lo había dejado en las horribles manos de su madre, recordaba las palabras que le había dicho este antes de irse.
— Hijo, mí muchacho. Quiero que sepas que todo esto lo hago por ti, por tu futuro, para que seas mejor persona de la que yo soy. — le dijo colocándose a su altura, pero para Behemoth no había mejor persona en el mundo, que él, su padre. No quería ser mejor que él, quería ser igual que su padre algún día — eres mí mayor orgullo — le agitó su cabello oscuro.
Behemoth y Azazel había vivido juntos desde que Behemoth tenía 5 años y sus padres se habían separado, él desconocía la razón solo sabía que no había visto a su madre en 6 años y que se encontraba nervioso por verla.
Behemoth constantemente se quedaba despierto por las noches preguntándose porque su madre no quería verlo.
Su padre le decía que era porque su madre era una mujer muy ocupada, pero que se moría de ganas por verlo y abrazarlo.
Azazel le dió una última sonrisa a Behemoth quien se meneaba inquieto.
Azazel tocó la puerta de la casa de color naranja, la fachada de la casa no tenía nada en especial, no habían plantas sembradas en el jardín y Behemoth de haber pasado sin saber, jamás pensaría que alguien viviera allí, tal vez que fuera una casa en venta o abandonada, pero jamás una casa habitada.
La madre de Behemoth, Laura, abrió la puerta. Era hermosa pensó Behemoth, delgada, de cabello largo y negro, sus ojos eran oscuros.
Usaba una camisa de botones de color negro y una falda de tuvo color beige, que enmarcaban sus largas piernas.
Los miró con el ceño fruncido.
— ¿Qué hacen aquí? — se dirigió a Azazel, no sé atrevió a mirar al pequeño.— Te dije claramente que te lo llevaras— le recriminó.
Azazel le colocó una mano protectora sobre el hombro a Behemoth, que miraba a su madre con miedo.
Pudo notar que los tres primeros bontones de su camisa se encontraban abiertos y que usaba un collar extraño en su cuello, lleno de bolitas doradas unas más grandes que otras y al terminar lo que parecía una cruz.
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PECCATUM
Teen FictionUn pequeño secreto por años oculto debía estar. Una pequeña niña de cabello rojizo escondida en el mundo humano se quedará. Más a salvo no se encuentra ya. Un ángel y un demonio la han de ayudar a encontrar al ángel y revelar la verdad. Más sin emba...