Laila se quedó un rato sentada sobre el escalón de madera de la entrada, esperó a que su respiración y su pulso volvieran a la normalidad, no quería cerrar los ojos, pues podia ver con claridad la imágen de Ariel amarrada a una silla de madera, demacrada y sucia.
Cuando estuvo segura de que no iba a volver a ser envuelta por la oscuridad y que se había calmado lo suficiente, se levantó y entró en la casa.
Dis se encontraba de pie, apoyando las manos sobre la mesa e inclinado sobre esta como si analizara algo en ella, la luz del sol reflejada en su piel lo hacía ver brillante resultando junto con su cabello oscuro. Pero al oír la puerta abrirse se dió la vuelta.
—Oh, hija mía. Pensé que estarías en tu habitación— le dijo con cariño y luego de observarla con atención.
Alzo una ceja al llegar a sus pies descalzos y sucios.
Laila se balanceo adelante y hacia tras sobre sus talones.
—¿Pero qué te pasó? ¿Estás bien? —le preguntó desconcertado.
Por un momento laila fue presa del panico de que aún hubiera un poco de conmoción en su rostro y Dis pudiera notar, pero luego recordó que la sorpresa de su padre podría deberse a sus pies descalzos llenos de barro y hojas secas.
— Eh... No nada grave, solo quería... correr un poco y pensé que este no eran el calzado adecuado para ello — dijo alzando las sandalias que llevaba en la mano derecha, le sonrió con inocencia.
Que en realidad era cierto, no estaba mintiendo o al menos no en eso.— Entonces me las quité, por eso estoy un poco sucia— le sonrió.
Laila no estaba segura de contarle a Dis sobre lo que acababa de ocurrirle, no quería preocuparlo más de lo que ya estaba. Además de que si quería que él la dejara ayudar a salvar a Ariel, no podía darle más razones para que quiera cuidarla.
Y también cabía la posibilidad de que lo que ella hubiera visto hace un momento fuera producto de su propia preocupación y no diera real.
—Iré a limpiarme — le dijo y empezó a avanzar con prisa hasta las escaleras.
Cuando estuvo en el último escalón Dis llamó su atención.
— Hija ¿ Está todo bien?— le preguntó con suavidad.
Laila tenía el pie derecho sobre el escalón y le daba la espalda cerró los ojos momentánea mente y luego giró su mirada hacia él y lo miró con cariño, le sonrió.
— Si, si todo está bien. No te preocupes, de verdad — le contestó.
Y Dis asintió en silencio.
Laila subió las escaleras hasta el baño.
Después de limpiar sus pies y colocarse nuevamente las sandalias, Laila se había quedado en su habitación, dando vueltas en ella.
No tenía nada que hacer o alguien con quién hablar, tenía su teléfono, pero no le servía de nada si no podía llamar a sus padres, decirles que estaba bien y que no se preocuparan por ella, que la disculparan por huir así de ellos.
Pero ellos querrían saber dónde había estado todo este tiempo y a diferencia de Evan no se quedarían tranquilos cuando ella les dijera que no podían saber en donde estaba y que no podía explicarles porque había huido de esa manera.
Por lo que llamarlos no era una opción.
Suspiró, peinó su cabello rojizo hacia tras, decidió salir y caminar un poco por la casa.
En el segundo piso habían al rededor de 6 puertas, de las cuales laila solo conocía solo 3. Su habitación, el baño y había podido apreciar un poco del despacho de Dis antes de perder la conciencia.

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PECCATUM
Novela JuvenilUn pequeño secreto por años oculto debía estar. Una pequeña niña de cabello rojizo escondida en el mundo humano se quedará. Más a salvo no se encuentra ya. Un ángel y un demonio la han de ayudar a encontrar al ángel y revelar la verdad. Más sin emba...