TRES

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Murmurando y revolviéndose en la cama se despertó con la respiración agitada y el pulso retumbándole en los oídos, abrió los ojos con miedo, aún con el dolor y la desesperación del sueño. Trató de tranquilizar su respiración y de calmar el incesante dolor que sentía en su interior.

— Laila, cariño— su madre le habló con delicadeza y ternura, la pelirroja no se había dado cuenta que su madre la ha estado observando con detenimiento desde hace unos cuantos minutos.

Laila la observó sentada en la orilla de la cama, con sus ojos claros aguados y su cabello oscuro estaba recogido en un moño en la nuca, su uniforme de color azul cielo un tanto arrugado.

— Mamá ¿Qué pasa?— le preguntó con preocupación mientras se acomodaba en la cama para estar sentada al frente de ella.

— Nada, hijita— Dijo parpadeando con rapidez para alejar las lágrimas que amenazaban con salir despavoridas,  la pelirroja estaba segura de que su madre la había visto y la había escuchado murmurar sobre Ariel, pero ¿Por qué no se lo mencionó?.

— ¿Acabas de llegar de la guardia?— le preguntó como si no acabara de tener una pesadilla y su madre no estuviera a punto de llorar por la preocupación.

Pudo notar que la ventana que se encontraba a espaldas de su madre estaba abierta de par en par ¿Estaría así desde que ella había llegado? No lo recordaba.

— Si, cariño. Acabo de llegar ¿ Tú dónde estabas? — le dijo mientras se limpiaba,ñ con el dorso las mejillas, Laila la observó confundida y luego recordó que se había quedado dormida vestida  aún con la ropa de la noche anterior.

— Ah, Evan y yo fuimos a una fiesta anoche — le contesto la pelirroja mientras le tomaba la mano de su madre. — ¿Estás segura de que está todo bien? — le preguntó con preocupación mientras le sobaba con el pulgar el dorso de la mano.

— Si cariño, no te preocupe.

— ¿Dónde está papá? — le preguntó para distraer la atención.

— No lo sé, no estaba en nuestra habitación, quizás se quedó dormido en el estudio. Iré a ver — le dijo mientras se levantaba de la cama y le daba un beso en la coronilla y la pelirroja la veía con cautela— Está todo bien, cariño.

Después de que su madre abandonar la habitación se levantó sin ganas y cerró la ventana, la observó sin realmente estar viendo nada en realidad.

Los recuerdos de su sueño la perseguían y aún se sentía sola y abandonada, Ariel había hecho que su niñez fuerza buena, haciéndola sentir especial, cuando hacía algo malo y todos la veían con horror, cuando la trataban como si no perteneciera a esos lugares, como si ella no fuera una persona más.

Pero Ariel no era real, no es real y por tanto su abandono tampoco lo es, entonces ¿Por qué se siente tan mal? ¿Por qué siente un dolor abrasador que no la deja respirar? Alejó la vista de la ventana y se dirigió a la ducha.

Después de un largo y tendido baño se vistió con un suéter ancho de color rojo y un short, con el cabello amarrado en un moño sacó su carpeta de dibujos en donde guardaba, desde los 7 años, los dibujos que había hecho de Ariel.

Habían dibujos de Ariel y ella,  sonriendo, comiendo helado, saltando sobre la cama. Los vio con detenimiento hasta que su madre volvió a entrar en la habitación.

— Lali, tengo que comprar unas cosas en el súper ¿Quieres venir conmigo? Acabo de decirle a que tú papá que vaya a dormir a la habitación, así que no se va a levantar en un buen rato— le dijo su madre con dulzura.

Laila acompañaba a su mamá en su Jeep rojo, con las ventanas abajo el aire le helaba las mejillas y le hacía bailar el cabello.

Con los pies descalzos sobre el salpicadero, mientras una arrulladora melodía de música clásica la envolvía, su madre conducía con la visita fija en la carretera, mientras la pelirroja iba con los ojos cerrados tras los lentes de sol oscuros.

PECCATUMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora