El tráfico fluía con libertad en la avenida, las personas circulaban con normalidad. Algunos paseaba perros, otros corrían y otros solo caminaban dirigiéndose al trabajo o a sus casas.
Pero lo que especialmente le llamó la atención a Laila Henman, fue una pareja sentada en el café de la esquina, en las mesas que se encontraba a fuera del local, bajo una sombrilla de rayas rojas y blancas.
La chica le sonreía ampliamente al chico mientras este le hablaba, tal vez de su día o le contaba alguna anécdota de su vida.
La pelirroja puso más atención en ellos y solo le quedaba imaginar que decían, quería averiguar por qué razón ella no dejaba de sonreírle ¿Qué sería tan gracioso? O ¿sólo es el efecto que causa el estar enamorado?
—Hey, Laila. Te recuerdo que estamos en una cesión y todavía no me haz dicho que ocurre.
llamó su atención Jeff, su psicólogo de cabecera al cual veía con bastante frecuencia desde que ella tenía 8 años y la habían diagnosticado con fuertes problemas de ira.
— sabes que para progresar, es necesario que me cuentes que ocurre.
Jeff era joven. Se había graduado con anterioridad por ser un súper dotado en la materia. Tenía unos ojos de color marrón claro los cuales siempre se mostraban compresivos y pacientes, también le ofrecía una sonrisa de consuelo y cuando todo salía bien una paleta de fresa.
Por un momento vinieron a su cabeza recuerdos de sus primeras cesión con Jeff.
—Laila ¿Por qué le lanzaste esa silla a ese chico?—le habló un más aún joven Jeff, sus ojos brillaban y su rostro mostraba tranquilidad.
La joven pelirroja de 8 años usaba un vestido rosa, un poco sucio el cual se sacudía con ímpetu tratando de limpiarlo un poco, odia estar sucia.
Sus ojos de un azul claro como el cielo y sus mejillas regordetas la hacían ver angelical, completamente incapaz de meterse en algún problema.
Sin embargo ahí estaba, esa pequeña diablilla en su segunda sección con el doctor Jeff. Demasiado pequeña para el mueble de los pacientes, lo cual le causaba gracias constantemente al Doctor.
— Me llamó imbécil y había empujado a mí amigo — dijo Laila con una vocecita tierna pero molesta, cruzó los brazos y sus ojos se oscurecieron.
— Te ofendió, pero esa no es una razón para lanzarle sillas a nadie, bajo ninguna circunstancia ¿Me haz entendido? —le dijo con suavidad.
Normalmente Laila confiaba en Jeff, de hecho le gustaban sus cesiones sentía que le ayudaba con sus problemas, aunque no lo admitiera.
Pero ese día en especial se sentía con un ánimo de mierda y todas sus ganas de hablar se las había llevado el consejo blanco al país de las maravillas, era uno de esos días en los que su mal genio era más potente.
Solo quería estar sola y encerrada o estando en cualquier otro lugar que no fuera, el consultorio del Dr sonrisas complacientes. Dando una última mirada a la pareja que ahora discutía, observó cómo la chica le tiraba el café caliente en la cara al chico y lo dejaba solo, con una sonrisa pícara la pelirroja dirigió su mirada a Jeff.
— Siempre que vienes, dices que odias estar aquí, pero siempre regresas con puntualidad para cada reunión ¿Por qué? — le preguntó tomando un sorbo de su habitual té de manzanilla.
—Hay una parte de mí, que cree que me ayudas —dijo la pelirroja subiendo los hombros sin darle mucha importancia.
En su consultorio el Dr Jeff poseía una gran cantidad de cuadros tanto de artistas reconocidos como de otros no tan reconocidos y a un lado había un dibujo que ella misma le había dado a los 9 años, para mostrarle a sus "amiga imaginaría" ver a Ariel sonriente en ese dibujo le dio dolor así que cerró los ojos con pesar, Jeff la observó con curiosidad.
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PECCATUM
Teen FictionUn pequeño secreto por años oculto debía estar. Una pequeña niña de cabello rojizo escondida en el mundo humano se quedará. Más a salvo no se encuentra ya. Un ángel y un demonio la han de ayudar a encontrar al ángel y revelar la verdad. Más sin emba...