TREINTA Y SIETE

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El tráfico del medio día era insoportable, mucho más para alguien que tenía prisa y ese alguien era Behemoth.

Normalmente hubiera esquivado el molesto tráfico pasando con su moto en medio de las filas de autos que esperaban, pero lastimosamente en ese momento había un gran cantidad de autos tan unidos que no permitían el paso de su moto.

Estaba realmente desesperado, cada minuto que perdía en ese maldito tráfico era un minuto en que podían estar torturando a Laila y a Dis.

No quería pensar que ya había pasado lo peor, quería crees que aún tenía la oportunidad de salvarla.

Como un milagro del mismísimo cielo la gran fila de autos empezó a moverse, aún no acabando con el tráfico pero si dándole la oportunidad de pasar entre ellos.

Arrancó con fuerza y salió disparado, cruzando calles y avenidas, casi llevándose por delante a una pobre anciana que intentaba cruzar la calle.

Behemoth pudo llegar a la residencia en donde Zhatfiel vivía. No había tenido tiempo para llamarlo antes y realmente pedía silenciosamente que se encontrara en casa y no haciendo quien sabe que en algún otro lugar

Subió hasta el departamento de el rubio y tocó la puerta con desesperación.

Por un momento tuvo miedo de derrumbar la pero ignoro su sentimiento de culpa y continuó tocando.

La puerta se abrió y Zhatfiel apareció en el umbral, ya no llevaba el traje blanco que le había visto esa mañana en la playa, si no un par de pantalones y una camisa blanca.

Miró al pelinegro con sorpresa, levantó su ceja derecha mientras le preguntó.

—Behemoth ¿ Qué haces aquí? — se rasco la parte trasera de la cabeza.— ¿ Es sobre la información del padre de Laila? Porque no te esperaba tan pronto por aquí.

Lo hizo a un lado y se abrió paso en el departamento.

Parecía el mismo de siempre, en realidad él no le prestó mucha atención a si  en los últimos días había decidido cambiar la decoración o cambiar el color de las paredes.

Empiezo a caminar en círculos dentro de la sala de estar.

— Zhatfiel, jamás pensé decir esto y estoy seguro de que jamás imaginaste que yo iba a venir hasta tú departamento a decirte eso — se detuvo y lo miró fijamente.

El rubio volvió a alzar una ceja.

— Esto se está poniendo muy raro — le comentó un tanto incómodo.

— Necesito tu ayuda, de verdad, de verdad necesito tu ayuda en este momento— le dijo tomado el rostro  de el rubio entre sus manos.— Jamás en mí vida he hablado tan en serio.

Zhatfiel lo miró impresionando, quitó con delicadeza las manos de Behemoth de su cara.

— Bien, de acuerdo te ayudaré. Pero primero intenta calmarte— intentó tranquilizarlo.

Se soltó de su agarre.

— No puedo, no puedo calmarme. La encontraron y se la llevaron, se la llevaron y es por mí culpa— le dijo con rapidez— tenemos que encontrarla. Eres el único que puede ayudarme a encontrarla.

—¿Se la llevaron? ¿ A quien se llenaron?— le preguntó confundido.

Behemoth estaba perdiendo la paciencia y empezaba a arrepentirse de que su primera opción fuera el lento angelito.

— A Laila, se la llevaron. Tenemos que encontrarla— le dijo con rapidez.

Zhatfiel lo miró por un momento y luego habló de nuevo.

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