El despertador, empezó a sonar con puntualidad a las 6: 30. Cuando los rayos del sol aún eran débiles destellos que empezaban a entrar por la ventana.
Laila abrió los ojos con dificultad, el leve destello del sol le hizo doler la cabeza, así que los volvió a cerrar ¡Maldito despertador! Lo apago con dureza y se levantó frotándose la sien, comprobó con ansiedad que el dibujo de aquel hombre de ojos azules aún estaba en su mesa de noche.
Un escalofrío le recorrió la columna vertebral, al recordar a la persona de suéter gris que se encontraba viendo por su ventana la noche anterior. No es nada, no es nada, se dijo.
Se metió en la ducha, mientras el agua caliente caía sobre su piel y se llevaba la tensión que le habían dejado sus malos sueños, se quedó ahí hasta que el agua fría empezó a caerle sobre el cabello. Después de vestirse con lentitud, bajó a la cocina para encontrarse con la escena habitual de todas las mañanas.
Su padre preparando el desayuno con una sonrisa y su madre sonriéndole somnolienta, con su uniforme después de su turno de noche, con su taza de café de color rosa entre los dedos.
Su madre era enfermera y usualmente tenía turnos nocturnos en el hospital y su padre era un abogado de renombre y siempre se encarga de dejar todo listo para cuando su mamá llegaba del trabajo.
La pelirroja se sintió bien, la rutina mañanera tan común la reconfortaba y le daba seguridad, sabiendo que todo estaba bien, que todo era normal.
Se sentó en la mesa al lado derecho de su madre, mientras su padre se apresuraba a servirle su desayuno con paso bailarín.
— Buenos días mi princesa Laila— le sonrió su madre mientras le acomoda un mechón de cabello detrás de la oreja con ternura.
Princesa Lali era como la había llamado su primo mayor Denis cuando la había visto por primera vez de bebé, había dicho que era tan hermosa y angelical como una princesa de cuentos, solo él y su madre la llamaban de esa forma, hasta que Denis murió y ahora solo su madre lo usaba de vez en cuando.
—¿Cómo estuvo la guarda anoche?— le preguntó la chica mientras tomaba un bocado de sus huevos revueltos.
—Bien, tranquila.— le contestó su madre con ternura, mientras reprimía un bostezo.
Su madre era una enfermera nata, el ayudar los demás era algo que se le daba con naturalidad y Laila la admiraba por ello.
-—Laila, cariño ¿Dormiste bien anoche? — le preguntó su padre con nerviosismo, los ojos oscuros de su padre se veían cansados y preocupados, Laila no se había dado cuenta de lo viejo que estaba su padre hasta ese momento.
-—Si... ¿Por qué? — soltó con tranquilidad, se le daba bien mentir, pero no le gustaba.
Tenía facilidad para engañar, pero siempre le dejaba mal sabor de boca después de hacerlo y se le empezaba a abrir un nudo en el estómago, se obligó a seguir comiendo.
Entonces sus sentidos se activaron ¿Me habrá escuchado mí padre anoche? No, no, no puede ser. Habría entrado en la habitación, habría, habría... Empezó a pesar con rapidez, mientras movía la pierna derecha con rapidez contra el suelo de madera.
— Es que tienes unas ojeras espantosas — le dijo su madre con suavidad, se relajó. Pero aún podía ver la inquietud en los ojos de su padre.
El resto del desayuno se basó en historias de los pacientes de su mamá, para cuando ya acabaron todos de desayunar. Laila se despidió de ambos con un beso y se dispuso a caminar al colegio.
Volteaba sin parar, pues la sensación de ser vigilada no la dejaba en paz, había tropezado muchas veces llevándose a las personas por delante. Después de hacer caer a un niño de 5 años y que su madre la viera con cara de quererla ahorcar, se maldijo mentalmente y se dijo que dejara de ser tan paranoica.
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PECCATUM
Teen FictionUn pequeño secreto por años oculto debía estar. Una pequeña niña de cabello rojizo escondida en el mundo humano se quedará. Más a salvo no se encuentra ya. Un ángel y un demonio la han de ayudar a encontrar al ángel y revelar la verdad. Más sin emba...