El cielo se había teñido de naranja mientras que el sol se ocultaba, Evan se habia arreglado lo mejor que había podido y como nunca en su vida.
Estaba seguro que de había tardado al rededor de unas 3 horas arreglándose, eligiendo que usar y como llevar el cabello.
Al final se había decidido por unos jeans negros y una camisa gris de algodón, sobre la que puso un saco negro, no quería ir muy formal, pero tampoco quería verse como todos los días.
En el cabello se había echado gel y lo había peinado de todas las formas posibles hasta que lo dejó ser, su cabello castaño le caía con naturalidad sobre la cara.
Muchas chicas dirían que Evan era un chico bastante guapo, no pasaba desapercibido entre un grupo de chicas.
había recibido invitaciones para citas con algunas de las chicas del colegio y otras tantas con las que se había topado en fiestas, pero todas lo aburrían en cierto punto. La única que jamás lo hacía era Laila.
Su madre solía decile que era un capricho y que una vez que ella aceptara salir con él se daría cuenta de que en realidad no le gustaba tanto como había pensando todos esos años.
Pero ella acepto salir con él y no se sentía diferente, tal vez un poco más emocionado, nervioso quizás. De lo que si estaba seguro era que no se permitiría arruinarlo.
Al fin le había dado una oportunidad y la aprovecharía.
Planeaba llevarla a un restaurante italiano del centro, su restaurante favorito, el Mías.
Laila amaba su pasta carbonara, así que allí la llevaría.
Con paso bailarín llegó hasta la puerta de la casa, tomó las llaves de su BMW del colgadero en forma de vaca que había hecho Evan en la primaria, que su mamá guardaba con tanto cuidado y salió.
Un sentimiento de duda lo absorbió, pero se dijo que eran por los nervios, que no debía preocuparse. No la llamó en el resto del día para no agobiarla y que decidiera no ir a la cita.
Pero ahora mientras conducía hasta su casa, no podía dejar de sonreír como un idiota.
Al llegar a la casa de Laila, Evan se dió cuenta de que las luces de la casa se encontraban apagadas, la casa en su totalidad se encontraba a oscuras.
Evan se bajó del auto y se acercó a la puerta pensando que tal vez Laila se encontrara sola y quizás se hubiera quedado dormida esperándolo o solo estuviera a oscuras mirando a la nada.
Tocó el timbre, sus manos temblaban aún no podía creer que eso no era un sueño. Se movía con impaciente en la puerta a la espera de su cita.
La puerta se abrió y para la sorpresa de Evan, no era Laila quien se encontraba en el lumbar, era Elena, la madre de laila.
Sus ojos claros estaban rojos e hinchados, pensó Evan que se debía a qué la madre de Laila tomaba turnos nocturnos en el hospital, su cabello oscuro estaba suelto llegandole hasta la mitad de su espalda.
Usaba su uniforme de enfermera, miraba a Evan sorprendida, como si no esperara verlo ese día.
Él le sonrió.
— Buenas noches, Elena— la saludó con amabilidad.
Tenía las manos entrelazadas en la parte baja de au espalda, para evitar que se notara su nerviosismo.
— Buenas noches, Evan ¿ En qué puedo ayudarte? — la voz de Elena estaba ronca y Evan podía notar que le costaba mantenerse tranquila.
— ¿Podría por favor, decirle a laila que ya llegué? Había quedado en salir esta noche— le volvió a sonreír .
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PECCATUM
Teen FictionUn pequeño secreto por años oculto debía estar. Una pequeña niña de cabello rojizo escondida en el mundo humano se quedará. Más a salvo no se encuentra ya. Un ángel y un demonio la han de ayudar a encontrar al ángel y revelar la verdad. Más sin emba...