VEINTICINCO

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El canto de los pájaros se hizo presente un poco antes que el alba empezará a teñir el cielo. Despertar en la cabaña del bosque era muy diferente a las mañanas en la casa de Christian, el hermanastro de Behemoth. En la cabaña el despertar era suave sin el molesto e incómodo ruido de la ciudad, los coches, de las personas, incluso el brillo del sol era más suave, como un leve baño de luz.

Los tenues destellos de luz se filtraban por las amplías ventanas de la sala de estar. Behemoth se encontraba acostado sobre el sillón de cuero, en el que no entraba por completo, por lo que tenía las piernas dobladas sobre el piso y su tronco estirado sobre el mueble, tenía el brazo derecho cubriéndole los ojos y el brazo izquierdo doblado sobre su torso que subía y bajaba al mismo tiempo en que sus pulmones se hinchaban y deshinchaban. Había dejado su chaqueta de cuero sobre el respaldar del sillón.

En uno de los sillones que se situaban al frente de este, se encontraba Dis, un hombre de cabello negro oscuro como el asabache, de ojos azules turbios tales como el cielo en una tormenta, su tez era blanca cual papel. Usaba un pantalón de vestir y una camisa de manga larga negra que le hacía resaltar su pálida piel e intensos ojos azules. Tenía las piernas cruzadas y apoyaba los brazos en el apoyabrazos, sostenía un vaso de vidrio en la mano derecha y un pedazo de papel en la mano izquierda al que le daba vueltas despreocupadamente.

Observaba a Behemoth con tranquilidad. Dis era paciente e inteligente, jamás había sido de la clase de demonio impulsivo, volátil y explosivo, como la mayoría. Era más de envolver a las personas y llevarlas a hacer lo que le convenía, se caracterizaba por ser seductor y terriblemente carismático, había aprendido que se lograba más cuando las personas sonreían, que obligadolos, inclusive lograba que quisieran darle lo que pedía, no por nada era el hermano del príncipe del infierno.

Behemoth empezó a revolverse en el sillón de manera tal que cayó al suelo de cara al piso, se quejó y maldijo por lo bajo, mientras se incorporaba sentándose en el piso y apoyándose del sillón que antes le había servido de cama. Tenía el cabello negro alborotado y un tanto largo causando que le cayera en rostro. Su camisa azul cielo se había arrugado y se estrujaba los ojos con cansancio.

— Buen día — habló Dis desde el sillón mientras agitaba el vaso de vidrio, el hielo dió vueltas dentro del vaso y causo un leve tintineo.

Behemoth levantó la vista, tenía los ojos entrecerrados a pesar de que la luz era leve aún así, el pelinegro no había logrado adaptar su mirada a la nueva iluminación que lo rodeaba.

— Padre ¿Desde hace cuánto has estado mirándome como acosador? — Bromeó.

Behemoth no solía ser sarcástico con su padre, la mayoría de las veces se mostraba respetuoso y dócil, cordial. Le debía mucho y lo menos que podía mostrarle era su respeto, su admiración.

— Lo suficiente como para darme cuenta de que aún babeas al dormir — le contestó también con leve tono de diversión.

Behemoth sonrió de lado causando que sus hoyuelos se hicieran precedentes solo en su cachete izquierdo, aún se frotaba el ojos derecho con ganas y un bostezo se le escapó.

— Llegaste muy tarde anoche— volvió a hablar Dis y luego tomó un sorbo de su bebida.

Behemoth se quedó quieto y dirigió su mirada a su padre.

— No sabía que ahora me vigilabas, nunca fuiste ese tipo de padre — le dijo sin darle importancia.

Dis jamás se había comportado como un padre sobreprotector ni pesado, era un padre confiable que te hacía darte cuenta de tus errores por ti mismo, dándote lecciones y enseñándote a levantarte sin ayuda. Así que sus palabras le sonaron como una afirmación que había dejado en el aire, pero aún así poco inusual por su parte.

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