TREINTA Y TRES

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Dis había pensando que Behemoth podría ayudarlo en sus tareas de ese día, pero dada a la llamada que había recibido del tal Zhatfiel en la que lo citaba para un almuerzo en un restaurante de comida rápida del centro de la ciudad, decidió que era mejor que él se encargara de ese asunto. 

Aunque él había insistido en que primero lo ayudaría con sus cosas y tal vez, después, si quedaba un poco de tiempo asistiría a su reunión, pero Dis fue muy claro con él al decirle que debía verse con aquellos chicos.

Estaba seguro de que Behemoth podría enterarse de alguna novedad en la ubicación de Ariel o cualquier cosa que pudiera serle útil a él o a  Laila quien se le veía  bastante preocupada por sus amigos.

Claro que lo dejó ir no sin antes advertirle que no importaba cuánto fueran capaces de colmar su paciencia no debía, ni podía dar a entre ver que él conocía la ubicación de Laila y mucho menos tenía permitido revelarla.

Dis no quería hacerlo sentir como un idiota, pero debía tener sus preocupaciones dado a los eventos anteriores. La prioridad siempre iba a ser su hija que en ese momento se encontraba en un lugar seguro y no planeaba que eso cambiara.

Behemoth debía aprender a mantener la calma y más que eso, la boca cerrada.

Cómo lo había hecho durante todo el camino hasta la ciudad. Se le notaba tenso, precavido y hasta podría acotar, un poco nervioso ante la presencia de Dis.

Dis secretamente disfrutaba de mantenerlo de esa manera, pues él tampoco había hecho mención de lo que había visto al entrar en la biblioteca.

Pensaba él, que quizás Behemoth no quería mencionar aquella escena de la biblioteca por miedo a la reacción de Dis y arruinar el viaje.

Sin embargo el silencio de este, al joven lo torturaba internamente.

A pesar de que Dis no se describiera a si mismo como un padre sobreprotector y desconfiado, como lo había visto en la mayoría de los padres humanos a lo largo de los años. Si debía admitir que le inquietaba la situación dado a que no conocía los verdaderos sentimientos de ninguno de los dos y temia que las cosas pudieran terminar muy mal.

Pero tenía confianza en que ellos podrían solucionarlo sin causar mayor daño, o al menos eso esperaba.

Behemoth le daba pequeñas miradas repetidas veces para poder observar su rostro, que como siempre no le mostraba lo que su padre adoptivo pensaba realmente.

Dis era un experto en mantenerse siempre al margen de todo, salvo cuando quería demostrar lo que sentía.

Ahora, Dis sabía perfectamente que debía hacer, ninguna de sus dos tareas del día eran fáciles y por eso había esperado tener el apoyo de Behemoth, que a pesar de no ser su hijo legítimo, a lo largo de los años había desarrollado por él un cariño muy especial.

Después de separarse de Behemoth, su primera parada fue en la casa de los padres humanos de Laila, debía encargarse que estos no llamaran a la policía. No era nada fácil para Dis acercarse a esa casa.

Él realmente les estaría eternamente agradecido por cuidar y proteger al más grande de sus tesoros, a su pequeña niña y sin embargo no era capaz de ver a quienes ella había creído por durante 17 años que había sido sus padres reales.

Quienes le había dado alegría y tristezas, quienes la arrulllaban en la noche y quiénes jamás entendería lo que realmente es y el poder que poseía.

Dis se dió cuenta que era aún más duro de lo que había imaginado cuando estuvo en frente de la puerta y Elena apareció en el lumbral.

Tenía el rostro hinchado, sus ojos rojos y el cabello le iba un poco desordenado.

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