TRECE

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Laila se quedó rígida con la mano alzada a unos centímetros de la puerta de madera, hasta contuvo la respiración y se quedó ahí por minutos que le parecieron horas hasta que tuvo el valor de darle cara a la persona que le había hablado desde atrás y para su sorpresa no era nadie conocido. Era un chico de cabello pelirrojo, un tanto largo, sucio y despeinado, tenía unas hojeras inmensas como de oso panda que le cubrían casi que todo el rostro, era delgado con la mandíbula cuadrada, tenía los labios recesos y llevaba ropa 4 tallas más grandes que él. Estaba sentado en uno de los muebles de la recepción con una sábana de carritos sobre los muslos, aunque no hacía frío y una revista de farándula que se encontraba al revés, abierta como si estuviera leyendo el contenido, pero en realidad tenía sus desorbitados ojos sobre Laila. Había algo en su mirada profunda que le daba escalofrío, no sabía si era porque sus ojos eran de un marrón tan oscuro que los hacian ver cómo dos puntos perfectamente negros o el echo de que su mirada y la expresión de su cara lo hicieran ver cómo un maniático que estuviera a punto de saltarle encima. Laila no quería verlo a la cara, de hecho no quería verlo en absoluto pero definitivamente había sido él quien le había hablado, pues no había nadie más en la sala de espera, salvo la recepcionista, Tiana pero ella se encontraba dándoles la espalda concentrada en una llamada. Había sido él o había empezado a escuchar cosas y ninguna de las dos opciones le gustaba.

—¿Disculpa?— le preguntó ella confundida, la mirada del chico era tan fría que se abrazó a sí misma para disimular su incomodidad.

— Disculpada—  le contestó el chico con voz ronca y una sonrisa un tanto aterradora.—Cuando me hablaron de ti, te imaginé diferente. Pero no me malentiendas tu aspecto es fabuloso, querida— siguió sonriendo como si acabara de hacerle el mejor de los cumplidos.

Laila jamás había visto a ese chico antes, y ya llevaba un buen tiempo visitando a Jeff en su consultorio, no recordaba haberse cruzado con él ni una sola vez y vaya que recordaría si lo hubiera hecho. Tiene un aspecto que te deja una impresión es seguro que lo recordaría hasta en tus sueños. El chico parecía bastante cómodo, incluso bastante divertido con toda la situación. Mientras que la pelirroja sentía el gran peso de su mirada sobre sus hombros como una carga negativa, más carga negativa de la que ya tenía sobre si. Laila estaba intentando formular una pregunta lo suficientemente coherente y precisa que diera respuesta al comentario anterior del chico. Justo cuando estuvo cerca de abrir la boca para soltar la pregunta tan absurda y apresurada que había logrado formar su agotado cerebro, Tiana llegó hasta ellos.

-—Amy ¿Qué te ha dicho el doctor Jeff? — le regaño la chica y el tal Amy borró la sonrisa de su rostro y volteó los ojos, para luego suspirar.

— Que no asuste a sus demás pacientes— soltó con cansancio—  Pero es lo único divertido para hacer y me aburro aquí solo-— se justifico tratando hacer una especie de puchero y de dar ternura, pero lo único que logró fue dar más miedo.

Tiana le sonrió con nerviosimo al chico y se acercó a Laila, le sostuvo el brazo con su mano y le habló al oído.

—No le hagas caso, Amy a veces piensa que está en una película y siempre dice cosas extrañas para asustar a los demás pacientes -—le confesó entre dientes, para luego echarle una mirada al chico que había vuelto su vista a la revista al revés. Laila siempre había tenido miedo de entrar en el estereotipo de las personas con alguna enfermedad mental, de esas que descuidan su aspecto y divagan por todos lados, diciendo incoherencias y alejando a todos a su paso, pero Jeff le había dicho que lo suyo no era parecido a aquello y que iba a estar bien. Pero en ese momento lo dudaba. — El doctor Jeff acaba de llamarme, está en su despacho con un paciente de último minuto. Se disculpa contigo por no poder atenderte hoy, podrá atenderte mañana— le dijo Tiana apenada—  Pero ¿Es muy grave, Laila? Porque puedo decirle que necesitas hablar con él, tu nunca vienes fuera de cita y eso ...—  empezó a hablar rápido la recepcionista, se veía que era buena persona y buena en su trabajo, se preocupaba y siempre le daba a Laila algunos caramelos y juguetes cuando tenía que esperar mucho tiempo en la sala de espera, siempre había estado al pendiente de lo que ella necesitara. Pero no podía decirle que necesita ver a Jeff con urgencia, ya él había amenazado con llevársela a ese retiro o lo que fuera y si hacia que se preocupara no tendría oportunidad de poder librarse del viaje.

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