DIECISIETE

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Habían pasado ya unos cuantos días y Laila no había recibido noticias ni de Behemoth, ni de Zhatfiel y reprimía el impulso constante de enviarles un mensaje para ver si se habían olvidado de ella o si algo les había pasado.

Hacia una semana que se habían reunido en el departamento de Zhatfiel y desde ahí no los había vuelto a ver, tampoco había ocurrido nada inusual en sus sueños esa semana, era una extraña calma que no le daba la confianza suficiente como para estar tranquila, sobretodo porque si sus sueños eran las únicas pistas que tenía para encontrar a Ariel, no podía dejar que cesaran.

Se había acostumbrado tan rápido a estar en constante alerta que esa tranquilidad y normalidad se sentía ajena a pesar de ser un viernes como todos los anteriores en su vida. Después de enterarse de lo que eran Behemoth y Zhatfiel, saber que Ariel siempre fue  real, no podía dejar de ver todo lo demás como si hubiera estado dormida todo ese tiempo, hasta este punto en donde fue despertada con un balde de agua fría, para que empezara a vivir de verdad dejando todo lo que había sido su vida como un leve destello en su mente que a penas podía recordar y sentir como suyo.

Laila y Evan estaban a punto de entrar en la primera clase del día, mientras que Evan le hablaba de una nueva banda que acaba de descubrir o algo así lograba entre oír, pues sus pensamientos y preocupaciones no la dejaban concentrarse más de un minuto en algo más que no fuera como ayudar a Ariel o algo que tuviera que ver con Zhatfiel y Behemoth.  El teléfono de La pelirroja empezó a vibrar en su bolsillo trasero y la chica reaccionó al instante sacándolo con rapidez de su pantalón para poder leer el mensaje que había recibido, tal fue la rapidez de la pelirroja que sobresaltó a Evan dandole un buen susto.

—¿ Está todo bien? — le preguntó preocupado e intentaba disimuladamente leer el nombre en el identificador del mensaje, mientras que ella leía el corto texto.

Zhatfiel :

" Necesito que vengan a mi departamento, ya"

No habia nada en esa corta oración que pudiera calmar la ansiedad de la pelirroja, el rubio podía tener buenas noticias  o también pudiera ser que sean malas. Los pensamientos de Laila iban al mil al igual que los latidos de su corazón que casi podía oír con clarida. La pelirroja tratando de disimular su ansiedad y su prisa por salir corriendo hasta el departamento de el rubio. Se aclaró la garganta.

—Eh ... Si, tengo que irme. Nos vemos luego—  le dijo mientras movía la pierna derecha rítmicamente, mientras le regalaba una sonrisa rápida y forzada que le dió una apariencia un tanto psicópata,  para luego guardar el celular de nuevo en su bolsillo trasero, para luego darse la vuelta.

—Espera, ¿Irte? ¿A dónde? —  la llamó su mejor amigo muy confundido,  pero la pelirroja lo había dejado con las palabras en la boca pues ya se había marchado.

Laila tuvo que tomar un bus hasta la vieja residencia de Zhatfiel, pues ningún taxista cuerdo la llevaría hasta allí o al menos eso fue lo que le dijo un taxista cuando intentó usar el servicio. Luego de que el bus la dejara en la parada más cercana caminó un poco hasta llegar al edificio en donde vivía el rubio.

La residencia seguía igual, salvo que en ese momento se escuchaban menos las risas de los niños. Se sentía observabada pero al mirar a su alrededor no divisó a nadie. Laila entró en el edificio y subió las escaleras con el mayor cuidado que pudo hasta llegar al segundo piso. Se encontraba sudorosa, jadeante y con la garganta seca pero,  ahí estaba. Tocó la puerta con suavidad, pues tenía miedo de que al poner la menor cantidad de fuerza aquél pedazo de madera que Zhatfiel llamaba puerta se derrumbara ante sus ojos.

Esperó y en menos de 5 minutos un rubio de ojos verdes apareció detrás de aquella corroída madera, la recibió con una sonrisa un tanto lujubre, pero con su habitual ternura y la dejó pasar. Nuevamente fue cegada por la luz natural pero está vez no la tomó desprevenida y colocó el dorso de su brazo sobre sus ojos para evitar quedarse tan desestabilizada como la última vez.

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