—La otra cosa que debes saber —dijo—, es que no beso en los labios.
—¿Como Pretty Woman°? —le pregunté—. ¿Es demasiado personal?
—¿Pretty Woman?
—Ya sabe, la película.
—No —dijo—, no la he visto. No beso en los labios porque es innecesario.
¿Innecesario? Bueno, ahí moría mi fantasía de acercarlo a mí con las manos hundidas en su fantástico pelo.
Me comí el último bocado mientras pensaba en lo que me acababa de decir.
JongIn siguió hablando desde el otro extremo de la mesa.—Soy consciente de que eres una persona con tus propias esperanzas, sueños, deseos, necesidades y opiniones. Y que has dejado todo eso a un lado para someterte a mí este fin de semana. El hecho de que te hayas puesto en esta situación pide respeto, y yo te respeto. Todo lo que te haga a ti o para ti, lo haré pensando en tu beneficio. Mis reglas sobre las horas de sueño, la dieta y el ejercicio son por tu propio bien. Y mis castigos son para que mejores. —Deslizó un dedo por el borde de la copa de vino—. Y el placer que te dé —su dedo resbaló hacia el pie y luego volvió a subir—, bueno, no creo que tengas muchos reparos respecto al placer.
Cuando sonrió y apartó la silla de la mesa, me di cuenta de que lo estaba mirando con la boca abierta.
—¿Has acabado de cenar? —me preguntó.
—Sí, Señor —respondí, consciente de que sería incapaz de comer nada más; mis pensamientos estaban consumidos por sus comentarios sobre el placer.
—Tengo que sacar a Apolo. Mi dormitorio está arriba, la primera puerta a la izquierda. Volveré dentro de quince minutos. Quiero que me esperes allí. —Me miró fijamente con sus ojos verdes—. Página cinco, primer párrafo.
No estoy seguro de cómo conseguí subir la escalera: cada paso me costaba como si mis zapatos fueran de hierro. Pero sólo disponía de quince minutos y tenía que estar preparado para cuando él viniera.
Cuando llegué al primer piso, aproveché para enviarle un mensaje a BaekHyun. Le dije que estaba bien y que me quedaba. Luego añadí el código secreto que habíamos acordado para que supiera que era realmente yo quien escribía el mensaje.
Abrí la puerta del dormitorio de JongIn y no pude evitar que se me escapara un jadeo.
La habitación estaba llena de velas encendidas. Y justo en el centro, había una enorme cama de cuatro postes, toda ella de madera maciza.Sin embargo, según el primer párrafo de la página cinco, no era la cama lo que debía preocuparme. Miré al suelo y vi el almohadón.
Junto a éste había un finísimo picardías°. Cuando empecé a cambiarme de ropa, me di cuenta de que me temblaban las manos. El camisón apenas me cubría los muslos y la vaporosa tela revelaría hasta el último detalle de mi cuerpo. Cuando acabé, doblé mi ropa y la dejé bien apilada junto a la puerta. Y mientras hacía todo eso, no dejaba de repetirme: «Esto es lo que tú querías.
»Esto es lo que tú querías».Después de repetírmelo unas veinte veces, por fin conseguí relajarme. Me acerqué al almohadón, me arrodillé sobre él y me senté con el trasero sobre los talones. Me quedé mirando fijamente al suelo y esperé.
JongIn entró algunos minutos después. Me arriesgué a mirarlo disimuladamente y vi que se había quitado el jersey. Su torso desnudo estaba musculado; tenía aspecto de hacer ejercicio con regularidad. Seguía llevando los pantalones y el cinturón.
—Muy bien, KyungSoo —dijo, después de cerrar la puerta del dormitorio—. Puedes ponerte de pie.
Me levanté con la cabeza gacha, mientras él caminaba a mi alrededor. Quizá a la luz de las velas no pudiera ver lo mucho que temblaba.
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SUMISIÓN (KaiSoo) +18
RandomDo KyungSoo lleva toda la vida enamorado de Kim JongIn. Cuando se entera de que el brillante y atractivo presidente de Industrias Kim está buscando un nuevo sumiso, decide ofrecerse a él para hacer realidad sus más secretos deseos. Después de pasar...