🌻Capítulo 29🌻

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El miércoles me levanté con la loca certeza de que tenía que mirar por la ventana. Me sentí como un idiota comprobando si seguía habiendo nieve, pero lo hice de todos modos. Descorrí las cortinas y allí estaba. Quizá un poco menos que el día anterior, pero continuaba en el mismo sitio. Y seguía sin asomar por allí ninguna máquina quitanieves.

Dejé caer las cortinas. Ese día tampoco me iría a mi casa. ¿Me marcharía el día siguiente? Quizá. Pero ¿qué sentido tenía que me fuera para regresar de nuevo el viernes? Lo cierto era que podía quedarme en su casa durante el resto de la semana. DoKyun me había escrito para decirme que la biblioteca no abriría hasta el lunes.

No creía que a JongIn le importara, pero decidí preguntárselo más tarde y me fui a la cocina para empezar a preparar el desayuno. Me di una ducha rápida y bajé la escalera.

Cuando el café empezó a subir en la cafetera, hice pan tostado y ensalada de frutas. Y di dos rápidos pasos de baile, escuchando las canciones que sonaban en mi cabeza.

—«Le diré que es tan clara y serena como las matutinas rosas cuando las ha bañado el rocío» —dijo JongIn, entrando en la cocina y apoyándose en la encimera.

¿Shakespeare?

No podía ser.

Tenía una sonrisa en los labios.

Sí, sí podía ser.

Yo me acerqué a la tostadora y respondí:

—«Tenéis hechicería en los labios».

JongIn se rio; era evidente que se estaba divirtiendo.

—«¡El mundo es un gran escenario, y simples comediantes los hombres y mujeres!»

Vale, sí. Había estudiado a Shakespeare. Pero yo seguía pudiendo superarlo.

—«La vida es una sombra tan solo, que transcurre; un pobre actor / que orgulloso, consume su turno sobre el escenario / para jamás volver a ser oído».

JongIn se acercó al horno, se llevó una mano al pecho y alargó la otra en dirección a la ventana abierta y declamó:

—«¿Qué luz es la que asoma por aquella ventana? ¡Es el Oriente! ¡Y Julieta es el sol! / Amanece tú, sol, y mata a la envidiosa luna. / Está enferma, y cómo palidece de dolor, / pues que tú, su doncella, en primor la aventajas».

Yo me reí. Me encanta Shakespeare. Y nadie había citado a Romeo y Julieta para mí. Sin embargo, seguía pensando que era mejor no dejarle saber lo mucho que me afectaba; aunque estoy seguro de que se dio cuenta.

—«Los asnos se hicieron para llevar carga, y vos también» —dije.

—«Las mujeres se hicieron para llevar carga, y tú también» —citó el verso siguiente.

Vaya, ¿también se sabía ésa?

—«¿La razón? La de una mujer. Le creo así, porque así lo creo» —proseguí con el duelo.

JongIn se rio. Fue una carcajada generosa y profunda.

—«¡Oh villano! ¿Sonríes? ¡Villano, maldito villano!»

Lo miré con fingido asombro.

—Me has llamado «villano».

—Tú me has llamado «asno».

No podía discutirle eso.

—¿Estamos en paz?

—Por esta vez —contestó—. Pero me gustaría dejar claro que el tanteo demuestra que te estoy comiendo terreno.

SUMISIÓN  (KaiSoo) +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora