Yo puse los ojos en blanco por debajo del pañuelo.
Él se retiró un poco y embistió de nuevo. Probando. Provocando. Pero yo ya no aguantaba más provocaciones. Necesitaba más. Cuando me embistió de nuevo, arqueé las caderas.
—¿Crees que estás listo? —preguntó.
Antes de que pudiera contestar, salió de mí casi por completo, dejándome vacío y anhelante. Inspiró hondo y me penetró de nuevo para retirarse inmediatamente.
Yo tiré de las correas con frustración al notar su ausencia. Pero volvió. Una vez, y otra, y otra. Hundiéndome en la cama con cada nueva embestida. Yo respondía a cada una de ellas levantando las caderas para sentirlo más adentro, necesitaba tenerlo lo más adentro posible. Y quería que lo hiciera aún más fuerte.
Sentí cómo iba creciendo mi clímax tras cada nueva embestida de su cuerpo dentro del mío.
JongIn se movía encima de mí, mientras me agarraba las caderas con fuerza.
—Córrete cuando quieras —jadeó, embistiendo de nuevo, y un simple toque bastó para que yo estallé en un millón de añicos.
Él se enterró en mi cuerpo y se quedó quieto mientras sus músculos palpitaban al correrse dentro de mí. Y después de algunas embestidas más, yo me corrí otra vez.
Su respiración fue recuperando la normalidad poco a poco.Y yo volví a la tierra muy lentamente.
Sus manos hambrientas se movieron por mi cuerpo. Me apartó el cabello de los ojos y me susurró al oído:—Uno.
Para la segunda vez me soltó los tobillos, pero me dejó los ojos tapados. Dijo que podría internarse aún más profundamente en mí si lo rodeaba con las piernas y, aunque yo ya sabía que él tenía mucha más experiencia que yo, tuve ganas de decirle que era físicamente imposible que llegara más adentro.
Menos mal que no dije nada, porque cuando me penetró por segunda vez y se rodeó la cintura con mis piernas, consiguió internarse más todavía. Alcanzó zonas de mi interior que ni siquiera yo sabía que existían.Cuando se levantó de la cama, yo estaba sin aliento. Lo oí moverse junto a mí. Seguía sin poder ver nada, pero volví la cabeza en su dirección.
Me desató los brazos y me quitó el pañuelo de los ojos.
—Hoy dormirás en mi habitación, KyungSoo. Te volveré a follar en algún momento de la noche y no quiero molestarme en tener que salir al pasillo. —Hizo un gesto señalando el suelo—. Te he preparado un camastro°.
¿Estaba loco? ¿Quería que durmiera en el suelo? Lo miré con una ceja arqueada.
—¿Tienes algún problema con la orden que te he dado?
Negué con la cabeza y, pocos minutos después, me quedé dormido entre las sábanas frías que había extendido junto a su cama.
—Despierta, KyungSoo.
Podían haber pasado horas o sólo unos minutos. No lo sabía. Seguía estando oscuro: el dormitorio iluminado por una única vela.
—Ponte a cuatro patas sobre la cama. Rápido.
Me subí rápidamente a la cama aún medio dormido y me coloqué en esa postura.
—Apóyate sobre los codos.
Me dejé caer sobre los codos.
Dos fuertes manos me acariciaron el trasero y me abrieron las piernas.—Ya estabas apretado de la otra forma, pero así lo estarás aún más.
Los maldije a él y a su sensual boca. Estuve completamente despierto en cuestión de segundos.
Deslizó las manos por mi espalda hasta llegar a mis hombros y luego bajó por mi pecho para apoderarse de mis pezones. Tiró con fuerza de cada uno de ellos. Luego, siguió bajando hasta el punto exacto donde yo palpitaba por él y me acarició ahí.
Después uno de sus dedos se desplazó hasta mi trasero y me dibujó un círculo alrededor del ano.
Jadeé.
Él apretó un poco.
Entonces regresó a aquella otra parte de mi cuerpo, la que estaba húmeda, y me acarició otra vez.
Sus manos se abrieron paso hasta mi cabeza y me agarró del pelo. Su miembro se internó en mi cuerpo, mientras tiraba de mí hacia atrás agarrándome del pelo. La deliciosa sensación de notar cómo me llenaba, unida al fuerte tirón de pelo, fue superior a mí. Dejé escapar un suspiro de placer.
Él se retiró y volvió a embestirme con fuerza, al mismo tiempo que me tiraba del pelo de nuevo. Lo repitió una y otra vez. Y resultó que tenía razón: estaba apretado. Notaba cada uno de sus centímetros. Cada nueva embestida lo internaba más y me hacía hundir las rodillas en el colchón. Entonces me agarré a las sábanas y empecé a mecer las caderas para seguir su ritmo. Él rugió.
El familiar hormigueo del inminente orgasmo empezó a aumentar y mi cuerpo gritó con la intensidad de la sensación. O quizá fui yo el que chillé. No podría decirlo. Y tampoco me importaba.
JongIn embistió una última vez y yo grité empujado por la fuerza de mi clímax. Él me siguió rápidamente, corriéndose en mi interior con un rugido.
Me dejé caer en la cama, jadeando. Puede que incluso me quedara dormido.
Me desperté del todo cuando él me dio la vuelta y me acercó su pene a la cara.
—Cuarto asalto, KyungSoo.
Ya lo tenía medio duro. Recuerdo haber pensado que parecía imposible. Maldición. ¿Qué hora era? Volví la cabeza para ver si había un reloj junto a la cama.
—Mírame. —Me volvió la cabeza de nuevo hacia su polla—. Ahora mismo yo soy tu única preocupación. Yo y lo que te ordene. Y ahora mismo lo que quiero es que me des placer con la boca.
Abrí la boca para demostrarle mi buena disposición. Y después, cuando se había corrido dentro de mí por cuarta vez y lo tuve jadeando sobre mi cuerpo, sonreí.
Sabía que lo había hecho bien.
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°Camastro: Cama incómoda, pobre y en mal estado.
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SUMISIÓN (KaiSoo) +18
RandomDo KyungSoo lleva toda la vida enamorado de Kim JongIn. Cuando se entera de que el brillante y atractivo presidente de Industrias Kim está buscando un nuevo sumiso, decide ofrecerse a él para hacer realidad sus más secretos deseos. Después de pasar...