—¿KyungSoo?
Seguí mirando las latas.
—Estoy intentando decidir por qué alguien como tú tiene dos latas sin etiquetar en la cocina.
—La pequeña contiene pimientos italianos. —Se acercó un poco más a mí—. En la grande, metí los restos del último sumiso entrometido que me interrogó sobre mis latas sin etiquetar.
Yo levanté la vista.
—¿Señal?
—Señal.
Sonrió.
—En serio. ¿Por qué tienes latas sin etiquetar en el armario? ¿Eso no rompe como cien de tus reglas?
JongIn cogió la lata más grande.
—En la pequeña seguro que hay pimientos italianos. En la grande debería haber tomates de la misma empresa. Las compré online.
—¿Y qué ha pasado con las etiquetas?
—Llegaron así. —Dejó la lata grande y cogió la pequeña—. Es muy probable que sean pimientos y tomates, pero nunca me he decidido a abrirlas y tampoco llegué a devolverlas. ¿Y si son de lengua de vaca encurtida? Supongo que me falta fe.
—La vida es un constante acto de fe. Que algo no lleve una etiqueta no significa que no vaya a corresponderse con el interior. —Le cogí la lata de la mano y la sacudí—. No temas por lo que pueda haber dentro. Puedo hacer una obra de arte con lo que encuentre.
Entonces me puso una mano en la mejilla y yo lo miré a los ojos, mientras veía caer otro de sus ladrillos.
—No me cabe duda —aseveró y bajó la mano—. A ver, ¿qué quieres que haga?
Abrí un paquete de arroz.
—Quiero hacer risotto de setas, pero no puedo remover el arroz y saltear los demás ingredientes al mismo tiempo. ¿Puedes remover tú?
—¿Para un risotto de setas? Te ayudaré encantado.
—Quizá quieras quitarte el jersey. Es probable que suba la temperatura.
JongIn arqueó una ceja, pero se lo quitó.
Debajo llevaba una camiseta negra de manga corta.
Oh, sí, mucho mejor. Gracias.
—Yo picaré los champiñones y las cebollas —determiné—. Tú empieza con el arroz.
—Eres un poco mandón, ¿no?
Me llevé una mano a la cintura.
—Es mi cocina.
—No. —Me empujó contra la encimera y apoyó las manos en ella, una a cada lado de mi cuerpo. Meció las caderas y sentí su erección a través de los vaqueros—. Dije que la mesa de la cocina era tuya. El resto de la cocina es mío.
Joder.
—Bueno —continuó—, querías que empezara a remover el arroz, ¿no?
Encendió el fuego y vertió un buen chorro de aceite en la sartén.
Yo me quedé inmóvil durante algunos segundos hasta que pude volver a mover las extremidades. Cogí dos copas y levanté la botella de vino, ofreciéndole a JongIn en silencio.
—Sí, por favor —rogó.
Serví una copa para cada uno y empecé a picar las cebollas.
—¿Estás preparado para esto? —pregunté, cuando acabé de hacerlo; aunque en realidad no me refería a las cebollas.
ESTÁS LEYENDO
SUMISIÓN (KaiSoo) +18
RandomDo KyungSoo lleva toda la vida enamorado de Kim JongIn. Cuando se entera de que el brillante y atractivo presidente de Industrias Kim está buscando un nuevo sumiso, decide ofrecerse a él para hacer realidad sus más secretos deseos. Después de pasar...