Miré por encima del hombro para asegurarme de que nadie estaba mirando. No, nadie. Me acerqué al ordenador que tenía delante.
«Hazlo», me animó Soo el malo.
«Pero eso está mal», contrarrestó Soo el bueno.
«Nadie se enterará». Soo el malo era muy malo.
«Lo sabrás tú». Soo el bueno era un grano en el culo.Tenía los dedos sobre el teclado. Ya los había posado sobre las letras. Kim JongIn.
Sólo tardaría unos segundos en escribir su nombre.JongIn. Además de haberse quedado ya con mis fines de semana, ese hombre estaba empezando a apoderarse también de los días de mi semana. No podía dejar de pensar en él.
Incluso después de aquella terrible azotaina. Lo normal sería que no quisiera volver a verlo.
Tendría que haberme quitado el collar y habérselo mandado por correo.
Y, sin embargo allí estaba, contando las horas que quedaban para que llegara el viernes por la noche. A las seis. Ese fin de semana nos veríamos a las seis en punto. Aquella semana no había recibido ninguna llamada impersonal. Tampoco había ninguna necesidad.Miré el reloj. Quedaban treinta horas y media. Era un idiota. Estaba seguro de que ninguno de sus sumisos habría llevado la cuenta de las horas que les faltaba para verlo.
Aunque estábamos hablando de Kim JongIn. Al pensarlo mejor decidí que todos sus sumisos lo habrían hecho.
Pero debía volver a lo que me ocupaba. Inspiré hondo, cerré los ojos y tecleé su nombre lo más rápido que pude.
«Oh, sí, claro —se burló Soo el bueno—. Si no miras no cuenta».
El ordenador zumbó mientras cargaba la información que le había pedido. Se me aceleró el corazón. Volví a mirar por encima del hombro. Luego posé de nuevo los ojos en la pantalla.
Y ahí estaba. Premio.
Kim JongIn era socio de la biblioteca pública. O por lo menos tenía un carné. Aunque nunca lo utilizaba. Interesante. ¿Cuándo se lo habrían expedido? Conté hacia atrás. Hacía seis años y medio. Hum… Yo ya trabajaba en la biblioteca hacía seis años y medio.Mientras me preguntaba quién le habría hecho el carné, miré a mi alrededor. Por allí había pasado mucha gente en ese tiempo. Podría haber sido cualquiera. De lo único que estaba seguro era de que no había sido yo. Si pinchaba en el siguiente enlace…
—¿Kyung?
—¡Ahhh!
Estaba seguro de que mis pies se habían elevado treinta centímetros del suelo.
Cuando aterricé de nuevo vi que Oh LuHan me estaba mirando de una forma un poco rara.—¡LuHan! —dije, llevándome la mano al corazón desbocado—. Me has dado un susto de muerte. —Él sonreía con sorna y me pregunté si habría visto la pantalla—. ¿Estás preparado para el gran partido? —le pregunté.
El equipo de ChanYeol había llegado a los play-offs que se jugarían la semana siguiente en Incheon. Y él, después de pasar toda la semana con BaekHyun, le había dado entradas para que pudiera ir a ver el encuentro. Para ser sincero, debía admitir que me resultaba un poco difícil vivir con esa realidad. A mí JongIn solo me había dado una buena zurra.
«Déjalo ya. Aquí y ahora, ¿recuerdas?»
Estaba seguro de que JongIn iría al partido, cosa que significaba que sólo podríamos estar juntos el sábado por la mañana. Únicamente una noche…
—Aún me quedan algunos detalles por resolver, pero esperaba poder invitarte hoy a comer —dijo LuHan, sacándome de mis pensamientos.
—Oh. —Miré el reloj—. No salgo a comer hasta el mediodía.
—No pasa nada. Tengo que hacer algunos recados. ¿Qué te parece si nos vemos en Jihwaja a las doce y media?
Nos pusimos de acuerdo y una hora y media después entré en el restaurante que él había elegido.
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SUMISIÓN (KaiSoo) +18
RandomDo KyungSoo lleva toda la vida enamorado de Kim JongIn. Cuando se entera de que el brillante y atractivo presidente de Industrias Kim está buscando un nuevo sumiso, decide ofrecerse a él para hacer realidad sus más secretos deseos. Después de pasar...