Pasé la mayor parte de los dos días siguientes pensando en todo lo que me había contado JongIn. Repasé nuestra conversación una y otra vez y traté de decidir cómo me hacía sentir todo lo que me había confesado:
Que me había estado observando durante años.
Que no había querido acercarse a mí.
Que me lo había ocultado.
Y luego pensé en mí.
En que yo llevaba años fantaseando con él. Que había seguido su trayectoria a través de las páginas de los periódicos. ¿Habría sido peor si me hubiera colocado en lugares donde sabía que lo iba a ver? ¿Habría hecho yo lo mismo si la situación hubiera sido al revés?
Pues sí.
Y si lo pensaba bien, en realidad yo había sido el que había dado el primer paso, porque fui yo quien se puso en contacto con Bae JooHyun.
Llamé a JongIn la noche del martes.
—Hola —contestó.
—JongIn, soy yo.
—¡Soo! —exclamó y en su voz pude notar lo nervioso que estaba.
—Hay un restaurante en la misma calle de la biblioteca —dije—. ¿Nos vemos allí para comer mañana?
Esta vez, yo fui el primero en llegar. Elegí un sitio y lo esperé.
Cuando entró en el restaurante, se me encogió el corazón. Sus ojos escudriñaron todas las mesas y sonrió al verme. Y entonces, ese glorioso hombre de más de metro ochenta se dirigió directamente a mi mesa ignorando por completo los ojos de las mujeres y hombres que lo seguían.
Pensé: «Este hombre me deseaba. Me estuvo observando durante años. Justamente este».
Le brillaron los ojos y en ese momento supe que lo había perdonado.
—Soo —dijo cuando se sentó y me pregunté si diría mi nombre a menudo porque le gustaba llamarme así.
—JongIn.
Me encantó advertir lo fácil que me resultaba a mí también llamarlo por su nombre.
Pedimos la comida y hablamos de cosas sin importancia. Estaba empezando a hacer calor. Le conté que habíamos programado una lectura de poesía en la biblioteca y él me preguntó por BaekHyun.
—Antes de que hablemos de nada más —expuso, poniéndose serio—, tengo que decirte algo.
Me pregunté qué podría decir que no me hubiera dicho ya.
—Como quieras.
—Necesito que entiendas que estoy acudiendo a terapia para trabajar mis problemas con la intimidad y mi estabilidad emocional. Esto no tiene nada que ver con mis necesidades sexuales.
Ya me imaginaba por dónde iba.
—Soy sexualmente dominante —continuó—. Y siempre lo seré. No puedo ni quiero olvidarme de esa parte de mí. Eso no significa que no pueda disfrutar de otros… sabores. Al contrario, los demás sabores ayudan a fomentar una buena variedad. —Arqueó una ceja—. ¿Te parece bien?
—Sí —asentí y me apresuré a añadir—: Yo nunca esperaría que abandonaras esa parte de ti mismo. Sería como negar quién eres.
—Exacto.
—Igual que yo no puedo negar mi naturaleza sumisa.
—Claro.
El camarero nos trajo las bebidas y yo le di un largo sorbo a mi té frío.
—Siempre me he preguntado una cosa —dijo JongIn—. No tienes por qué contestarme, pero ¿cómo te enteraste de lo mío?
Oh, oh.
Era mi turno.
—Por favor. —Hice un gesto con la mano—. Todo el mundo conoce a Kim JongIn.
—Es posible —contestó, sin dejarse engañar—. Pero no todo el mundo sabe que encadena hombres a la cama y los azota con una fusta.
Me atraganté con el té.
Le bailaron los ojos.
—Tú te lo has buscado.
Me limpié la boca con la servilleta, agradecido de no haberme echado el té en la camisa.
—Es verdad.
—¿Me vas a contestar?
—La primera vez que me fijé en ti fue cuando intercediste para salvar la casa de mi madre. Hasta aquel día solo eras un hombre sobre el que leía de vez en cuando en las noticias de sociedad. Una celebridad. Pero entonces te convertiste en alguien real.
Nos trajeron la comida.
—Poco después de aquello, vi tu foto en el periódico. Ya no me acuerdo del motivo. —Fruncí el cejo—. Es igual. El caso es que mi amiga YeRim pasó por allí cuando yo estaba leyendo el artículo. Yo hice algún comentario sobre lo guapo que eras y me pregunté cómo serías. Y entonces ella se puso nerviosa y se mostró inquieta.
—¿YeRim?
—Una vieja amiga. Hace años que no hablo con ella. —Me metí bocado en la boca, mastiqué y tragué—. Resulta que ella había asistido con su novio a una fiesta o una reunión o algo, no sé cuál es la forma correcta de llamarlo, un evento para Dominantes y sumisos. Ellos eran aficionados.
—¡Ah! —exclamó—. Y yo estaba allí.
—Sí y me contó que eras un Dominante. Luego dijo que no debería habérmelo dicho y me hizo jurar que guardaría el secreto. Yo nunca se lo dije a nadie, excepto a BaekHyun, y solo cuando tuve que hacerlo. Pero YeRim no quería que me hiciera ilusiones contigo ni que fantaseara con historias del príncipe encantador.
—¿Y tú lo hiciste?
—No, pero sí imaginé que me encadenabas a la cama y me azotabas con una fusta.
Entonces fue él quien se atragantó con el té.
—Tú te lo has buscado —le dije.
JongIn se rio, llamando la atención de los clientes de otras meses.
—Es verdad.
Esperé hasta que todo el mundo volvió a centrar su atención en su propia mesa.
—Durante mucho tiempo, no hice otra cosa que fantasear. —Agaché la cabeza para fijar la vista en el plato, porque no quería mirarlo—. Y entonces hice algunas preguntas. Algunos de los amigos de YeRim siguen viviendo por aquí, así que no me costó mucho encontrar a JooHyun. Me quedé con sus datos durante meses antes de hacer nada. Sabía que acabaría llamándolo en algún momento; cualquier cosa tenía que ser mejor que…
—El sexo insatisfactorio —completó la frase por mí.
—O en mi caso solo pura insatisfacción —dije, mirándolo al fin—. Era incapaz de mantener una relación con un chico. Sencillamente, no podía.
Él esbozó una sonrisa cómplice, como si supiera exactamente de lo que estaba hablando.
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SUMISIÓN (KaiSoo) +18
RandomDo KyungSoo lleva toda la vida enamorado de Kim JongIn. Cuando se entera de que el brillante y atractivo presidente de Industrias Kim está buscando un nuevo sumiso, decide ofrecerse a él para hacer realidad sus más secretos deseos. Después de pasar...