🌻Capítulo 9🌻

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Aquella noche dormí muy inquieto, no dejaba de dar vueltas en la cama y en algún momento me desperté aturdido. Una inesperada tristeza se apoderó de mí, pero era incapaz de recordar qué era lo que me la había causado. Solo sabía que tenía que ver con música y con el hecho de no haberla encontrado y, confuso, me di media vuelta y me dormí de nuevo.

Me desperté a las cinco y media y comprendí por qué JongIn quería que durmiera ocho horas durante la semana: no creía que fuera a dormir mucho durante el viernes y el sábado. Me levanté con las tripas rugiendo.

A las seis y cuarto ya estaba duchado y vestido y me quedaba tiempo más que suficiente para preparar mis famosas tostadas francesas. Vi luz por debajo de la puerta del gimnasio.
JongIn ya debía de estar despierto y haciendo ejercicio. Me pregunté si algún día conseguiría levantarme antes que él.

Bostecé mientras troceaba los plátanos. Me encanta cocinar. Me encanta preparar comidas que alimenten y sepan bien. Si no me gustaran tanto los libros, habría sido cocinero.

Estaba tostando el pan, cuando Apolo entró caminando muy despacio.

—Eh, Apolo —lo llamé—. ¿Qué pasa?

Me ladró con suavidad, bostezó y rodó hacia un lado.

—¿Tú también? —le pregunté, bostezando de nuevo.

Mientras freía el plátano, pensé en la noche anterior. Aún me parecía surrealista, aunque había sido muy divertida. Todo el mundo fue muy amable conmigo. Y JongIn… Pensé especialmente en él: recordé nuestro baile y después lo que pasó en su habitación…
Casi se me quema la salsa.

A las siete en punto, le serví el desayuno. Coloqué la tostada en el plato y luego vertí la salsa por encima de todos los ingredientes.

—Sírvete un plato y siéntate —dijo él al entrar.

No vi ni rastro del caballero de la noche anterior, pero yo sabía que estaba allí, escondido en alguna parte.

Dejé mi plato en la mesa, me senté y, cuando comí el primer bocado, JongIn se volvió a dirigir a mí.

—Hoy tengo planes para ti, KyungSoo —anunció—. Voy a prepararte para mi placer.

¿Que me iba a preparar para su placer? ¿Y qué narices significaba eso? Ya había estado practicando yoga. Había corrido. Había seguido una dieta equilibrada. ¿Qué más quería?
Pero no estábamos en mi mesa.

—Sí, Amo —respondí, con los ojos clavados en mi plato.

Se me había desbocado el corazón y ya no tenía hambre. Rebañé un poco de salsa de mi plato con un trozo de pan.

—Come, KyungSoo —dijo—. Con el estómago vacío no me sirves para nada.

Yo tampoco creía que le sirviera de mucho si le vomitaba encima por culpa de los nervios, pero decidí no decírselo. Le di un bocado a mi tostada. Podría haber estado comiendo cartón y me habría dado lo mismo.
Cuando ya había comido lo suficiente como para complacer a JongIn, recogí la mesa y fui al salón, donde me quedé de pie junto a él.

—Llevas demasiada ropa —dijo—. Ve a mi dormitorio y quítatela toda.

Mientras iba a su habitación, no dejaba de pensar, intentando tranquilizarme.

Cuando llegué arriba había conseguido calmarme un poco, pero entonces entré en su dormitorio y me quedé de piedra.

En medio de la habitación vi una especie de banco, o por lo menos yo pensé que era un banco. Me llegaba a la altura de la cintura y tenía un escalón.

Sentí cómo otra vez se apoderaba de mí aquella ráfaga de excitación nerviosa que ya estaba empezando a resultarme familiar. Me quité la ropa y la dejé apilada de cualquier forma junto a la puerta. Luego me quedé mirando el artilugio de madera.

—Es un potro —dijo JongIn entrando en la habitación—. Lo utilizo para castigar a mis sumisos, pero también sirve para otros propósitos.

«Dilo —me suplicó la parte racional de mi cerebro—. “Aguarrás”. Dilo».
«No —contrarrestó la locura—. Esto es lo que yo quiero».

JongIn no se dio cuenta de mi batalla interior.
O si lo hizo la ignoró por completo.

—Sube ese escalón —me indicó— y túmbate boca abajo.

«Tres únicas sílabas y te podrás ir a casa», insistió de nuevo la parte racional de mi cerebro.
«Tres únicas sílabas y no lo volverás a ver nunca más. No te hará daño», me recordó la locura. La locura adoraba a JongIn.
«Dijo que no te provocaría daños permanentes. Pero nunca dijo que no fuera a dolerte».
La parte racional tenía algo de razón.

—KyungSoo. —JongIn inspiró hondo—. Me estoy cansando. Hazlo o di tu palabra de seguridad. No te lo volveré a pedir.

Valoré mis alternativas durante cinco segundos más. La locura ganó la batalla mientras la parte racional de mi cerebro amenazaba con tomarse unas largas vacaciones.

Inspiré hondo y me tumbé en el banco. La madera era suave y tenía una zona en forma de cuchara para acomodar mi cuerpo.
«Bueno, no está tan mal».

JongIn estaba haciendo algo por detrás de mí. Oí cómo abría y cerraba varios cajones.
Entonces apoyó algo junto a mis caderas y me acarició el trasero.

—Relájate.

Me acarició la espalda.

Empecé a oír ruidos; se estaba quitando la ropa. Inspiré hondo y me quedé completamente rígido.

JongIn suspiró.

—Ve a la cama, KyungSoo.

Salté tan rápido del banco que casi tropiezo. Él me siguió hasta la cama. Estaba desnudo y glorioso, pero apenas lo advertí.

—Tienes que relajarte. —Me rodeó con los brazos—. Esto no funcionará si no te relajas.

Me posó los labios en el cuello y yo lo rodeé con los brazos. Sí, ese terreno lo conocía.
Eso lo podía manejar.
Aquella magnífica boca le estaba haciendo cosas increíbles a mi piel. Y cuando sus labios comenzaron a descender, me empecé a relajar. Me rozó los pezones con la boca y yo eché la cabeza hacia atrás mientras su lengua giraba sobre ellos una y otra vez.

SUMISIÓN  (KaiSoo) +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora