🌻Capítulo 32🌻

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JongIn se quedó mirando fijamente el collar, pero me di cuenta de que no parecía sorprendido.

—Está bien, KyungSoo. Si eso es lo que quieres…

Lo dijo como si estuviera recitando números del listín telefónico. Su voz sonó así de fría.

—Sí —afirmé, clavándome las uñas en las palmas de las manos—. Si vas a fingir que la pasada noche no fue más que una maldita escena, esto es lo que quiero.

Él asintió haciendo un rápido y leve movimiento con la cabeza.

—Conozco muchos dominantes en la zona de Seúl. Si quieres, puedo facilitarte algunos nombres. —Me miró con ojos inexpresivos—. O si lo prefieres, les puedo dar tu número a ellos.

¿Cómo se atrevía? Yo había dejado muy claro en la solicitud que le envié que solo estaba interesado en ser su sumiso. Él lo sabía. Lo sabía y estaba mencionando a otros dominantes para hacerme daño.

En ese momento comprendí que el amor y el odio eran caras opuestas de la misma moneda. Porque, a pesar de lo mucho que amaba a JongIn hacía solo un segundo, en ese preciso instante lo odiaba.

—Lo tendré en cuenta —dije con sequedad.

Él permaneció inmóvil. Como si estuviera esculpido en hielo.

—Iré a buscar mis cosas.

Salí del salón y subí la escalera hasta mi dormitorio, donde, hacía solo unas pocas horas, los dos habíamos hecho el amor con tanta dulzura que él incluso lloró.

«JongIn había llorado».

La noche anterior pensaba que había llorado por lo que sentía por mí. O quizá fue por la abrumadora certeza de saber que su muro se derrumbaba. Pero ¿y si lloró porque sabía lo que haría unas horas después?

—Oh, JongIn —suspiré, mientras contemplaba esa posibilidad—. ¿Por qué?

¿Por qué querría hacer una cosa así? ¿Qué podía empujarlo a hacer algo así?

«Después —dijo Soo el racional—. Ya pensarás después en eso».

Claro. Después.

Me puse la ropa y cogí el bolso y el iPod. Dejé allí el despertador. Quizá al siguiente sumiso de JongIn le resultara útil.

El siguiente sumiso de JongIn…

Él encontraría a otro, seguiría adelante. Exploraría el placer y el dolor con otro.
Sería suave, paciente y se preocuparía por otro.

«Oh, por favor, no».

Pero lo haría.

«¡Después!», gritó Soo el loco.

Reprimí un sollozo. Soo el loco tenía razón: ya me ocuparía de eso más tarde.

Me detuve un momento en el umbral de la puerta y me despedí del lugar en el que había pasado la noche más alucinante de toda mi vida.

Luego recorrí el pasillo, pasé frente al cuarto de juegos de JongIn, donde apenas habíamos estado. Me detuve unos minutos en la puerta de su dormitorio.

Sus palabras resonaron en el pasillo silencioso, mientras yo miraba fijamente su cama perfectamente hecha: «Y yo nunca te he invitado a dormir en la mía».

Sí, JongIn conocía bien mi cuerpo. Lo entendía muy bien. Y también mi mente. Porque no existían en el mundo palabras que pudiesen herirme más que esas.

Apolo me recibió en el vestíbulo, moviendo la cola. Me dejé caer de rodillas y lo abracé.

—Oh, Apolo —dije, tratando de reprimir las lágrimas. Hundí los dedos en su pelo mientras él me lamía la cara—. Te voy a echar de menos.

SUMISIÓN  (KaiSoo) +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora