🌻Capítulo 8.2🌻

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—ChanYeol se crió entre osos —me susurró JongIn—. DaSom solo lo dejaba entrar en casa de vez en cuando. Por eso encaja tan bien en el equipo. Todos son animales.

—Te he oído —le advirtió ChanYeol desde el otro lado de la mesa.

BaekHyun se rio.

Enseguida nos trajeron las ensaladas y los primeros platos, y no sé qué pensaría ChanYeol, pero yo me empecé a sentir bastante lleno. Todo el mundo participó de la conversación mientras cenábamos. Supe que LuHan era diseñador de moda y, después de que nos entretuviera a todos contándonos los contratiempos más habituales del mundo de la pasarela, ChanYeol cogió el relevo y nos deleitó con algunas de sus mejores anécdotas sobre fútbol americano.

Cuando acabamos el segundo plato, me volví hacia JongIn.

—Tengo que ir al servicio.

—Creo que iré contigo, Kyung. —Se acercó LuHan y me cogió de la mano—. Vamos.

Avanzamos por entre las mesas en dirección a los servicios; LuHan iba delante.

—Supongo que vernos a todos juntos puede resultar un poco abrumador —dijo—. Ya te acostumbrarás.

No tuve el valor de decirle que dudaba mucho que me invitaran a muchas reuniones familiares. Por fin llegamos a los servicios y entramos a una antesala más grande que mi cocina. Cuando acabé, LuHan me estaba esperando ante el enorme e iluminado tocador.

—¿Alguna vez has tenido una intuición, Kyung? —me preguntó, mientras se retocaba el leve maquillaje de los ojos. Yo no entendía por qué lo hacía: estaba fabuloso—. Ya sabes, una corazonada.

Me encogí de hombros y seguí su ejemplo, retocándome también.

—Pues yo acabo de tener una —prosiguió LuHan—. Y quiero que sepas que eres bueno para JongIn. —Me miró—. Espero que no te importe que te lo diga, pero es como si nos conociéramos de toda la vida.

—Yo siento lo mismo —admití—. Me refiero a que tengo la sensación de que tú y yo nos conocemos desde siempre.

No quería decir que yo fuera bueno para JongIn.

—Ya sé que a veces es un poco capullo y que puede costar llegar a conocerlo, pero nunca lo he visto sonreír tanto como esta noche. —Se volvió hacia mí—. Tiene que ser por ti.

Cuando me acomodé el cabello, me tembló la mano. Pensé que reflexionaría sobre esa conversación más tarde, cuando estuviera solo en la oscuridad de la noche. O quizá en algún momento de la semana, cuando JongIn no estuviera tan cerca. En algún momento en el que no tuviera que mirarlo a los ojos y preguntarme qué era lo que veía reflejado en ellos.

Cuando estábamos por salir, LuHan me abrazó.

—No te dejes engañar por esa fachada tan dura —me dijo—. Es un hombre estupendo.

—Gracias, LuHan —susurré.

Cuando regresamos, nos esperaban los postres y los cafés.

JongIn me retiró la silla. LuHan me guiñó un ojo desde el otro extremo de la mesa. Yo bajé la vista y la posé en mi porción de tarta de chocolate. ¿Estaría en lo cierto?

Después de los postres, empezó a tocar una pequeña banda y varias parejas se levantaron de sus sillas y se pusieron a bailar.

Las dos primeras canciones eran rápidas y yo me recosté en mi asiento para observar.
Pero entonces comenzó a sonar la tercera, una pieza más lenta. Una sencilla melodía de piano.

JongIn se puso en pie y me tendió la mano.

—¿Quieres bailar conmigo, KyungSoo?

Yo nunca bailo. Soy tan malo que podría hacer que la gente huyese de la pista de baile despavorida, pero mi cabeza seguía dándole vueltas a lo que había dicho LuHan y, al otro lado de la mesa, vi que DaSom se llevaba la mano a los labios como para esconder una sonrisa.

Levanté la cabeza para mirar a JongIn; se le habían oscurecido los ojos y supe que no era una orden. Podía rechazarlo. Podía negarme educadamente y no me lo reprocharía. Pero en ese momento no había nada que deseara más que estar entre sus brazos y sentirlo entre los míos.

Acepté su mano.

—Sí.

Ya habíamos estado juntos de la forma más íntima posible, pero cuando me rodeó la cintura con un brazo y nuestras manos entrelazadas se posaron sobre su pecho, pensé que nunca me había sentido tan unido a él.

Estaba seguro de que me debía notar temblar. Me pregunté si ese sería su plan: dejarme tembloroso y anhelante en público. Yo sabía que era perfectamente capaz de conseguirlo.

—¿Lo estás pasando bien? —me preguntó, rozándome la oreja con su cálido aliento.

—Sí —contesté—. Muy bien.

—Todo el mundo está encantado contigo.

Me estrechó con más fuerza y nos deslizamos lentamente por la pista de baile, mientras sonaba la canción.

Yo intenté poner en orden todo lo que había descubierto sobre él aquella noche: que había donado médula ósea a un completo desconocido, su forma de bromear con su familia y sus amigos y, sobre todo, pensé en LuHan y en lo que me había dicho cuando estábamos en los servicios. Pensé en todo eso e intenté encajarlo con el hombre que me había atado a su cama la noche anterior. El mismo hombre que afirmaba que no era fácil de complacer. Pero fui incapaz de hacerlo.
Y, mientras bailaba con él, comprendí una cosa: estaba peligrosamente cerca de enamorarme de Kim JongIn.

Volvimos a su casa poco antes de medianoche. Fue un viaje de vuelta tranquilo y silencioso. A mí me pareció bien. No tenía ganas de hablar con nadie, y en especial con él.

Apolo corrió hacia nosotros cuando JongIn abrió la puerta y yo me eché hacia atrás por miedo a que me manchara.

—Déjate puesto el traje y espérame en mi dormitorio —dijo él—. Colócate en la misma posición que adoptaste cuando viniste a mi despacho.

Subí la escalera muy despacio. ¿Había hecho algo mal? Repasé mentalmente toda la noche y pensé en los muchos, muchos errores que podría haber cometido. No le había dicho que LuHan había pasado por su casa. Había insistido en que todo el mundo me llamara Kyung.
Había quedado con DaSom para comer juntos. ¿Y si cuando me preguntó por la clase de vino que prefería me estaba poniendo a prueba? ¿Y si tenía que haber pedido vino blanco? ¿Y si debería haber dicho «el que usted desee, Señor Kim»?
Mi mente repasó las tres mil cosas que había hecho mal, cada una más absurda que la anterior. Deseé que me hubiera dado alguna instrucción antes de salir.

SUMISIÓN  (KaiSoo) +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora