🌻Capítulo 20🌻

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JongIn me sorprendió cuando vino a la biblioteca para visitar la Colección de Libros Raros el miércoles siguiente. Me sorprendió en el buen sentido de la palabra.

—He estado pensando en lo que me dijiste sobre aquel asunto del coche —dijo, subiéndose la cremallera del pantalón.

—¿Ah, sí?

Yo me calcé rápidamente los zapatos. Si íbamos a discutir, quería estar completamente vestido. Porque no había ninguna forma de que yo aceptara que me comprara un coche.

Se puso bien la corbata.

—He decidido no presionarte.

—¿Qué?

—Vi que la idea te incomodaba muchísimo y aunque hay una parte de mí que sigue pensando que es más seguro que conduzcas tu propio coche, tu bienestar mental es igual de importante para mí. —Se acercó y me miró—. No quiero que te sientas como una puta.

Estaba un poco sorprendido de que olvidara el tema sin discutirlo más, pero me alegró saber que no iba a imponerme su voluntad.

—Gracias.

—Dar y recibir, KyungSoo. Así son las relaciones. —Cogió su abrigo de camino a la puerta—. Aprecio mucho que seas sincero conmigo acerca de tus sentimientos. A mí me cuesta mucho.

«No me digas, Sherlock».

—Quizá podamos trabajar juntos en ello.

JongIn me aguantó la puerta para que saliera.

—Quizá.

El viernes por la tarde me reuní con él en la terminal privada del aeropuerto. Estaba esperándome junto a un precioso jet privado. Por lo menos a mí me pareció precioso; nunca había visto uno de cerca, así que no tenía con qué compararlo.

—Buenas tardes, KyungSoo —me saludó—. Gracias por haberlo organizado todo para salir antes del trabajo.

Asentí y miré la mano que me tendía para subir la escalerilla del avión. El interior era espacioso y elegante. Parecía un sofisticado apartamento: tenía un bar, sofás, incluso un pasillo que conducía a un dormitorio y, por supuesto, asientos tapizados.

El piloto nos saludó cuando nos vio entrar en la cabina.

—Enseguida estaremos listos para despegar, señor Kim —dijo.

JongIn hizo un gesto en dirección a los asientos.

—Deberíamos sentarnos.

Lo hice junto a él, con un hormigueo en el estómago, mientras el personal de cabina se preparaba para el vuelo. Estaba nervioso por varios motivos: por volver a ver a la familia de JongIn y por las expectativas que él pudiese haber depositado en mí. Además, me preguntaba cómo iría el partido y, vale, no mentiré, me estaba volviendo loco pensando en los planes que habría hecho para nosotros dos.

Enseguida estuvimos en el aire. Inspiré hondo y cerré los ojos.

—Quiero hablar contigo sobre el fin de semana —me expuso—. Seguirás llevando mi collar. Sigues siendo mi sumiso. Pero mi tía y ChanYeol no tienen por qué saber nada de mi vida privada. Así que no te dirigirás a mí como Amo, Señor o Señor Kim. Si te esfuerzas, te darás cuenta de que puedes evitar decir mi nombre. —Me miró a los ojos—. No quiero que me llames por mi nombre de pila a menos que sea inevitable.

Asentí.

—Muy bien —dijo—. Hoy vas a aprender algo más sobre el control.

Una mujer mayor entró en la cabina.

—¿Les sirvo algo a usted o al señor Do, señor Kim?

—No —contestó JongIn—. Ya la llamaremos si necesitamos algo.

—Muy bien, señor.

—A menos que la llamemos, pasará el resto del vuelo con el piloto —me explicó él luego, desabrochándose el cinturón—. Cosa que no haremos. —Me tendió la mano—. Ven conmigo.

Entramos en el dormitorio y JongIn cerró la puerta.

—Desnúdate y túmbate en la cama.

Hice lo que me ordenaba, mientras lo observaba moverse por la pequeña habitación.
Calculé que disponíamos de unas horas. Sentí vértigo al pensar en las cosas que podía hacerme en esas horas.

Me tumbé en la cama boca arriba. La expectación empezó a burbujear en mi interior, al tiempo que me preguntaba a qué se referiría con eso del control.

No tuve que esperar mucho. JongIn, completamente vestido, rodeó la cama y me estiró los brazos de modo que quedaron perpendiculares a mi cuerpo. No me tocó las piernas.

—Si no te mueves, no te ataré.

Se sentó en la cama con algo que parecía un cuenco entre las manos.

—Esto es un calientaplatos térmico —dijo—. Normalmente utilizo una vela para hacerlo, pero el piloto no lo permitiría. —Esbozó una breve sonrisa—. Y las normas son las normas.

¿Una vela? ¿Había cera en alguna parte?

Se sacó un pañuelo del bolsillo.

—Funciona mejor con los ojos tapados.

Me quedé a oscuras. Volvía a estar una vez más en la misma situación: desnudo y esperando.

JongIn me habló con aquella voz suya suave y seductora.

—Hay mucha gente que siente placer al notar calor.

Se me escapó un siseo cuando una gota de cera cayó en mi brazo y luego me sorprendí de lo mucho que me había gustado.

JongIn la frotó.

—Esta cera es especial. Cuando se calienta, se convierte en aceite corporal.

Me cayó otra gota en el otro brazo, seguida de nuevo por la suave fricción de la mano de JongIn. La incertidumbre de no saber dónde se posaría la siguiente gota me puso tenso y expectante. Pero luego la notaba resbalando por mi estómago, en mi muslo, en mi pecho.

El calor inicial iba disminuyendo gradualmente hasta convertirse en otro que me dejaba débil y tembloroso. Después de cada nueva gota, JongIn extendía el aceite por mi cuerpo mediante largas y sensuales caricias.

Una nueva gota aterrizó en mi pezón y jadeé.

«Ohhhhh. Joder. Qué bueno».

Volví a sentir el contacto de su mano frotando el aceite.

—¿Te gusta el calor, KyungSoo? —me preguntó, acariciándome la oreja con su cálido aliento, mientras una gota aterrizaba sobre el otro pezón.

Sólo pude gemir.

SUMISIÓN  (KaiSoo) +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora