Como de costumbre, JongIn había pensado en todo. Cuando entramos, ya ardía un enorme fuego en la chimenea de la biblioteca y el calor enseguida traspasó mi ropa húmeda. Él subió y volvió con ropa seca para darme. Mientras me cambiaba, nos sirvió unas copas.
Yo me senté y arqueé una ceja en dirección a la bebida que me ofrecía.
—¿Qué es esto?
—Brandy. Pensaba preparar café, pero luego he decidido que esto nos calentaría más rápido.
—Ya veo —dije, haciendo girar el líquido ámbar dentro de la copa—. Estás intentando emborracharme.
—Yo no suelo intentar nada. —Le dio un sorbo a su bebida—. Pero este brandy tiene más de un cuarenta por ciento de alcohol, así que será mejor que no bebas más de una copa.
Apolo pasó muy despacio por delante de nosotros y se sentó a los pies de JongIn delante del fuego. Él le acarició la cabeza.
Yo estaba empezando a darme cuenta de que nosotros dos teníamos ideas distintas sobre lo que significaba «entrar en calor». También me estaba empezando a preguntar si lo que había comentado sobre la naturalidad era alguna manera cifrada de Dominante de decir «no».
Aunque no me parecía que eso tuviera ningún sentido.
Él ya había pasado por alto nuestro acuerdo de los fines de semana en otras ocasiones: venía a visitarme a la sala de Libros Raros los miércoles y habíamos practicado sexo dos veces en aquella misma habitación donde estábamos ahora, mi biblioteca, allí en su casa, y no lo habíamos hecho siguiendo sus reglas habituales. ¿Por qué no iba a dejar que ocurriera nada entre nosotros en ese momento?
A veces todo me parecía muy confuso. Me encantaba la parte dominante de JongIn, esa faceta que podía aflojarme las rodillas y conseguir que me derritiera con una sola palabra.
Pero me estaba empezando a encaprichar de aquel otro JongIn de entre semana. Ojalá hubiera una forma de combinarlos. ¿Existiría esa posibilidad? Y, en caso de que existiera, ¿él lo desearía tanto como yo?
Pero aunque no fuéramos a practicar sexo salvaje delante de la chimenea, seguíamos estando en mi biblioteca. Y hablando de bibliotecas…
—¿Esta biblioteca ya estaba en la casa o la añadiste tú después de comprarla? —le pregunté.
—Yo no compré esta casa, la heredé.
—¿Esta era la casa de tus padres? ¿Creciste aquí?
—Sí. Aunque he hecho muchas reformas. —Arqueó una ceja—. Como la sala de juegos.
Yo me acerqué un poco más a él.
—¿Ha sido duro para ti vivir aquí?
Él negó con la cabeza.
—Al principio pensaba que lo sería, pero la he reformado tanto que ya no se parece a la casa de mi infancia. Aunque la biblioteca sigue siendo muy igual a la que había entonces.
Yo miré a mi alrededor, contemplando el gran número de libros que había, mientras bebía un sorbo de brandy. Al tragar, sentí cómo me calentaba la garganta.
—A tus padres debían de encantarles los libros.
—Mis padres eran ávidos coleccionistas. Y viajaban mucho. —Hizo un gesto en dirección a la zona de la biblioteca donde estaban los mapas y los atlas—. Muchos de los libros que hay aquí los trajeron de otros países. Y otros llevan en mi familia varias generaciones.
—A mi madre le gustaba mucho leer, pero lo que más leía era ficción.
Flexioné las rodillas y me las llevé al pecho. Estaba muy sorprendido de que me estuviera hablando de sus padres, pero no quería que se sintiera presionado.
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SUMISIÓN (KaiSoo) +18
RandomDo KyungSoo lleva toda la vida enamorado de Kim JongIn. Cuando se entera de que el brillante y atractivo presidente de Industrias Kim está buscando un nuevo sumiso, decide ofrecerse a él para hacer realidad sus más secretos deseos. Después de pasar...