Estaba empezando a entender la manera de funcionar de JongIn. A comprender cómo podía excitarme con una sola mirada y conseguir que me muriera por sus caricias con sólo decir una sencilla palabra o una frase.
Como en ese momento, mientras lo esperaba en su cama. Me estaba volviendo loco y ni siquiera estaba en la misma habitación que yo.
La cena había sido un preliminar largo e interminable. Verlo comer pasta, observar cómo deslizaba los dedos por la copa de vino…
Todo eso me había dejado tenso, preparado y casi suplicante.
Y ni siquiera me había tocado.Entró en la habitación con paso lento y decidido. La luz de las velas le iluminaba el pecho desnudo y le oscurecía los ojos. En silencio, se dirigió a los pies de la cama y levantó un grillete.
La parte racional de mi cerebro me susurró que debería tener miedo. Debería estar gritando «aguarrás» hasta quedarme afónico. Debería salir corriendo de aquella casa y alejarme de aquel hombre que tenía tanto control sobre mi cuerpo y sobre mí.
Pero en lugar de huir, observé con tensa excitación cómo me encadenaba a la cama con los brazos y las piernas en cruz.Luego me habló con su suave y seductora voz:
—No iba a hacer esto esta noche, pero me he dado cuenta de que aún no lo has entendido bien. Tú eres mío y tienes que hacer lo que yo te ordene y comportarte como yo te diga. La próxima vez que me vuelvas a hablar de esa forma tan irrespetuosa, te azotaré. Asiente si me entiendes.
Asentí e intenté que no se notara lo mucho que me excitaba la idea.
—Mi última sumisa podía conseguir que me corriera tres veces en una noche —me dijo y yo me pregunté por un momento si estaría hablando de la rubia—. Quiero que intentes llegar a cuatro.
¿Cuatro? ¿Eso sería posible?
Se sacó un pañuelo negro del bolsillo.
—Y quiero que estés completamente a mi merced.
Inspiré hondo. Podía hacerlo. Eso era lo que yo quería. Miré fijamente sus ojos verdes, pero cuando me puso el pañuelo negro sobre los ojos, ya no pude ver nada más.
Oí el lento sonido metálico de una cremallera y supe que se estaba quitando los pantalones. Estaba tan desnudo como yo. Se me aceleró el corazón.
Dos enormes manos empezaron a acariciarme los hombros y se deslizaron suavemente por mis costados. Pasó junto a mi pecho sin tocarlo y trazó un círculo alrededor de mi ombligo. Uno de sus dedos siguió bajando y jugueteó con mi entrada. Yo gemí.—¿Cuánto tiempo hace, KyungSoo? —preguntó—. Contéstame.
¿La última vez que había practicado sexo?
—Tres años.
Esperaba que no me preguntara el motivo. Por fin estábamos los dos desnudos en su cama y en ese momento no quería recordar que ninguno de mis anteriores novios había conseguido satisfacerme.
Su dedo se internó de nuevo en mi abertura y cuando él se acercó a mí, noté cómo se hundía la cama.
—Aún no estás preparado. Tienes que estar listo, porque, si no, no podré follarte todo lo fuerte que quiero.
Oí que se apartaba y entonces noté su boca sobre mi cuello: dibujó un camino de besos hacia abajo que lo condujo hasta mi pecho. Con la lengua, me recorrió un pezón y sopló con suavidad. Luego cerró la boca sobre él y succionó, al mismo tiempo que hacía rodar la lengua por la punta. Cuando me rozó con los dientes, se me escapó un jadeo.
Se desplazó entonces hasta el otro pezón y empezó a chuparlo suavemente, pero poco a poco fue aumentando la intensidad hasta que fue demasiado. Me arqueé hacia él sin vergüenza. Si seguía por ese camino, conseguiría que me corriera sólo con su boca. Prosiguió con el asalto a mis pezones al mismo tiempo que deslizaba una mano hacia abajo. Presionó con brusquedad y se fue abriendo camino por mi cuerpo hasta mis piernas separadas, abiertas, esperándolo a él. Introdujo uno de sus dedos, masajeando en círculos, continuó con otro, y otro más. Su otra mano fue masturbándome con aspereza y me apreté contra él: necesitaba fricción, necesitaba más.
Pero entonces se apartó de mí y yo rugí cuando sentí el aire frío sobre mi cuerpo.La cama se volvió a hundir y entonces noté que se sentaba encima de mí. Su duro y grueso miembro rozó mi pecho.
Adelantó las caderas.
—¿Crees que estás listo, KyungSoo? Porque ya estoy cansado de esperar. ¿Estás preparado? —Empujó de nuevo—. ¡Contéstame!
—Sí, Amo. Por favor. Sí.
Se levantó un poco y noté la punta de su pene en la boca.
—Bésame la polla. Bésamela antes de que te folle.
Presioné los labios cerrados contra él, y juro que eso era todo lo que pretendía hacer. Pero noté una gota de líquido en la punta y no pude evitarlo: saqué la lengua y se la lamí.
JongIn soltó un profundo suspiro entre los dientes y me abofeteó en la mejilla con suavidad.
—Yo no te he dicho que hagas eso.
Una parte de mí se alegró de haber abierto una pequeña grieta en su cuidadosa y controlada actitud, pero entonces él bajó por mi cuerpo y me levantó las caderas con una mano y ya no pensé en nada que no fuera lo que estaba a punto de hacer. Me hormigueaban todas las terminaciones nerviosas.
Me penetró muy despacio y yo gemí.«¡Sí!»
Presionó más, yo me dilaté y él colmó mi vacío. Me sentí más lleno de lo que lo había estado en toda mi vida. Empezó a moverse despacio y a abrirse paso centímetro a centímetro, hasta que empecé a sentirme incómodo.
No iba a caber.
—¡Maldita sea! —exclamó.
Noté que se movía hacia arriba. Me cogió las caderas con las dos manos y se meció de delante a atrás, tratando de internarse más en mí.
—Muévete conmigo.
Levanté las caderas y noté cómo se adentraba otro centímetro.
Gemimos los dos.
Entonces embistió con fuerza y entró por completo.
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SUMISIÓN (KaiSoo) +18
RandomDo KyungSoo lleva toda la vida enamorado de Kim JongIn. Cuando se entera de que el brillante y atractivo presidente de Industrias Kim está buscando un nuevo sumiso, decide ofrecerse a él para hacer realidad sus más secretos deseos. Después de pasar...