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A la deriva

Un zumbido comienza a taladrar mi cabeza apenas despierto

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Un zumbido comienza a taladrar mi cabeza apenas despierto. Joder, me quejo dando una vuelta en la cama con el pensamiento de que me siento terriblemente mal y ni siquiera he abierto los ojos. Un claro recordatorio de que tengo que dejar de beber de esa manera.

Me muevo de un lado a otro en la cama intentando dormir de nuevo, no me quiero levantar ahora, aunque no creo que mi vejiga soporte un minuto más. Abro los ojos de una vez por todas estirándome, sintiendo mis extremidades entumecidas y doy un largo bostezo. La luz proveniente de la ventana me ciega y tallo mis ojos para enfocar mi vista mejor la cual está algo borrosa, todo da vueltas y arrugo la frente. No sé si es porque no veo bien o aún tengo el efecto alcohol en mi sistema y estoy alucinando, pero creo que no estoy en mi habitación.

Mis ojos recorren el lugar lentamente sin entender que está pasando, me tallo los ojos y los vuelvo a abrir pensando que eso ayudara, pero todo sigue igual. La mayoría de las cosas dentro de la habitación son en tonos negros y grises ¡Mi habitación es amarilla!

Torpemente me levanto de la cama mirando a todos lados asegurándome que esto sola. Una oleada de aire frio recorre mi cuerpo haciendo que me abrase a mí misma tocando la manga de mi vestido. Fruncí el ceño, mi vestido no tiene mangas.

Oh mierda.

Al instante bajo la mirada hacia la ropa que llevaba puesta y la respiración se me corta. Paso lentamente saliva intentando no enloquecer mientras veo la ropa que llevo puesta en el espejo frente de mí.
Una playera blanca cubre mi cuerpo hasta mi muslo, tomo el borde de esta alzándola descubriendo que llevo puestos unos bóxer que claramente no son míos.

Camino por la habitación intentando recordar, pero nada, jamás había estado aquí. No tengo ni la menor idea de cómo llegue aquí y eso empieza a preocuparme. Mi pie descalzo choca con un zapato y bajo mi vista hacia el zapato negro demasiado grande de hombre, mis ojos se abren de par en par cuando veo como hay ropa esparcida por toda la habitación.

Dios mío. Dios mío. Dios mío. DIOS MÍO.

—Respira —me susurro a mí misma como si eso me ayudara en estos momentos.

En cualquier otra situación no me sentiría tan alarmada, pero ahora me siento totalmente perdida y no saber en dónde diablos estoy, me está enloqueciendo.

Estoy dormida.

Claro que debe ser eso, sigo durmiendo y tengo que despertar eso es todo. Palmeo mi cara un par de veces, incluso me pellizco el brazo demasiado fuerte gruñendo del dolor y nada. Me deben de estar jodiendo.

No estás soñando.

Con qué sigues viva maldita.

Por supuesto, no te vas a librar tan fácil de mí.

No me digas adiós [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora