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El club de la pelea

El club de la pelea

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Rhett

El maldito teléfono no ha dejado de sonar y estoy a nada de lanzarlo por la ventana si no se detiene.

Abro los ojos al volver a escuchar el sonido que taladra mis oídos, sintiendo el impacto de la luz que, pese a ser escasa porque está nublado, es suficiente para iluminar la habitación. Me levanto apartando las sábanas de mi cuerpo y tomo el teléfono viendo varias llamadas perdidas de diferentes personas. Comenzando por aquellas que no pienso devolver que son de algunos del equipo jodiendo porque les he dicho que no pienso ir a una práctica tan temprano, además ya no tenemos partidos y no tengo porque diablos asistir. Además, la resaca que me acompaña me está taladrando la cabeza y que el teléfono este sonando tan temprano solo lo empeora.

Algo que me sorprende es que el señor Davis, un hombre tan ocupado con cosas más importantes como para llamar a su hijo, me esté reventando el teléfono. Estoy seguro de que no hay nada importante por lo cual hacerlo. Hablamos lo necesario y cuando se trata de avisarme algo lo hace su secretaria o alguien más, no él.

Sigo bajando por la lista de llamadas perdidas y mi frente se arruga al ver que tengo una del abogado de mi padre. El teléfono vuelve a sonar y al ver quien llama me dice que no debe ser nada bueno, aunque divago en mi memoria que podría ser y no encuentro nada.

—¿Qué sucede? —hablo al momento en que respondo.

—Revisa tu correo —la voz seria y firme de mi padre es usual, pero sus palabras me desconciertan.

Frunzo el ceño, no sé si me siento asi por la cantidad de alcohol que ingerí ayer o porque realmente algo va mal.

—¿No me puedes decir? —arrugo la cara, un poco irritado por esto, si se molestó en llamar que al menos sea directo.

—Debería ser yo quien te esté pidiendo explicaciones Rhett —brama.

—No tengo ni la menor idea sobre lo que hablas —le soy sincero.

—Cuando lo veas sabrás a qué me refiero.

Termina la llamada sin darme oportunidad de decir algo más y me aparto el teléfono de la oreja. Suspiro entrando a mi correo, revisando eso que le tengo que explicar, le doy una hojeada a la chica que duerme boca abajo en mi cama, se mueve acomodándose, dejando parte de su espalda descubierta mientras el cabello rubio cae sobre la almohada. Me pongo unos jeans antes de salir de la habitación porque no quería dar explicaciones ni lidiar con alguien cuyo nombre no recuerdo.

Bajo por algo de comer, aun es temprano, pero mi cuerpo ya está pidiendo comida y una vez en la cocina me doy a tarea de abrir el correo que me ha reenviado el abogado de mi padre hace unas horas. Paseo por la cocina tomando algo de la nevera y no paso por desapercibido el importante en letras mayúsculas. Abro el archivo adjunto, me recargo de la encimera leyendo el documento con mi nombre en él mientras el desconcierto invade mi rostro.

No me digas adiós [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora