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Noche de fin de año

Noche de fin de año

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—¿Qué haces aquí?

No sé cuánto tiempo lo he estado mirando con la puerta abierta y tampoco sé cuánto tiempo me ha tomado en decir algo, pero se siente como una eternidad y sobre todo nada de esto se sentía real.

Verlo aquí, frente a mí, me descoloca en todos los sentidos posibles. Su cabello castaño alborotado por el aire qué corre afuera puedo oler su inconfundible aroma y se me eriza la piel, empiezo a sentir demasiado frío.

—Quería hablar contigo —dice.

Su voz me impacta como un rayo al ser algo que no había escuchaba en más de una semana. Se sentía extraño.

Me observa, sus ojos azulados hacen que me cueste tragar, apenas y puedo respirar porque no sé qué decir, pero recuerdo lo que ha pasado este tiempo. Como dejamos las cosas tal vez fue demasiado rápido, no hubo oportunidad de decir muchas cosas y empiezo a entender de que quiere hablar.

Los nervios me acelerar el pulso y asiento procesando sus palabras.

—Podías haber enviado un mensaje o llamado —mencionó aclarándome la garganta.

—Perdí mi teléfono y no quería hacer esto por mensaje, ¿puedo pasar?

Sus ojos recorren el pequeño espacio que tengo a mi lado, asiento y me aparto para que entre. Su aroma me invade al pasar a mi lado, todo pensamiento coherente abandona mi cabeza, maldición. Cierro la puerta con una enorme lentitud porque cuando le señalo con la mirada que vaya a la sala de estar, pienso en lo mucho que quisiera regresar el tiempo y elegir otra ropa diferente a la que traigo ahora. Llevo una sudadera gris con un elfo en ella, leggins rojos con calcetas blancas de Santa Claus y para darle el toque, mis pantuflas de ancianita. No sé porque me preocupo por eso cuando me ha visto antes así, desarreglada.

También si nada.

No me ayudes aquí.

Por supuesto que él se ve bien, como siempre, aunque aún hay rastros de las marcas y cortes en el rostro por la pelea, pero apenas y son visibles. Mientras que yo soy un desastre.

Camino demasiado lento hacia la sala y Ares me sigue detrás, me indico en donde se puede sentar y yo hago lo mismo frente de él, en un sofá diferente quedando a una distancia razonable. Me sentía inquieta, no sabía cómo hablaríamos de esto, por donde empezaríamos y si me terminaría de destruir, acabando de una vez con la poca estabilidad que me quedaba. Suspiro y también me preocupa que mis abuelos o mamá lleguen cuando aún no le he preguntado nada, ni siquiera sé cómo es que llego aquí, a mi casa. Me parece una locura que este aquí, justo a unos metros de mí.

Alzo el rostro encontrándome con el impactante azul de sus ojos que con la claridad del día se ven de un azul cielo demasiado intenso, su rostro serio me hace aclararme la garganta.

No me digas adiós [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora