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El precio del mañana

—Era broma cuando te dije que solo así nos veríamos

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—Era broma cuando te dije que solo así nos veríamos.

Me volteo hacia la rubia junto a mi caminando mientras arrastra el carrito por los pasillos del supermercado.

—Lo importante es vernos —intento ocultar una sonrisa.

—¡Pero no así! —chilla.

—Teníamos una semana sin vernos tampoco exageres —bufo y relaja su rostro—. Entonces, ¿ya me dirás qué pasó con Scott?

Le doy un leve empujón con el brazo y veo como aparta la mirada enseguida haciendo como que no me escuchó.

—No sé de qué me hablas.

—El día de mi fiesta de cumpleaños no fuiste con él, tampoco me has contado nada sobre lo que han hecho o algo así —le recuerdo y se queda pensativa— ni siquiera has mencionado su nombre.

Suspira bastante seria y me mira.

—Bien —bufa rondando los ojos— peleamos y no estamos hablando ahora —dice sería y algo molesta.

—¿Qué pasó?

Nos detenemos en medio del pasillo donde hay enlatados, pero mis ojos castaños se encuentran con los verdes de ella.

Me sentía un poco mal porque no había pasado demasiado tiempo con Kel, solo nos cruzábamos en el campus y hablábamos en las noches cuando no estábamos demasiado cansada, pero sabía que sucedía algo entre ellos por más que intentara ocultármelo.

—Se enojo porque estuve hablando con un chico de mi clase, quería revisar mi teléfono y no lo deje, es mi privacidad, no tengo absolutamente nada, pero parece que no me creyó cuando se supone que debe confiar en mí, yo lo hago —niega moviendo la cabeza cansada— no estaríamos pasando por esta mierda otra vez.

—¿Lo hablaron? ¿Le explicaste eso?

—Si, pero no me escucho, se fue y no lo he visto desde hace días no responde mis llamadas y tampoco le voy a estar rogando. Se puede ir a la mierda si quiere.

—Kel...

—Aún no quiero que me digas que debo hablar con él porque ahora estoy demasiado molesta —niega.

—No te diría eso porque claramente el hizo un problema donde no lo había —la apoyo y sonrío un poco.

—¿Verdad? ¡Gracias! —se exalta mirándome y vuele a mover la cabeza— de verdad lo quiero, pero es un grandísimo idiota.

—Solo espero que reflexione y se dé cuenta del partidazo que se perderá si sigue con esa actitud.

—¡Ay te amo tanto Callie! —me abraza y yo hago lo mismo al instante.

—También te amo mucho Kel y sabes que estoy lista para cortarle los huevos cuando sea necesario.

Se ríe y suspiro mientras recuerdo en donde estamos en medio del pasillo de enlatados. Nos separamos y tomo lo que necesito de aquí.

No me digas adiós [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora