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Amigos con beneficios

Llevaba perdida entre líneas buscando algo interesante que me pudiese servir para mi proyecto de este semestre que debía presentar un adelanto al final de la semana y solo tenía un par de notas hasta el momento porque se me vino el tiempo encima

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Llevaba perdida entre líneas buscando algo interesante que me pudiese servir para mi proyecto de este semestre que debía presentar un adelanto al final de la semana y solo tenía un par de notas hasta el momento porque se me vino el tiempo encima.

Dejo el libro a un lado tallándome los ojos, no sabía exactamente cuánto tiempo llevaba en la biblioteca, pero mi estomago estaba pidiéndome de comer y creo que es momento de dejarlo. Saco mi teléfono de mi bolso para ver que tengo toda la mañana aquí metida y mando un mensaje a Kelsey esperando que esté disponible para ir por un café, pero no hay respuesta de su parte y mi estómago no deja de rugir. Salgo del lugar y suelto un largo deteniéndome en la entrada para guardar mi teléfono.

Alzo la vista para comenzar a caminar y me encuentro con unos ojos negros mirándome frente de mi a un par de metros que acorta porque viene caminando a donde estoy, lo miro sin entender que está pasando e intento verme tranquila y no entrar en pánico.

—Callie, ¿cierto? —se toma su tiempo para pasar sus ojos por mi cuerpo de manera descarada y despreocupada.

Solo asiento, es un poco extraño que esté aquí, hablándome y sobre todo que recuerde mi nombre.

—¿Estás ocupada? — cuestiona y no oculto mi confusión.

—Estaba a punto de ir por algo de comer ¿Por qué?

No entiendo porque le he dado una explicación de lo que haré, pero lo dejo pasar y centro mi atención en él que esta pensativo observándome, como si estuviese planeando algo. Sospechoso.

Max me lleva unos diez centímetros de altura así que no tengo que levantar tanto la barbilla para observarlo. Parado frente de mí con su ropa oscura y el cabello alborotado, no puedo ignorar mis pensamientos diciéndome que se ve bien, es atractivo y puedo notar la confianza que tiene en sí mismo a kilómetros. Aun así, me mantengo alerta por cualquier situación porque nunca se sabe.

—Te acompaño —comienza a andar, pero no lo sigo y se detiene enseguida quedando un poco lejos de mí.

— ¿Por qué harías eso?

No puedo evitar sentirme nerviosa al no entender que pasa aquí y sin saber porque quiere ir a comer conmigo.

Camina hacia mí soltando un leve suspiro y se cruza de brazos un poco cerca de mí. Me contengo de dar un paso atrás, no tiene esa presencia que intimida, al menos no después de que conversáramos en su casa, se veía tranquilo y nada agresivo, pero lo que si me intimida es a lo que se dedica.

— ¿Qué no puedo? —alza las cejas.

Nos encontramos en una lucha de miradas y entrecierro los ojos unos segundos tratando de entender que hace aquí, la cara atractiva y los ojos caídos no me dice mucho. Segundos pasan y suspiro dándome por vencida, tengo hambre.

No me digas adiós [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora