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Mujer bonita

Mujer bonita

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Ares

Estoy molesto, joder estaba más que molesto y por más que no quería estarlo, no podía. Me cabrea que sea así, quiero entenderla, de verdad que lo intento, pero es tan terca.

Le doy varios golpes al saco reviviendo las palabras del viernes en mi cabeza. Una y otra vez. Me detengo después de un rato, sintiendo como me palpitan las manos detrás de los guantes y me deshago de ellos, quitándolos y lanzándolos. El sudor traspasa la playera negra haciendo que se adhiera a mis abdominales, el cabello revuelto, mojado por una capa de sudor y me deshago de la playera, no hay nadie más aquí y si lo hubiera no me importaría de todos modos.

Necesitaba estar un rato más aquí, quería sentir los golpes directamente en mis puños, de lo contrario no funcionaría. El gimnasio estaba desierto, las clases y cualquiera actividad en el campus se había suspendido por hoy y eso me dio espacio suficiente para entrenar el tiempo que necesitara, como estos días, tenía que descargar mi ira de alguna forma si no quería ir a busca a Davis y partirle la cara sin remordimiento alguno.

Sabía que no me correspondía a mí, pero no podía quedarme de brazos cruzados sin hacer nada. En cuanto me topara con él, le haré saber que no puede acercarse a Callie por ningún puto motivo ya que ella no quiere poner la orden y se hasta dónde Davis es capaz de llevar las cosas. La castaña más que nadie lo sabe y eso me jode.

Me sigue jodiendo el pensamiento de que no pude ir a la maldita fiesta en su casa. Me jode que no fui capaz de estar ahí para ella. Y me jode que no pude protegerla.

Por más que se haga la fuerte, eso le afecta y lo vi, la maldita mirada de miedo en su rostro al mencionarlo me molestaba y me estaba jodiendo que no lo quiera demandar.

El pensamiento de que debería hablar con mi padre para hacer que esto pase, se cruza por la mente y lo descarto al instante. Seguramente West se molestaría y no me lo perdonaría en cuanto se enterará que fui capaz de eso, pero me dejaba intranquilo y estar sobre de ella no es una opción. Callie es de tener su espacio al igual que yo y ambos sabemos eso, por eso se lo estaba dando estos días.

—Ya puedes ir diciendo que me amas —escucho la voz detrás de mí y no me volteo al reconocer quien es.

Sigo golpeando el saco, cada vez más fuerte hasta que se me va el maldito aire. Me detengo enderezando la espalda respirando con dificultad observando serio a Grayson frente de mí que no se contiene al sonreír ampliamente, parece salido de un puto comercial de pasta de dientes.

—No —digo antes de que se atreva a decir lo que sea que esté pensando.

Conozco esa mirada y no estoy para sus tonterías.

—¡Pero no he hablado! —protesta.

—No hace falta —digo sin aliento.

—Maldito castaño de mierda, todavía que te estoy salvando el culo me tratas así.

No me digas adiós [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora