Capítulo 20 Reporte de Daños

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Un empujón lo hizo ponerse contra la pared, pero con un impacto tal que sintió un dolor ligero en la parte de la nuca. Sin embargo, Estiven estaba acostumbrado al dolor, y más que debilitarlo, el golpe lo puso alerta. Sus ojos se abrieron como platos, reaccionando así a la mueca feroz que Germania le hiciera.

- ¡Maldito imbécil! ¿Qué fue todo eso en la lona hace un rato?

- Yo les juro... les juro que es pelada es capaz de curarse- dijo Estiven sobándose detrás de la cabeza.

- Pues si quería quedar como un rudo en toda regla, lo hizo- dijo Jeider.

- ¡Usted la vio, hermana! ¡Le rompió la nuca, y después estaba como si nada el día siguiente!

- Era eso, o sólo le causé una contusión- dijo Germania, insegura sobre lo que decía.

- T-Tienen que... ¡Tienen que creerme! esa pelada no es normal. Ustedes... ¡Ustedes estaban conmigo cuando nos la encontramos! No sabía ni dónde estaba parada, y todo lo que decía era que quería encontrarse con Yuli, y parecía una desechable...

- ¿Y qué esperaba que pareciera, si antes fue de los que la sacó barata! Ese día más de uno desapareció, o quedó trastornado por lo que hicieron esos monstruos- argumentó Jeider.

- Listo, no importa, no importa- dijo Estiven dándoles la espalda a Germania y a Jeider. Se habían reencontrado una hora después del incidente en la Casa de la Cultura, y hablaban acaloradamente al respecto. La paliza que le propinó a Valeria había dejado una terrible impresión de él ante sus compañeros, y sus amigos, cómplices de sus actos, ahora lo increpaban.

- ¿Cómo que no importa? ¿Ahora qué creen que dirán de usted y del Jeider?

- Eso al man no le importa, ¿Cierto, viejo Jeider? - aseguró Estiven.

Jeider se acercó en silencio hacia Estiven y se paró a escasos centímetros de él. La imponente estatura del luchador se sobrepuso, y el chico perdió el entusiasmo casi de inmediato.

- Tuve suerte de que todo el mundo no se fuera encima de mí a partírmela porque me quedé mirando cómo le pegaba a la pelada. Todo esto se lo debemos a usted y sus estupideces, pedazo de bestia.

- ¡Ya, dejen la regañadera! Que después de todo, esto trataba de ir contra la lámpara y ustedes estaban de acuerdo- dijo Estiven, sonriendo con malicia.

Jeider y Germania se miraron al mismo tiempo, y luego hacia Estiven. Ambos no podían creer el descaro en las palabras del chico.

- Venga, Estiven. Usted sabe que estamos con usted, hasta para relevo australiano- le dijo Germania-, pero esto fue muy lejos. ¿Y es en serio, hermano? ¿Todavía le tiene rabia a la Yuli?

El semblante de Estiven se oscureció y miró a sus dos amigos como si los retara.

- Esa vieja... no sabe con quién se metió. Yo todo sano, y ella... se creyó más que yo. Todo porque la cucha esa que la avala fue una leyenda del ring.

- Mire, hermano. Dos caminos tiene usted. Dejar correr esa vaina, ahora sí, o abrirse. Con su vainita de ayer usted puede que haya jodido muchas cosas que se iban a dar en la Casa de la Cultura, ¿Sí sabía? - le explicó Jeider.

- ¿Qué cosas, hermano?

- Le dejo esa reflexión- dijo Jeider, antes de darle la espalda, e irse junto con Germania.

En ese momento, Estiven no comprendía razones. Se miraba los nudillos, orgulloso, y sonreía maliciosamente. En su mente cavilaba un plan para dar un golpe final a Yuli, y ya le había generado un impacto del que no se recuperaría rápido al meterse con su amiga, aunque todavía le quedaban dudas sobre ella, y tenía la completa seguridad de que algo sobrenatural la rodeaba. Sin querer, Estiven comenzaba a atar cabos, y puede que eso no lo llevara precisamente a dónde el desearía terminar.

La Hija de Atlas: #1- Morder el PolvoWhere stories live. Discover now