Un empujón lo hizo ponerse contra la pared, pero con un impacto tal que sintió un dolor ligero en la parte de la nuca. Sin embargo, Estiven estaba acostumbrado al dolor, y más que debilitarlo, el golpe lo puso alerta. Sus ojos se abrieron como platos, reaccionando así a la mueca feroz que Germania le hiciera.
- ¡Maldito imbécil! ¿Qué fue todo eso en la lona hace un rato?
- Yo les juro... les juro que es pelada es capaz de curarse- dijo Estiven sobándose detrás de la cabeza.
- Pues si quería quedar como un rudo en toda regla, lo hizo- dijo Jeider.
- ¡Usted la vio, hermana! ¡Le rompió la nuca, y después estaba como si nada el día siguiente!
- Era eso, o sólo le causé una contusión- dijo Germania, insegura sobre lo que decía.
- T-Tienen que... ¡Tienen que creerme! esa pelada no es normal. Ustedes... ¡Ustedes estaban conmigo cuando nos la encontramos! No sabía ni dónde estaba parada, y todo lo que decía era que quería encontrarse con Yuli, y parecía una desechable...
- ¿Y qué esperaba que pareciera, si antes fue de los que la sacó barata! Ese día más de uno desapareció, o quedó trastornado por lo que hicieron esos monstruos- argumentó Jeider.
- Listo, no importa, no importa- dijo Estiven dándoles la espalda a Germania y a Jeider. Se habían reencontrado una hora después del incidente en la Casa de la Cultura, y hablaban acaloradamente al respecto. La paliza que le propinó a Valeria había dejado una terrible impresión de él ante sus compañeros, y sus amigos, cómplices de sus actos, ahora lo increpaban.
- ¿Cómo que no importa? ¿Ahora qué creen que dirán de usted y del Jeider?
- Eso al man no le importa, ¿Cierto, viejo Jeider? - aseguró Estiven.
Jeider se acercó en silencio hacia Estiven y se paró a escasos centímetros de él. La imponente estatura del luchador se sobrepuso, y el chico perdió el entusiasmo casi de inmediato.
- Tuve suerte de que todo el mundo no se fuera encima de mí a partírmela porque me quedé mirando cómo le pegaba a la pelada. Todo esto se lo debemos a usted y sus estupideces, pedazo de bestia.
- ¡Ya, dejen la regañadera! Que después de todo, esto trataba de ir contra la lámpara y ustedes estaban de acuerdo- dijo Estiven, sonriendo con malicia.
Jeider y Germania se miraron al mismo tiempo, y luego hacia Estiven. Ambos no podían creer el descaro en las palabras del chico.
- Venga, Estiven. Usted sabe que estamos con usted, hasta para relevo australiano- le dijo Germania-, pero esto fue muy lejos. ¿Y es en serio, hermano? ¿Todavía le tiene rabia a la Yuli?
El semblante de Estiven se oscureció y miró a sus dos amigos como si los retara.
- Esa vieja... no sabe con quién se metió. Yo todo sano, y ella... se creyó más que yo. Todo porque la cucha esa que la avala fue una leyenda del ring.
- Mire, hermano. Dos caminos tiene usted. Dejar correr esa vaina, ahora sí, o abrirse. Con su vainita de ayer usted puede que haya jodido muchas cosas que se iban a dar en la Casa de la Cultura, ¿Sí sabía? - le explicó Jeider.
- ¿Qué cosas, hermano?
- Le dejo esa reflexión- dijo Jeider, antes de darle la espalda, e irse junto con Germania.
En ese momento, Estiven no comprendía razones. Se miraba los nudillos, orgulloso, y sonreía maliciosamente. En su mente cavilaba un plan para dar un golpe final a Yuli, y ya le había generado un impacto del que no se recuperaría rápido al meterse con su amiga, aunque todavía le quedaban dudas sobre ella, y tenía la completa seguridad de que algo sobrenatural la rodeaba. Sin querer, Estiven comenzaba a atar cabos, y puede que eso no lo llevara precisamente a dónde el desearía terminar.
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La Hija de Atlas: #1- Morder el Polvo
Fantasy"Flotabas, y estoy segura que tú fuiste la que convirtió en polvo el concreto de las paredes. ¿Qué cosa eres?". La oleada de terror que trajo La Noche del Ruido en Bogotá duró lo suficiente como para neutralizar a casi todos los niños en la ciuda...