Una leve presión en el entorno de la localidad Antonio Nariño recibió a Doña Ceci, Valeria y Yuli apenas pusieron un pie allí. Las tres, que se mantuvieron quietas, comenzaron a observar todo a su alrededor.
- Peladas, no se preocupen. Antes cuéntenme, ¿Cómo van? – preguntó Doña Ceci.
- Me... cuesta... respirar... - aseguró Valeria.
- Y a mí... dar un... paso...- secundó Yuli.
- Fue... idea... de Manabo...- intentó decir Valeria.
Julián, que iba atrás, se detuvo.
- Parece que el muchacho, Manabo, estaba muy entusiasmado cuando leímos sobre ese caballero en el blog de ese periodista, y sobre cómo se comporta la gravedad acá.
- Sí, tanto, que no dejó de... preguntarnos cada rato si nos interesaba visitar otras partes fuera de Ciudad...Bolívar...- declaró Yuli.
- Pero sin... venir...él...- aseguró Valeria.
- Hey, las tres. Primero quiero que vean esto- dijo el chico a la vez que se llevaba la mano al bolsillo.
Y extrajo una pelota de espuma suave de color amarillo y con una carita feliz en ella, que lanzó ante los pies de Doña Ceci. La pelota dio un breve rebote al inicio, y más adelante se detuvo en seco. Luego un leve empujón desde arriba hizo que la pelota pareciera más plana, y que la curvada sonrisa de la pelota se enderezara en una línea recta horizontal.
- Tendrán que entrar ahí como ligeras de cosas o no van a poder llegar al vórtice- señaló Julián.
Ya informadas sobre los sucesos, las tres avanzaron fuera del campo gravitacional y pusieron a los pies de Julián las maletas, extrayendo de su interior alimentos para llevar como pudieran hasta el portal.
- Nos cuida bien las cosas- dijeron las tres a coro.
- ¿Eh? ¡Pero qué...! - protestó Julián.
- Pero qué nada, ¿no nos dijo que teníamos que entrar ligeras de cosas? – aseguró Yuli.
- Sí, pero es que...
- Y por eso dejamos las cosas atrás, a la maleta, y al bulto que nos las va a cuidar- rio Doña Ceci.
- Ay, Doña...- se quejó Julián.
- Y nos las va a cuidar bien- dijo Doña Ceci, esta vez en un tono más serio.
Mientras se alejaban y luchaban como podían contra la gravedad, Valeria notaba que podía caminar sin problemas, y que sus pesadas botas, que al principio le significaron problemas para correr, no le representaban ningún problema ahora, pudiendo encabezar la marcha.
- Parece que Shizuka pensó en todo - dijo Valeria deteniéndose y golpeando la punta contra el suelo.
- Por más crédito que le dé a la pelada, esas botas son incómodas acá y en China- dijo Yuli mientras se esforzaba por andar.
Doña Ceci no decía nada, pero seguro de las tres era la mejor que toleraba la carga de gravedad, y como era la única con los ojos en frente, fue la primera en percatarse que un joven con saco de capucha les cortó el paso.
- ¿Necesitan una ayudita? - dijo el hombre saludando con la mano.
El hombre, de gafas y sonrisa permanente, lucía carismático y amable, pero a Doña Ceci no le despertaba mucha confianza, sea porque él creyera que necesitaban ayuda, o por sus ganas de intentar dar una buena impresión a la primera.
YOU ARE READING
La Hija de Atlas: #1- Morder el Polvo
Fantasía"Flotabas, y estoy segura que tú fuiste la que convirtió en polvo el concreto de las paredes. ¿Qué cosa eres?". La oleada de terror que trajo La Noche del Ruido en Bogotá duró lo suficiente como para neutralizar a casi todos los niños en la ciuda...