Capítulo 33 El del Galopar Pesado

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Una leve presión en el entorno de la localidad Antonio Nariño recibió a Doña Ceci, Valeria y Yuli apenas pusieron un pie allí. Las tres, que se mantuvieron quietas, comenzaron a observar todo a su alrededor.

- Peladas, no se preocupen. Antes cuéntenme, ¿Cómo van? – preguntó Doña Ceci.

- Me... cuesta... respirar... - aseguró Valeria.

- Y a mí... dar un... paso...- secundó Yuli.

- Fue... idea... de Manabo...- intentó decir Valeria.

Julián, que iba atrás, se detuvo.

- Parece que el muchacho, Manabo, estaba muy entusiasmado cuando leímos sobre ese caballero en el blog de ese periodista, y sobre cómo se comporta la gravedad acá.

- Sí, tanto, que no dejó de... preguntarnos cada rato si nos interesaba visitar otras partes fuera de Ciudad...Bolívar...- declaró Yuli.

- Pero sin... venir...él...- aseguró Valeria.

- Hey, las tres. Primero quiero que vean esto- dijo el chico a la vez que se llevaba la mano al bolsillo.

Y extrajo una pelota de espuma suave de color amarillo y con una carita feliz en ella, que lanzó ante los pies de Doña Ceci. La pelota dio un breve rebote al inicio, y más adelante se detuvo en seco. Luego un leve empujón desde arriba hizo que la pelota pareciera más plana, y que la curvada sonrisa de la pelota se enderezara en una línea recta horizontal.

- Tendrán que entrar ahí como ligeras de cosas o no van a poder llegar al vórtice- señaló Julián.

Ya informadas sobre los sucesos, las tres avanzaron fuera del campo gravitacional y pusieron a los pies de Julián las maletas, extrayendo de su interior alimentos para llevar como pudieran hasta el portal.

- Nos cuida bien las cosas- dijeron las tres a coro.

- ¿Eh? ¡Pero qué...! - protestó Julián.

- Pero qué nada, ¿no nos dijo que teníamos que entrar ligeras de cosas? – aseguró Yuli.

- Sí, pero es que...

- Y por eso dejamos las cosas atrás, a la maleta, y al bulto que nos las va a cuidar- rio Doña Ceci.

- Ay, Doña...- se quejó Julián.

- Y nos las va a cuidar bien- dijo Doña Ceci, esta vez en un tono más serio.

Mientras se alejaban y luchaban como podían contra la gravedad, Valeria notaba que podía caminar sin problemas, y que sus pesadas botas, que al principio le significaron problemas para correr, no le representaban ningún problema ahora, pudiendo encabezar la marcha.

- Parece que Shizuka pensó en todo - dijo Valeria deteniéndose y golpeando la punta contra el suelo.

- Por más crédito que le dé a la pelada, esas botas son incómodas acá y en China- dijo Yuli mientras se esforzaba por andar.

Doña Ceci no decía nada, pero seguro de las tres era la mejor que toleraba la carga de gravedad, y como era la única con los ojos en frente, fue la primera en percatarse que un joven con saco de capucha les cortó el paso.

- ¿Necesitan una ayudita? - dijo el hombre saludando con la mano.

El hombre, de gafas y sonrisa permanente, lucía carismático y amable, pero a Doña Ceci no le despertaba mucha confianza, sea porque él creyera que necesitaban ayuda, o por sus ganas de intentar dar una buena impresión a la primera.

La Hija de Atlas: #1- Morder el PolvoWhere stories live. Discover now