Capítulo 7 Shizuka se encarga

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Luego de acomodar a Valeria en una de las habitaciones desocupadas del segundo piso de la casa, Yuli respiró aliviada por poder garantizarle a la chica un lugar para vivir. La habitación era pequeña y limpia, con paredes de un color verdoso. Estaba humildemente amoblada con una cama de madera de colchón reblandecido, cubierto con una cobija "tres tigres" blanca y azul, con sobresábanas y almohada que evidenciaban años de uso. Al lado de la cama había una mesita de noche café con una vieja lámpara, y en un extremo de la habitación un viejo armario de puertas corredizas. Una ventana adornada con unas cortinas blancas, pero curtidas por el tiempo daba a la calle y bañaba la habitación con luz del exterior. Valeria poco o ninguna atención prestó a la habitación, más sí continuó quejándose del dolor que sentía en la nariz tras recibir en un puñetazo de Yuli, razón por la que la chica se apresurara a instalarla, ya que la tenía de los nervios.

- No dejas de llorar, ni de leer los carteles como si hasta ahora aprendieras a leer, ni de tocar... ¿Me estás escuchando? – Le llamó la atención Yuli.

Valeria, ante el llamado de atención, dejó caer el crucifijo que hace poco había retirado de la cabecera de la cama. Los ruidos que hacía, como simulando que la cruz era un avión cesaron de inmediato con el llamado de atención de su compañera, que retomó la palabra.

- ¿Así me quieres volver a enfrentar? No te enfocas, ¡Mírate no más!

- S-Sí, Prima – dijo Valeria avergonzada. Enseguida bajó la cabeza y atenazó su tabique adolorido con el índice y el pulgar de su derecha.

- Bien, bien. Tú sigue en lo tuyo. Al parecer es lo único que te evita pensar en, en... ¿Pero en serio te dolió? – le preguntó a Valeria. Ella asintió, antes de retomar su juego con el crucifijo.

Poniéndose de pie de la cama, a la vez que chocaba una mano con la otra, Yuli observó a Valeria absorta en su juego con el "avioncito", y enseguida llegó a su mente la visión del avión que se materializó sobre el conjunto. De la poderosa y fiera mujer que la incentivaba a intentar aplicarle sus más fuertes llaves de lucha no quedaba sino una muchacha de actitud infantil y que se asombraba con las cosas más insignificantes. Era casi como si la existencia de Valeria hubiera ocurrido de manera espontánea y no, por lo menos hace 20 años atrás. Eso, porque Yuli daba por seguro que ella se veía de su edad. Pero con el pasar de los días ya le sonsacaría cuantos años tenía en realidad, de donde venía, y la naturaleza de sus intenciones.

Eran las 4 de la tarde, y Yuli se despertó al escuchar dos "ding dongs" consecutivos del timbre, y que retumbaban por toda la sala. Dos horas atrás había bajado luego de dejar a Valeria dormida tras darle unas pastillas para calmar el dolor en su nariz. Incómoda por el frío que captara al quedarse dormida en un sillón mojado, Yuli se puso de pie para abrir la puerta cuando el timbre sonó de nuevo. Luego de un esfuerzo para abrir la congelada puerta, Yuli encontró en la entrada a dos jóvenes de apariencia oriental y de cuerpos menudos, bien abrigados, pero que no dejaban de temblar ante el frío. Debían rondar los veinte años los dos, aunque lucían más infantiles. Eran un chico y una chica que cargaban sus pertenencias, y que se quedaron viendo a Yuli en cuanto ésta les abrió la puerta.

- ¿Manbo y Shizaka? - Expresó Yuli a la vez que se desperezaba.

- Koni...- dijo el chico sin dejar de mirar su celular.

- ¡Es buenas tardes! - dijo la joven al pegarle con el codo en las costillas al chico, que ni se inmutó- Y somos Manabo y Shizuka, eh...

- Yuli, pero pasen, que está helando- los invitó.

Manabo fue el primero en entrar. De espalda encorvada, cabello corto y negro, no dejaba de pasar el índice por la pantalla de su celular, cuya navegación se reflejaba en los lentes de sus gafas cuadradas. A Yuli le dio la impresión que, más que interesado en lo que leía en su celular, era una forma de evitar mirarla directamente a la cara. Shizuka le siguió, y al contrario del chico, parecía impaciente, y miraba con detenimiento todo lo que estaba a su alrededor, para luego reparar en Yuli, a quien la inspeccionó de arriba a abajo, rematando con una ceja arqueada desde atrás de su montura de grandes lentes redondos, que se ajustaba con su dedo medio contra su tabique. Hizo a un lado su largo y liso cabello negro y se dirigió a Yuli.

La Hija de Atlas: #1- Morder el PolvoWhere stories live. Discover now