Yuli pasó la mano por la pared hasta que tanteó el interruptor de los bombillos de la sala. Lo oprimió, y en cuanto la estancia estuvo iluminada, pudo apreciar mejor las abolladuras en las paredes, que parecían hechas con el dorso de una mano. Eso, sumado con la sonrisa que le dedicaba La Piloto como respuesta a su reto le daban más razones para retractarse de haberla desafiado a un combate, y a querer arreglar diferencias con el diálogo. Pero ya era tarde, las pupilas de la mujer eran como brasas al rojo vivo, y Yuli se preparó para el impacto. Su memoria muscular intercedió por ella, y Yuli apartó a tiempo la cara antes que la aviadora le conectara un puñetazo que, por la velocidad y potencia con el que se lo propinó, juró que, de haberla tocado, le habría destrozado la cara. Y a ese golpe le siguieron otros, que la aspirante a luchadora supo esquivar.
- ¡Jah!¡Jah! – exclamaba la Piloto tras arrojar cada golpe.
- ¿Un uno contra uno? ¡Ni diez pueden con ésta! ¡Con un...! -Pensó Yuli a la vez que se ponía fuera de su alcance- ¡Con una vez que me toque uno de sus puños, ahí quedo!
Y bien Yuli podía apreciar de primera mano el daño del que eran capaces los puñetazos de la Piloto. Concreto, madera, plástico, porcelana, nada se salvaba de la fuerza destructiva de los golpes de aquella mujer.
- ¡Jah!¡Jah! ¿Cómo se supone que acabe contigo, si no te quedas quieta? – se quejó la Piloto.
- Tiene lo necesario para pelear, pero de puntería nada – susurró Yuli.
- ¿Cómo dijiste? ¡Jah!
- ¡Hermana, que le falta calle! – bromeó Yuli en medio de la ráfaga de golpes.
Yuli no quiso quedarse esquivando cuanto puño le arrojaba la mujer, ya que ella empezaba a sospechar que esperaba a que bajara la guardia para asestarle un golpe. Así que, entre un puñetazo y otro, Yuli prestó atención a otra cosa singular de su adversaria que la consternaba.
- Casi tengo tu ritmo, pero... ¿Tus pies? ¿Cómo es que estás flotando? - la inquirió Yuli.
- ¡Madre bendita, si es cierto! ¡También vuela! - exclamó asustada una vecina.
- ¡Es mi ventaja sobre tí! ¡Jah! - le dijo la Piloto con orgullo.
Los demás vecinos tardaron un poco más en notarlo, pero aquello era real. Los pies de la Piloto flotaban a escasos centímetros del piso, lo que le permitía moverse con mayor agilidad en contra de Yuli, quien hasta ahí paró de intentar explicarse las características sobrenaturales de la mujer - como que el brillo rojo en los ojos de la aviadora era en realidad el reflejo de la luz en los cristales de sus googles-, porque ella podía sentir la ligereza con la que la joven se movía. A cada golpe que intentaba conectarle la sentía impaciente y cansada, mientras de ella parecía emanar un aura carmesí humeante que elevaba la temperatura en la habitación. Invadida por la ira y la impaciencia, Yuli tomó las manos de la Piloto y entrelazó sus dedos con los de ella para retenerla, en una maniobra peligrosa con la que buscaba detenerla.
- Tú... ¡Suéltame! - exclamó la Piloto, sorprendida.
- ¡Ni loca! ¡Veci!
- ¿Sí? – preguntó uno de los vecinos.
- ¡Les daré tiempo, pero se tienen que llevar a los señores ya! - ordenó Yuli.
Yuli no tuvo que repetirlo dos veces para que los vecinos actuaran mientras ella forcejeaba con su contrincante.
- ¡Don Elías, Doña Patricia! ¡Miguel! ¡Jálenlos rápido! - ordenó una de las vecinas a un muchacho alto en camiseta, pantalón y sandalias.
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La Hija de Atlas: #1- Morder el Polvo
Fantasy"Flotabas, y estoy segura que tú fuiste la que convirtió en polvo el concreto de las paredes. ¿Qué cosa eres?". La oleada de terror que trajo La Noche del Ruido en Bogotá duró lo suficiente como para neutralizar a casi todos los niños en la ciuda...