Capítulo 6 ¿Se Llama Valeria?

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De no ser porque se cruzaron con un residente de Ciudad Bolívar dispuesto a recoger gente en su camión, es muy probable que Jeider, Estiven, Germania, Zoila y la chica sin nombre se hubieran tardado horas en llegar a su destino. Esneider, el conductor, era un hombre alto y joven, que no paró de hablar en todo el camino sobre lo que ocurrió, ya que él fue testigo de primera mano de la manifestación monstruosa que ocurrió en su sector.

- Terrible todo eso, les cuento. Osea, primero los pelaítos enfermos, luego, ese sapo volador, en una nube ahí...

- No joda, ¿En serio? – preguntó Estiven.

- Sí, sí. Hay fotos, y yo... bueno yo hasta salvé a un chinito y todo que los papás dejaron ahí flotando. Fui y nadé y lo puse a salvo. Y mientras tanto ese sapo no sé qué hacía, congelaba todo, hacía desbordamientos. Muy paila como pasó. Mi mamá les cuenta.

Y aunque los demás le escuchaban atento cuanto tenía que decir, pero sin intervenir o conmoverse siquiera, salvo la señora Zoila, la joven guardaba un silencio sepulcral mientras no dejaba de mirar al conductor.

- Malditos monstruos... que sabiendo cómo pasó todo lo demás, a nosotros nos tocó, así como suave, sabiendo cómo fue todo por allá por Kennedy, el centro y eso.

- Ah, ¿sí? - preguntó la joven, un tanto incómoda.

- ¡Sí! Que por allá en Usaquén, y en Kennedy, al menos dos monstruos en cada uno de esos laos se vieron. Un caballero y un gigante en uno. Y en el otro una cosa que rodaba prendida y una piloto. ¡Imagínense!

- Sí, claro...- respondió sin ganas la chica.

Una vez llegaron, Jeider se encargó de regatear el precio del viaje con Esneider, quien parecía querer cobrar un buen monto por la carrera de Puente Aranda para allá. La chica se alejó poco a poco de sus compañeros de viaje, pues estaba ansiosa por querer reunirse pronto con Yuli. Se despidió de Zoila, y con el parche en su puño cerrado, se dirigió a buscarla, a pesar de las súplicas de la mujer indígena para que se quedara con ella y esperara a la chica, quien tendría la clave de su identidad, que ella asumía perdida por los traumas que los sucesos de madrugada le pudieron generar. Pero no sólo iba hacia Yuli, había algo más, que provocaba que su estómago se revolcara de ansiedad.

- Quiero más de esos bocadillos- se dijo a sí misma mientras se alejaba.

Su búsqueda la llevó hacia la mesa donde se repartían refrigerios de colegio, pero la extensión de la fila la desmotivó. Sentía ganas de arrojarse directo a la mesa y tomar lo que quisiera, pero la visión del enmascarado lo detuvo. Iba vestido como un motociclista, y hacía preguntas a la encargada de la mesa. La chica escuchó el nombre de Yuli, y enseguida se sintió involucrada. Siguió al hombre por los pasillos, del barrio, hasta que se detuvo en una llanura. Había una pelea. Yuli estaba en ella, y se las arreglaba con dos hombres casi el doble de altos que ella -y para su sorpresa eran iguales-, mientras una mujer anciana veía como pasaba todo, animando a los gemelos a acabar con ella.

- Yuli les está dando una buena – dijo Biker Mask.

- Algo como lo que me hizo a mí qué día- intervino la chica.

Biker Mask volteó enseguida, sorprendido por la presencia de la joven.

- ¿Qué hace acá, señorita? - la interrogó.

- Voy para allá.

- Espere a que acabe la pelea- le dijo el enmascarado.

La chica consideró injusto eso, sabiendo que sus adversarios sobrepasaban a Yuli. Pero para sorpresa y alegría de la joven, la aspirante a luchadora salió victoriosa por encima de los dos corpulentos adversarios. Pero como si tuviera memoria a corto plazo, olvidó el incidente, y más bien se concentró en el bocadillo que Yuli, victoriosa, estaba por comerse.

La Hija de Atlas: #1- Morder el PolvoWhere stories live. Discover now