Como la bicicleta se había hecho el transporte más popular para aquellos que quisieran llegar más rápido a sus destinos, en vista que el estado de las vías limitaba el uso de automóviles, ya era muy común ver a la gente viajando y compartiendo el vehículo, y ese era el caso de Valeria y Yuli, que iban una encima de la otra mientras se trasladaban, tras su práctica de luchas.
- ¡Ay! - Se quejó Valeria.
- No puede ser, Valeria. Una semana de puño y pata debió dejarla dura como un roble- opinó Yuli.
- No es eso. Es que me arden las rodillas.
- Pues ahí mija toca que espere hasta que lleguemos.
Las dos iban en bicicleta rumbo a Meissen, y a pesar que Valeria había soportado bien el dolor de sus rodillas, había decidido finalmente quejarse.
- Uno en el ring no se puede quejar de cositas así. Usted tiene que ser dura, china, o si no, la perdimos- dijo Yuli, reprimiendo una sonrisa.
- ¿Y yo qué iba a saber que aprender a montar bicicleta era tan complicado? - protestó Valeria.
- Es que todo tiene su ciencia, pelada, incluso montar la cicla.
Valeria reprimió una lágrima y permaneció en silencio el resto del trayecto, sin embargo, al avistar el centro de piscinas, Valeria saltó de la bicicleta, se alejó unos pasos y se subió las botas del pantalón para comprobar sus rodillas. Estaban raspadas, sangraban y tenían la piel pelada.
- ¡Ay, ay! ¡Mira no más cómo me volví!
- Listo, a la próxima le ponemos las rueditas de entrenamiento a la cicla, y rodilleras, para que no se me raspe así de feo- le dijo Yuli.
- ¿De verdad?
- ¡No! ¡Qué tal! Si usted no es una niña chiquita. Si va a aprender, que aprenda como le tocó a uno.
- ¡Ay, sí! Tan fácil que lo hacen parecer todo usted y Doña Ceci- se quejó Valeria, sobándose y soplando sus rodillas.
- Ay, Dios mío, dame paciencia- se quejó Yuli.
Por un momento, Yuli se vio tentada a darle a Valeria la bebida que hizo Doña Ceci con hierbas y la cáscara de manzana dorada para acallar sus lloriqueos, más que para curarla, pero desechó la idea y la tomó del brazo para entrar juntas al centro.
El lugar, que estaba en total normalidad, era ocupado por pocos, ya que, por tratarse de un día entresemana, era usual que sólo unos cuantos vinieran a practicar natación. Y así y todo se sentía la ausencia de los que posiblemente ocupaban más tiempo practicando en las piscinas al aire libre y las que estaban a cubierto, los niños.
- ¿Me servirá de algo saber nadar? - preguntó escéptica Valeria.
- Sí, nunca sobra saber moverse en agua, mija. Y también va a aprender a saber caer- le dijo Yuli a la vez que le indicaba una esquina de la piscina, donde un hombre en traje de baño saltaba desde el trampolín, cayendo varios metros hasta impactar en el agua y sumergirse.
- ¡Listo, Vamos! – Dijo Valeria, revelando que estaba realmente interesada. Se quitó las botas y corriendo hacia la plataforma.
- ¡Alto ahí, que así no es cómo funciona la cosa! - Le dijo Yuli a la vez que la retenía del brazo-. Vea. Primero vamos a los vestidores, y nos cambiamos, ¿Listo?
- Sí- respondió Valeria al tiempo que tomaba los zapatos del piso.
Una vez en los vestidores, Yuli sacó de la tula en la que llevaba sus cosas dos trajes de baño, y le ofreció uno de color azul a su amiga.
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La Hija de Atlas: #1- Morder el Polvo
Fantasy"Flotabas, y estoy segura que tú fuiste la que convirtió en polvo el concreto de las paredes. ¿Qué cosa eres?". La oleada de terror que trajo La Noche del Ruido en Bogotá duró lo suficiente como para neutralizar a casi todos los niños en la ciuda...