Capítulo 22 Demonio de la Niebla Roja

10 2 1
                                    


Caminar por Bogotá ya era difícil, pero eso poco o nada le importaba a Estiven. El frío de Ciudad Bolívar lo había dejado atrás, poco después de llevarse una arepa y un termo, y decirle a su mamá que luego volvería. El lugar hacia dónde se dirigiría lo tenía claro antes de partir, y navegar en su celular le ayudó a decidirse. Cazaría a la Niebla Roja donde sea que estuviera, y todo lo que tenía que hacer era seguir el reporte de aviso que se emitía para que la zona por donde transitaría se preparara para no tener contacto con ella. La Niebla Roja estaba por llegar. 

Con una chaqueta ovejera que ya lo sofocaba en mitad de la tarde, Estiven caminó entre la multitud de gente que caminaba para ponerse en resguardo. Sin prestarle atención, ya estaba camino al centro comercial del Tunal, cuando sintió que lo llamaron.

- ¡Oye! ¡Oye!

Estiven se detuvo, y volteó a mirar a una joven que lo llamaba desde una tienda de sándwiches, y a la cual, que un hombre mayor que ella la tomaba de los hombros para retenerla.

- Déjelo, déjelo, que se ve que ese man mata y come del muerto- le dijo.

Estiven no les prestó atención, pero se detuvo al escuchar el resonar de lo que parecía un trueno. Lo volvió a escuchar, y esta vez ya era más claro de dónde provenía. No era un trueno, sino una serie de poderosas pisadas que incrementabansu potencia acorde se acercaba. 

De repente, todo se sacudía ante la marcha de una criatura de tres metros que Estiven sólo recuerda haber visto en su infancia, ya que su figura de saurio humanoide le recordaba a un dinosaurio, cosa que, a él, que estaba a punto de adquirir un poder con el que podría rivalizar contra aquel ser, realmente no le importaba. Y de repente, se oyeron portazos y gritos ante la presencia de la criatura, un reptil encajado en una de una mandíbula que se abría para exhibir numerosos dientes afilados, y un gruñido atronador que hizo vibrar ventanas.

- Carajo- alcanzó a decir Estiven.

- ¡Déjeme, papá! ¡Oye! – gritó la chica a la vez que se liberaba de los brazos de su padre e iba hacia Estiven.

Pero la chica se detuvo al voltear a mirar hacia atrás. Era grande, masiva, una niebla teñida de rojo que llenaba todo, y que aterró a la chica de tal forma, que sus rojos humos le bloquearon el paso. Quiso darle alcance a Estiven antes de buscar refugio, así que lo tomó de la muñeca.

- ¡Por favor, dale! ¡Ven! ¡Vamos, a dónde están las plantas! - le rogó.

Más Estiven sacudió el brazo y se liberó de su agarre, caminando hacia la nube.

- Voy dónde me dé la gana, peladita- dijo Estiven a la vez que corría directo hacia la nube de Niebla Roja.

Ante la mirada de horror de la chica, Estiven caminó tranquilo ante la nube rojiza, confiado de que allí encontraría el poder que tanto ansiaba. Sin embargo, la fuerza de poderosos pulmones le impidió siquiera tocar la etérea sustancia, ya que ésta terminó aspirada por las fosas nasales y boca de aquel ser. La criatura aspiró tal cantidad que la parte restante, que todavía era considerable, tomó por otro camino, evadiendo el bosque que en la zona del parque del Tunal se abría como una selva repentina y de follaje verde y espeso. Luego la criatura río a grandes carcajadas y derramó algo del vaho rojo que había acabado de aspirar sobre Estiven.

- ¡Jajajaja! ¡Ya no tengo miedo! ¿Y le digo por qué, enanucho? – le preguntó el ser a Estiven.

Estiven no respondió y observó con impotencia. Ahora el miedo lo invadía, y sabía que era su fin. Pero la exposición al vaho lo hacía sentirse enojado, cosa que sentía de manera gradual en su sangre, y en sus músculos.

La Hija de Atlas: #1- Morder el PolvoWhere stories live. Discover now