Capítulo 5 Por un Bocadillo

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Todo salió bastante mal para Yuli, porque la tragedia la tocó a ella también, como a todos, en niveles que ni se imaginaba. Sentía las fiebres causadas por el envenenamiento por exposición al aura roja, pero el retirado Dr. Ortiz, quien le dedicaba "atención prioritaria", contribuyó a calmar su estado sugiriendo bajar su temperatura sometiéndola a frío extremo. Los vecinos tomaron a la chica y la llevaron al segundo piso del interior 2, ignorando la insistencia del Doctor para que la llevaran a su casa y la trataran allí. Así, el grupo de vecinas que se ocupó de la chica la desnudaron, metieron a la ducha, y la expusieron a un chorro de agua fría a toda presión. Sumado a esto, llenaron bolsas plásticas con hielo y se las dieron para hacer más eficaz el tratamiento, del que poco a poco Yuli comenzó a sentir sus resultados. Su temperatura se mermaba con cada gota gélida que recorría su piel. También sus ganas de pelear bajaban significativamente, y en contraste la chica comenzó a sentir escalofríos que le ponían la carne de gallina, hacían que tintinearan sus dientes y sintiera dificultad para respirar. Cuando la sacaron de la ducha, ella sólo quería entrar en calor y dormir.

Yuli no recuerda cómo llegó a la mullida cama en la que despertó luego de quien sabe cuánto tiempo permaneciera dormida, o en qué momento o quien la cubrió con una bata aterciopelada azul cielo para cubrir su desnudez. Estudiaba atentamente con la mirada la habitación, cuando se le escapó un grito por girar levemente la cabeza hacia su izquierda. Un rostro negro como el hollín, y que estaba congelado en una mueca de horror le dio la bienvenida a la vigilia. Y como él, había más en toda la habitación, ocupando la cama, el piso, un diván, como compartiendo una pesadilla colectiva. Y entre esos pequeños reconoció a Raulito, el hijo de María Ligia, que conservaba en su rostro las huellas del horror vivido horas atrás. Con los rayos del sol asomándose por entre las ventanas, Yuli se percató de que ya había amanecido, y dispuesta a alejarse de los horrores del recinto, vio interrumpido su intento de escape por la visión de Correa, el celador, en la entrada de la habitación.

- Ah, ¡Hola Mai! ¿Cómo durmió?

- ¿Qué cómo dormí? Osea, ¿Cómo crees que dormí rodeada por éstos? –gritó en voz baja Yuli.

- Pues, es que no había más espacio.

Yuli encontró razonable la excusa de Correa, y al mirarlo detenidamente, encontró que también estaba en bata.

- ¿También te trataron por las fiebres?

- Ajá, Mai. Yo también me tuve que bañar, que por ese humo rojo yo también me estaba sintiendo como mareado, como...

- ¿Y mis cosas? ¿Y mi cel?

Sin mediar palabra, Correa tomó a Yuli del brazo y la llevó con él al baño del apartamento. Encontró sus prendas envueltas unas con otras al lado del lavamanos, y sus zapatillas junto a la papelera. Separó cuidadosamente cada parte de su atuendo, y entre más retiraba, más comenzaba a sudar frío. Cuando terminó de revisar los bolsillos de su chaqueta y shorts, estaba consternada.

- ¡Mi celular! ¿Usted sabe dónde q...? – exclamó preocupada Yuli.

Luego se giró cuando Correa la tomó por el hombro. Su preocupación desapareció de inmediato cuando vio su teléfono entre las manos del vigilante.

-Oe, Mai. Con la pila cargadita y todo. Se lo estuve cuidando, porque usté sabe, mucha abeja anda pendiente de lo ajeno, incluso acá en este conjunto de ricos, y con las cosas como están.

Una vez lo tuvo entre sus manos, Yuli tanteó la carcasa blanca de su celular y las ligeras grietas de su vidrio roto, y comprobó que, en efecto, tenía la energía a tope. Acostumbrado a la indiferencia que la chica demostraba hacia él, Correa esperó a que ella se diera la vuelta para retirarse y dejarla sola para que se vistiera. Pero antes que se alejara de la entrada, ella lo detuvo, se puso de puntitas, y lo besó en la mejilla derecha.

La Hija de Atlas: #1- Morder el PolvoWhere stories live. Discover now