Los centros hospitalarios estaban colapsados. Había pasado un mes desde aquella noche del 29 de febrero en la que todo niño mayor de 5 años había caído presa de un raro mal que puso en alerta biológica a toda la ciudad de Bogotá, la cual fue casi inmediatamente aislada del resto del país. Nada entraba ni salía, ni los hijos de los más acaudalados, que aspiraban a encontrar médicos expertos fuera del país para que dieran con la solución del mal que aquejaba a sus hijos. En la ciudad, todo niño enfermo era tratado igual, sin tener en cuenta edad o estrato, muchos de ellos ocupando albergues que mantenían seguros a los que habían sido abandonados, razón por la que no ocupaban salas en hospitales, ya que éstas eran reservadas para todos aquellos que recibieron heridas graves durante el arribo de los Fomores, monstruos que comenzaron a destrozar cosas, infraestructura y a hacer de las suyas. El Hospital Tunal era el escenario perfecto para comprobar todo aquello, como Doña Ceci, junto con Yuli y Ruth se dieron cuenta al entrar para buscar ayuda para Valeria.
- ¡Necesito ayuda para mi niña! ¡No voy a aceptar una cita para dentro de dos meses! ¡Debe ser ya! - dijo ella al entrar al centro hospitalario con Valeria en brazos, y sin sentido.
Un celador intentó interponerse, pero enseguida Doña Ceci le clavó una mirada tal, que lo petrificó. Ante el silencio de quienes apreciaban la escena, que asumían que arrojaría a la chica lejos y que le aplicaría una brutal golpiza al vigilante, irrumpió un médico. Tenía el cabello negro y ostentaba un físico con brazos y torso musculosos, rematando con una mandíbula cuadrada. Y de no ser porque llevaba un traje hospitalario y un estetoscopio, podría haber parecido que se ganaba la vida en los rings de lucha libre.
- Señora, podría aplicarle una llave tal que la haría perder el sentido, pero eso sólo expondría a la joven que lleva a empeorar su estado si cae al suelo y e golpea- advirtió el hombre.
- Le pido que lo intente, cuando cure a la niña- dijo Doña Ceci. El médico no hizo otra cosa que estremecerse ante lo que parecía un efusivo "sí" por parte de la mujer.
- B-Bien, ¿Qué le pasó? - dijo el médico.
- Si le dijera, no me creería- aseguró Doña Ceci.
- Señora, he visto cómo por acá un dinosaurio se paseaba...
- Se dio un totazo- explicó la mujer.
El médico sacó una linterna de su bolsillo y abrió uno de los párpados de Valeria para enfocar el rayo de luz y observar sus pupilas. Luego le puso los dedos en la muñeca para palpar su pulso, y observó su cabeza, en busca de golpes o moretones.
- Claramente no veo ningún golpe, pero, vamos a verla más detenidamente. Sus acompañantes tendrán que esperar afuera- aclaró el médico.
- Sí. Yuli, Ruthsita. Ya nos vemos- se despidió Doña Ceci, a la vez que ponía a Valeria en una camilla que le acercaban.
- No quise ponerme problemática, Doctor...
- Urrutia, señora- dijo el hombre, extendiéndole la mano.
- Sí, mi Doctor Urrutia. Gracias por atendernos- agradeció Doña Ceci.
A la par que ambos se iban. Yuli y Ruth se quedaban en el pasillo, a la vez que varios pacientes, a la espera de tratamiento comenzaban a gritar y a exigir que se les viera primero.
- Es una posible sospechosa de tener la Plaga del Sueño en etapa temprana. Si siguen gritando, la despertarán, y quien sabe qué ocurriría si eso pasa- dijo el Doctor Urrutia.
Al decir eso, los ánimos se calmaron de inmediato.
Una vez Doña Ceci, el Doctor y una enfermera cruzaron la puerta, Yuli no pudo evitar parecer preocupada.
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La Hija de Atlas: #1- Morder el Polvo
Fantasy"Flotabas, y estoy segura que tú fuiste la que convirtió en polvo el concreto de las paredes. ¿Qué cosa eres?". La oleada de terror que trajo La Noche del Ruido en Bogotá duró lo suficiente como para neutralizar a casi todos los niños en la ciuda...