Capítulo 41 "Está... bien...Eritia...".

9 1 0
                                    


- Creo que vamos a necesitar más hielo, sólo para hacer un dique y contener a ese monstruo, Hija de Atlas- vociferó Manabo.

Todos en la cantera quedaron fríos en cuanto se dieron cuenta de qué era lo que se aproximaba. La Hija de Atlas sólo tuvo un momento para actuar, y voló a toda velocidad hacia la criatura de agua.

- Agua. Es el frío lo que la afecta, no mis puños- dijo para sí misma La Hija de Atlas.

Dentro de la mente simple de la criatura, que percibió a La Hija de Atlas con sus rudimentarios órganos oculares, sólo era una imagen distorsionada producto de como la luz era percibida por sus ojos acuosos, como todo lo demás que le rodeaba, salvo que de ella sí percibió peligro, ya que era el principal obstáculo para su primordial directriz: seguir existiendo para derramar millones de litros por todo el lugar.

Entretanto, todos los demás que permanecían en la cantera estaban pasmados. Sólo Manabo, quien seguía analizando la situación, y Yuli, preocupada por Valeria, percibían los acontecimientos.

- Vamos a tener que asistirla de nuevo, antes de qué... - expresó Yuli.

- ¡Tan sólo tenía que escucharnos antes de lanzarse de cabeza a la acción! ¡Va a ser como esa vez en la que quedó aplastada, y no nos podemos dar el lujo de que eso pase! - dijo Manabo tras interrumpir a Yuli.

Impaciente, Yuli tomó a Manabo del cuello de la camisa.

- ¡Carajo, que esto no es un juego! ¡Ella está por jugarse la vida mientras nosotros estamos acá hablando cháchara!

Más Doña Ceci intervino y los separó. Manabo permanecía en su lugar y sin decir una sola palabra mientras Yuli era contenida por su mentora.

- No es hora para que se luzca como una ruda, Yuli- le dijo Doña Ceci a la vez que la tomaba por los hombros.

En ese momento, Yuli deseó poder ver a través de la cicatriz en la frente de Doña Ceci los pensamientos que pasaban por la cabeza de la mujer, en un intento de evadir la mirada severa que le hacía mientras le pedía que se calmara.

Luego que Yuli relajó los hombros y dejó de resistirse, la mujer la liberó de su agarre.

- Lo siento... lo siento Manabo- se disculpó Yuli.

Más esta postura fue momentánea, ya que Yuli corrió hacia Estiven.

- ¡Se sigue rascando el brazo! ¿Por qué? ¿Díganos?

- No sé, déjeme, que yo ya no tengo velas en este entierro...

Pero Yuli no soportó más y le plantó un sonoro bofetón en toda la cara, con tal fuerza que lo arrojó lejos.

- ¡Señorita Yuli, Ya por favor! ¡No vale la pena! - intentó hacerla entrar en razón Shizuka.

- ¡Él fue! ¡Él le dijo a toda esa gente que actuara! ¡Él y su brazo! Y se calló lo que estaba a punto de ocurrir... Y...

Pero mientras la discusión ocurría, la corrosión de los restos de la Mano Vacía desintegró el suelo sobre el que estaba, haciendo que finalmente cediera al peso del bloque de hielo que La Hija de Atlas usara para aplastar a la criatura. Manabo se acercó tímidamente al agujero y observó como el bloque descendía cada vez más hacia el interior.

- En defensa del Señor Estiven, al parecer él ni se imaginaba lo que su mano estaba planeando.

- ¿Qué cosa? - Preguntó Yuli.

Más Manabo no respondió y sólo les indicó con la mano que se acercaran para ver lo que estaba pasando.

- Si no lo afectan los puños, es porque no es lo bastante duro para recibir uno- concluyó La Hija de Atlas mientras volaba alrededor del ajolote.

La Hija de Atlas: #1- Morder el PolvoWhere stories live. Discover now