Capítulo 42 30 de marzo

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La niebla le arrebataba a Valeria la visión de todo lo que había a su alrededor. Era niebla de hielo seco, que se disipaba entre más saboreaba el A-Snack, que se resistía a tragar porque no lo querìa para ella. Era para su amiga, a la que ya no podía ver más porque todo a su alrededor relampagueaba para llevarla a un lugar diferente. Los visores de su casco se opacaban por el agua condensada, y resolvió sacárselo de tajo y arrojarlo lejos, al igual que hizo con su dispensador momentos antes.

- ¿Eritia...? ¿E...ritia...? - se repetía a sì misma a la vez que notaba distintos su cuerpo y sus ropas.

El traje ajustado desaparecía por momentos para ser reemplazado por un uniforme e instrumental al que ella no le hallaba la función o el propósito. Había estado en una batalla o en un desastre, no estaba segura, pero se encontraba rodeada de fuego y desolación en lo que antes fue un bosque hermoso y lleno de vida. En aquel escenario faltaban Yuli, a quien veía de manera intermitente, y a la que intentaba reanimar, y Micaela, la perra biomecánica que hace poco les había servido de transporte. Al final, el sueño pudo más, el A-Snack perdió su sabor, y Valeria se desvaneció en medio de la helada tundra. Pudo sentir como el frío le arrebataba la vida lentamente. No era una muerte dolorosa, hasta podía sentir placentera la frescura que el hielo le ofrecía. Sentía que alrededor de ella crecía una ramificación repentina de cristales de hielo cubriéndola como un lecho traslucido. Pero Valeria no quería irse sin despedirse. Quería hablar con su más grande amiga en el mundo antes de desvanecerse, esperando que la hubiera ayudado a recuperarse, pero Yuli permaneció fría, inerte en su regazo. La pérdida de calor le mermaba los ánimos y fuerzas, y finalmente se resignó, se iría.

Justo en ese momento fatal oyó las voces, ruegos que insistían por ella, y que se amplificaban cual ecos a través de paredes gélidas.

"¡Yuli! ¡Valeria! ¡Niñas!"

La voz responsable de decir aquello tenía cuerpo. Era ronca e imponente, y pertenecía a una mujer, una que Valeria pudo ver a través del hielo antes de desvanecerse, mientras esta intentaba romper la helada superficie con un objeto contundente que no alcanzaba a reconocer.

...

- ¡Doña Ceci! – gritó Valeria, a la vez que se despertaba.

Ya no había hielo, ni estaba Micaela quejándose de dolor con chillidos a causa del frío, ni Yuli reposando en su regazo. Ahora Valeria se encontraba en su habitación, como en tantas otras veces después de perder el sentido o después de ser vencida. Tenía vacíos en su memoria que le impedían recordar como llegó de nuevo a su casa, pero un regusto familiar en la lengua la impulsó a pararse de la cama como un resorte para, una vez de pie, correr por el pasillo.

- ¡Yuli! ¿Estás bien? ¡Yuli! - gritó Valeria al tiempo que bajaba las escaleras.

Como sus pies descalzos sintieron la gelidez del enlozado de las escaleras, se detuvo. El frío le incomodaba más que nunca, así que se sentó para sobarse y calentarse los pies. Era lo único que el pijama térmico que vestía, de una sola pieza y con capucha no le cubría.

Luego sintió pasos que venían hacia ella.

- ¿Srta. Valeria? Se despertó al fin... pero...- expresó preocupada Shizuka.

- Sí, pero como se lo vamos a decir...- dijo Manabo.

- Ya se habrá dado cuenta- dijo secamente Doña Ceci.

Doña Ceci apareció ante Valeria, pero esta última no reparó ante la corpulenta mujer morena, que decidida se dirigió hacia ella.

- ¡Valeria! ¿Qué tal el descanso? Pues son como las 5 de la tarde, pero si se le antoja el desayuno...

La Hija de Atlas: #1- Morder el PolvoWhere stories live. Discover now