Eran más de las 7 pm en Tokyo, Japón cuando Enji Kawamori había decidido no tocar un solo componente electrónico más por ese día para dar por terminadas sus labores de la jornada.
Para el señor Kawamori, su rutina difería completamente de la de cualquier Salaryman – nombre que se da al oficinista en Japón-, ya que él se había jurado que iría contra los preceptos de lo que se consideraba llevar una vida laboral en la sociedad japonesa, cuando su pasión por los Mechas- robots de anime-intentar lo hizo querer hacerlos realidad creando sus propios robots.
Luego de cerrar con llave su taller se dirigió a su casa, que estaba a tres cuadras, y mientras avanzaba extraía de su bolsillo su celular para enviar un mensaje a su mujer. Luego de un rato se detuvo frente a una bonita y pequeña casa de dos plantas, rodeada de muros y abrió la rendija para ingresar a su interior, pasando al lado de arbustos y de un bonito y frondoso árbol. Una vez dentro de la casa, se quitó los zapatos y los puso a un lado de otros más pequeños. Caminó hasta el comedor, donde lo esperaban para servir la comida. Y aunque Hanako, su mujer, lo recibió con un saludo y una sonrisa, Enji se mostró indiferente.
- Cariño, la regla sobre usar el celular en la mesa...- le señaló Hanako
Enji, sin embargo, siguió mirando la pantalla de su aparato un poco más, hasta que lo puso boca abajo sobre la mesa. Cruzó los dedos, y observó cómo Hanako ponía frente a él un plato con pequeñas empanadas japonesas, que de manera casi automática comenzó a comer, haciendo intervalos para introducir cada una en un tazón de salsa. Una vez terminó, hizo a un lado el plato y tomó su celular para seguir leyendo.
- ¡Enji! ¡No tuviste la delicadeza para esperarnos! - le dijo Hanako.
- ¿Esperarnos? ¿Se nos unirá alguien más?- se preguntó Enji al fijarse que había una bandeja y palillos dispuesta para un comensal más.
Y luego de darse cuenta, el Sr. Kawamori se tomó la cabeza y bajó la mirada.
- No... no invitaste a Okaasan hoy...- dijo nervioso Enji.
- Sí. Y lo siento, querido, pero ella insistió en venir- se disculpó su mujer.
De repente, la puerta se abrió de par en par, y una mujer menuda y bajita ingresó a la casa. Derramaba estilo por cada uno de sus poros y cada característica en ella parecía gritar Carisma. Su cabello corto y negro hacía juego con sus ropas oscuras: lentes de sol, una chaqueta de cuero con chapas por la que asomaba un cuello de tortuga, guantes, una falda larga que le iba hasta la mitad de las pantorrillas, y botas, que dejó en la entrada con los demás zapatos. Su rostro enjuto e inexpresivo revisaba cada rincón de la casa hasta llegar a la sala de estar, donde la esperaban su hijo y su nuera.
- Hanako, Enji. Perdón la tardanza, pero tuve que evadir paparazzi. Traje Daifuku para acompañar- expresó la mujer, al poner sobre la mesa una caja de cartón blanca al tiempo que tomaba su lugar.
Hanako tomó la caja y la abrió ante la vista de todos, revelando pastelitos redondeados de color rosa que desprendían un dulce y agradable aroma.
- Gracias, Okaasan, se ven deliciosos- dijo Hanako.
- Me alegro que te alegre verme, querida. Al menos por traer dulces. En cambio Enji...
Evidentemente molesto, Enji siguió mirando su celular, al tiempo que extendía la mano hacia la caja, pero una palmada en la mano que le propinó su madre le impidió tomar un daifuku.
- ¡Okaasan!
- Okaasan ni qué nada. Vine a hablar de Shizuka- dijo la mujer al dar un golpe con la mano sobre la mesa.
YOU ARE READING
La Hija de Atlas: #1- Morder el Polvo
Fantasy"Flotabas, y estoy segura que tú fuiste la que convirtió en polvo el concreto de las paredes. ¿Qué cosa eres?". La oleada de terror que trajo La Noche del Ruido en Bogotá duró lo suficiente como para neutralizar a casi todos los niños en la ciuda...