- ¿Hace cuánto que nadie entra aquí, Señora Cecilia? – Preguntó Manabo.
El chico observaba cada rincón del invernadero, y sólo encontraba macetas y plantas descuidadas, o marchitas, y entre más miraba, más se imaginaba la razón por la que Doña Ceci lo hizo subir.
- Yo vengo acá seguido, pero por cantar y silbar no puedo- protestó Doña Ceci.
- Cantar, silbar...
- Que por cuidarlos a ustedes no puedo también cuidar el Invernadero.
- Ah, Ya entendí. Y quiere que le ayude a limpiar este lugar.
- ¡Sí! ¡Qué listo me salió, chino! – lo felicitó la señora.
Manabo tornó los ojos hacia adentro y suspiró. Luego Doña Ceci tomó su mano y puso en ella lo que quedaba de manzana dorada.
- Dios mío. ¡Esta es la fruta mágica de La Hija de Atlas!
- Así es. ¿Ya ves ahora por qué te traje aquí, al invernadero de la Hija de Jack? - preguntó Doña Ceci.
Manabo sostuvo la manzana en sus manos, y notó que sólo quedaban dos cuartos de esta.
- Para cultivar manzanas- contestó Manabo.
Doña Ceci caminó hacia un arbusto y lo acarició.
- Sí, pero no va a ser fácil.
Manabo sacó su celular y abrió la ventana del navegador para buscar.
- Bueno, un árbol de manzana se demora en crecer, pero le podría decir cuánto tiempo le toma desarrollarse, sí la señal de internet fuera menos errática...
- Recuerdo cuando Jack el Japonés un día me visitó- interrumpió Doña Ceci-. Él y su hija vinieron a verme. Éramos muy amigos, y Megumi era adorable, y también muy inquieta. Así y todo, me pidió que la tuviera un tiempo de sus vacaciones acá, que se la cuidara, ya que él tenía que viajar urgente a Japón con la mamá de la niña. Ella tenía unos seis añitos, y yo había perdido a mi Ulises hace poco. Me iba a hacer mucho bien tener algo de compañía después de eso.
- Lo siento mucho, Doña Ceci. No sabía que estuvo casada- dijo Manabo.
- Gracias, Manabo. Todo el mundo dice lo mismo cuando les cuento- dijo la mujer mientras pasaba sus dedos por la cicatriz de su frente.
- Perdone, Señora Cecilia, pero, ¿A qué viene todo esto que me cuenta?
- Ya, ya le digo- le dijo la mujer.
Luego de mirar en silencio hacia una maceta vacía, Doña Ceci se dirigió hacia ella y la tomó en sus manos.
- Bueno, la pelada trajo con ella un frasco de compota de bebé con agua y algodón, y una semillita de manzana, que ya estaba germinando. Y ella la quería plantar, así que la trajimos aquí, al Invernadero. Fue de las últimas cosas que hicimos con mi Ulises, porque le había contado que quería un jardín, y la terraza era perfecta para eso. Yo realmente no quería volver acá, pero Megumi no dejaba de llorar para que le ayudara con la bendita semilla, y la maceta la tenía acá. Así que la tomé del brazo y subimos hasta acá para que la plantara.
Manabo observó el lugar, pero de entre tantas macetas, enredaderas y arbustos, no vio nada que se pareciera a un manzano.
- Ah, ya se fijó. Bueno, trasplantamos esa semilla de manzana, y la china la alcanzó a ver hasta que le creció una hojita, que germinó hasta antes de la semana en que la tuve acá conmigo. Pero gracias a eso, Megumi venía seguido a ver como estaba su planta, que no se la quiso llevar porque estaría mejor en el Invernadero. Y ese era el problema, que como no se estaba ocupando siempre de la planta, a esta la atacaron manada de bichos, gusanos, pulgones, y se la terminaron comiendo. Eso la pelada no lo quiso aceptar, ¿Pero adivine qué?
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La Hija de Atlas: #1- Morder el Polvo
Fantasy"Flotabas, y estoy segura que tú fuiste la que convirtió en polvo el concreto de las paredes. ¿Qué cosa eres?". La oleada de terror que trajo La Noche del Ruido en Bogotá duró lo suficiente como para neutralizar a casi todos los niños en la ciuda...