El Baile de Navidad

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Casi toda la sala común de Slytherin estaba cubierta por los regalos de Navidad. Papeles de envoltura alrededor de todas las habitaciones. Era claro que los presumidos querían que sus compañeros vieran sus regalos, sin embargo, fue sólo una serpiente quien no recibió regalo, ni siquiera una nota como había pasado hace años. 

Septimus inspeccionó toda su habitación en busca de algún tipo de paquete con su nombre escrito, pero le fue imposible, pues no existía tal paquete. Artorius, quien recibió un collar de oro, Draco y los demás se encontraban sentados frente al fuego, intentando ver quién tenía el mejor regalo, y no se percataron que el menor de los Lestrange había salido. Vestía una camiseta con cuello alto negra, con chaqueta y pantalones de vestir del mismo color.

Caminaba solo, como siempre, por los pasillos del castillo. Pensaba por qué no había recibido ningún tipo de señal de vida por parte de su familia, hasta que por su mente pasó volando una fugaz idea; tal vez había hecho algo mal, y como mensaje acerca de su incompetencia, los Lestrange habían decido no enviarle si un segundo traje para el baile, ni una mísera carta para Navidad. Ya nada le sorprendía viniendo de su familia. 

- ¿Solo, Lestrange? - dijo una voz proveniente de las paredes de un pasillo de las mazmorras. Aquel tono burlón era tan insoportable, que imposible era no saber de quién se trataba.

- Vete a molestar a los de primer año, Peeves - respondió el joven con frustración en su tono. 

- Na, na, na, na. Deberías tratarme con más respeto - espetó el poltergeist mientras salía del muro -. Ahora pídeme perdón.

Septimus sólo soltó un suspiro y siguió caminando, ignorando al increíblemente molesto Peeves, y continuando su camino hasta el Gran Comedor. Fleur le había dicho que ella y sus compañeras necesitaban casi todo el día para prepararse adecuadamente, por lo que, por primera vez en semanas, el Lestrange podría sentarse a desayunar y almorzar en su mesa. 

Al llegar, el salón estaba casi vacío, pues probablemente, la mayor parte de los alumnos estarían viendo sus regalos. Y, para su sorpresa, él no era el único en la mesa de Slytherin, sino que varios búlgaros desayunaban de manera tosca y poco educada. Tenían sus codos en la mesa, y comían a la vez que bebían, incluso, algunos se golpeaban en forma de juego. Todo aquello fue suficiente para que Septimus se mantuviera alejado de los escandinavos todo el tiempo que restaba al desayuno. 

Cuando finalizó su té con una tarta de calabaza, el pelinegro comenzó emprendió camino hacia las mazmorras, sin embargo, hubo algo que llamó su atención. Tal vez estaba muy aburrido, y todo le parecía interesante, pero el pensar cómo se vería todo desde el puente cubierto, hizo que detuviera su paso, y se volviera hacia la salida del castillo. 

No le importó el frío cuando salió al patio de la torre del reloj, especialmente porque su vestimenta estaba lo suficientemente bien equipada como para soportar el clima. Y debido al viento, algunos mechones azabache cayeron por su frente, a lo que él peinó con sus dedos. Aquello le hizo recordar, que hace días, Artorius le había dicho que en Hogsmeade había una barbería, y que, a pesar de no ser la que los Lestrange frecuentaban, era su única opción para cortar su cabello. 

Se detuvo a la mitad del puente cubierto, y miró el castillo desde fuera. La nieve teñía las cornisas y los tejados de un blanco pálido, lo que también reflejaba el poderoso brillo del sol. 

Mientras atisbaba la enorme estructura del castillo, pensaba en que todos en Hogwarts parecían acompañados, menos él. Orion tenía al trío de oro y a Pansy, Draco tenía a Crabbe y Goyle, idiotas pero leales. Hasta Artorius tenía "amigos", aunque muchos le temían, los tenía. Theodore y Blaise eran buenos amigos, pero últimamente se hallaban más alejados del Lestrange. Parecía como si todos tuvieran una vida, menos Septimus. La única persona por quien hacía algo que lo beneficiara a él, era Fleur. Ella parecía hablarle siempre con la verdad, y jamás ocultaba su opinión, de hecho, esa era una de las muchas cosas que más le gustaba de la francesa. 

El Heredero de Regulus Black (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora